Carl Schmitt, Políticamente Incorrecto
Este jurista y politólogo alemán fue en vida un pensador controvertido y lo sigue siendo aún después de muerto. Lo cierto es que tenía algo de sofista. Era, en efecto, un polemista brillante e irritante. Exasperaba a sus interlocutores por el carácter punzante de sus argumentos, por la radicalidad de sus propuestas teóricas y por el desenfado con que expresaba aquello que era, y sigue siendo, políticamente incorrecto.
También fue hombre de compromisos políticos. Su adhesión al nacional socialismo pronto tuvo un revés, pues cayó en desgracia ante los jerarcas del régimen. Se le acusó de deslealtad por mantener vínculos con intelectuales judíos. La acusación no era infundada. Uno de sus amigos más célebres fue Leo Strauss (1899-1973) con quien mantuvo una larga relación que se inició en la década de 1920 y que expiró con la muerte de éste en 1973. Por su parte, Leo Strauss, el actual gurú de los neoconservadores norteamericanos y mentor intelectual de algunos personeros de la administración Bush, como Donald Rumsfeld y Dick Cheney, nunca renegó de sus vínculos y afinidades intelectuales con quien fuera su maestro y amigo.
Schmitt sigue suscitando polémicas en la actualidad. En el mundo hispanoamericano, inicialmente, fue acogido en las filas de la mayoría de las corrientes de derecha, especialmente en los círculos conservadores. En cambio, en el mundo anglosajón, en la actualidad, es reivindicado, como analista político, por intelectuales que simpatizan con corrientes de izquierda como Chantal Mouffe. Qué paradoja. ¿Se trata de una contradicción? ¿O será otro de los tantos malos entendidos que ha suscitado la lectura de sus obras? Para saberlo, es necesario preguntarse si el pensador y jurista alemán tiene puntos de fricción o de afinidad con ambas corrientes.
Creo que no se puede tildar a Schmitt como un conservador a secas. Hay aspectos de su pensamiento que están en franca oposición al conservadurismo como, por ejemplo, su rechazo a la idea de Derecho Natural y el escarnio que hace de la teoría de los valores. Respecto al marxismo nunca aceptó la tesis de la superación del conflicto, de la extinción de las relaciones de poder y en última instancia de la política. Las aspiraciones de esta última corriente se basan, según Schmitt, en una concepción demasiado optimista de la naturaleza humana. Tal presunción es desmentida por la experiencia histórica y por nuestra propia observación de la realidad.
Así, Schmitt se situaría en una especie de tierra de nadie al discrepar en aspectos fundamentales con cada una de las corrientes más emblemáticas de la derecha y la izquierda. Pero ¿hay algún punto en que Schmitt coincida, a la vez, con el conservadurismo y el marxismo? Y si existe ¿cuál es?
Schmitt es un autor difícil de encasillar. Pero se puede clasificar, sin lugar a dudas, como un pensador antiliberal. Y es precisamente este punto el que permite explicar por qué es reivindicado por dos tradiciones, que a pesar de ser opuestas, coinciden en un aspecto que para ambas es crucial: la crítica al liberalismo.
Lo que ha cautivado en los últimos años a algunas corrientes de izquierda es, concretamente, el antiliberalismo que está implícito en sus obras. Cuando el marxismo ha caído en el descrédito por el fracaso de los socialismos reales, ¿desde qué óptica se puede seguir criticando al liberalismo con alguna probabilidad de éxito? Desde una perspectiva lo más alejada posible del pensamiento que suscitó la bancarrota.
En este horizonte, para muchos de abatimiento, aparece Schmitt como un aliado que viene de fuera de las filas de la izquierda. No obstante, su contribución es bienvenida en cuanto se trata de una colaboración que proviene de un enemigo fraternal a la que es preciso rescatar en lo que tenga de útil. Es así como Schmitt se constituye en un referente para cierta izquierda después de la caída del Muro de Berlín, cuando una parte de ella quedó en estado de orfandad política e intelectual. En ese contexto, el jurista alemán constituye un hallazgo, porque su crítica al liberalismo no proviene de la vertiente marxista.
El arsenal de argumentos contra el liberalismo que proporciona Schmitt tiene una impronta realista. Su crítica es elaborada a partir de la observación de la realidad y no a partir de presunciones metafísicas. Schmitt hace comparecer a la retórica liberal (que tiene por finalidad perfilar una imagen del mundo acorde a sus intereses) ante la realidad sociopolítica y cultural que ella ha creado. La primera está constituida por el orden que en cierta manera ya ha configurado y la segunda por el mundo que ha prometido que pronto vendrá. El resultado de tal operación es el desenmascaramiento del discurso y la mitología política liberal.
Otro punto que convirtió a Schmitt tempranamente en un pensador controvertido, en cuanto suscitó y sigue suscitando hasta hoy en día antipatías y simpatías igualmente radicales, es su discutida concepción de la política como la relación amigo enemigo. Para Schmitt la política surge en situaciones de antagonismo extremo en la cuales los hombres se alinean en amigos y enemigos con la finalidad de defenderse de las agresiones de otras colectividades o con el propósito de atacar a otros grupos. Tales situaciones ponen en riesgo la vida de los individuos, puesto que dicha relación supone la posibilidad real de matar físicamente y de ser destruido por otros.
Al respecto cabe preguntarse si Schmitt se complace o no ante una eventualidad de esa índole. La respuesta es negativa. Para Schmitt la relación amigo enemigo no es normal ni deseable. Es más, se puede decir que en cierta manera es detestable. Pero, lamentablemente, es parte de la realidad y por ser tal no se puede desconocer.
Estimular dicha relación es regocijarse ante la posibilidad de una guerra internacional o civil. Esta última supone un conflicto irresoluble entre grupos al interior del Estado. La hostilidad entre los bandos suscita una situación de anormalidad que lleva a la anarquía. Schmitt es un pensador del orden. Detesta el caos, al igual que su maestro Hobbes. Su temor al desorden lo lleva a desconfiar incluso del pluralismo al interior del Estado, porque puede eventualmente generar las condiciones para que surja la polaridad amigo enemigo y estalle una guerra civil. En efecto, una de sus preocupaciones principales es cómo evitar la posibilidad de que surja tal polaridad y no alentarla.
Si la política se caracteriza por la hostilidad entre colectividades organizadas y Schmitt no la visualiza con simpatía, entonces también cabe preguntarse si Schmitt, enjuiciado desde la lógica de su propio planteamiento, ¿es un pensador político o antipolítico? La respuesta es ambigua, porque es ambas cosas a la vez. En lo que respecta al plano intraestatal es un pensador antipolítico, en cuanto rechaza todo atisbo de antagonismo que pueda alcanzar el umbral de la relación amigo enemigo. En el plano externo, sin embargo, es un pensador que afirma la existencia de lo político, no como algo deseado, sino como un dato básico de la realidad; en cuanto la enemistad irrumpe con mayor frecuencia en el plano de las relaciones internacionales.
Pero en última instancia para Schmitt la política es algo ineludible. Porque el hombre por naturaleza no solamente está abierto a la amistad, sino que también a la hostilidad. Y esta última lo convierte en un ser riesgoso y peligroso para los demás, en cuanto está abierto a reñirse con sus congéneres y a tener conflictos con ellos. En la medida que el antagonismo sube de intensidad se configura la relación amigo enemigo y se entra de lleno en el campo de la política. Aceptar tal antagonismo es algo muy diferente de elogiarlo. Las críticas ácidas de Schmitt van contra aquellos que intentan ocultar o desconocer dicha realidad.
Para Schmitt negar la hostilidad es ignorar una peculiaridad desagradable (pero decisiva) de la naturaleza humana y desconocer el rol que ella ha tenido en la historia. Así, abominar de la concepción schmittiana de la política sería abominar contra una parte de nosotros mismos.
Bibliografía
*José Ignacio Vásquez: “La izquierda mira hacia Carl Schmitt”. En revista Ciudad de los Cesares Nº 68, Santiago de Chile, verano de 2004.
*Luis R. Oro Tapia: “Crítica de Carl Schmitt al liberalismo”. En revista Estudios Públicos Nº 98, Santiago de Chile, otoño de 2005. Existe versión electrónica en el siguiente sitio http://www.cepchile.cl/dms/lang_1/doc_3539.html
Autor: Luis R. Oro Tapia
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