Dien Bien Phu y la guerra revolucionaria.
Hacen exactamente cincuenta y dos años, en un lugar muy lejano, en el fondo de las selvas de la Indochina francesa ahora conocida como Viet Nam, comenzaba una historia que nos implicaría muchos años después de un modo terrible y de manera tal como jamás podríamos haber imaginado.
Las consecuencias de esta historia hoy la conocemos como los años de plomo y del Terrorismo de Estado. Aquel día y luego de varios meses de pelear en el barro cuerpo a cuerpo, de ver como las fuentes de aprovisionamiento se cortaban y de replegarse al máximo de las propias posiciones militares, la guarnición francesa de Dien Bien Phu se rendía ante el ejército vietnamita. Ese ejercito estaba comandado por una figura legendaria para nuestra generación, el general Nguyen Giap y habíalogrado, bajo las lluvias monzónicas y a fuerza de morteros, de túneles y de trincheras que permitían al ejército vietmin asaltar a fuerza de coraje las posiciones francesas, había logrado en una ofensiva de tan sólo cinco semanas, destruir una fortaleza que militarmente se consideraba inexpugnable. Tres mil franceses muertos, doce mil prisioneros, la mitad de ellos heridos. Un golpe irreparable al orgullo colonial del imperio francés.
Los documentalistas soviéticos ubicados en lugares bien elegidos hicieron tomas magistrales de las interminables columnas de prisioneros marchando hacia los campos de reeducación, como para acentuar así la humillación de la derrota francesa y para hacerla llegar a los últimos rincones del planeta, como un aliento y un desafío para todos los que luchaban bajo el colonialismo.
Siete de mayo de 1954… Algún profesor esclarecido nos explicó larga y minuciosamente en un pizarrón del Colegio Nacional NicolásAvellaneda, donde yo cursaba primer año, las peripecias estratégicas de la batalla y la genialidad de la ofensiva campesino guerrillera del General Giap. Estábamos aún en la edad de la inocencia, justo en el momento en que reclamábamos otros protagonismos en nuestra necesaria reserva moral, que no fueran los héroes de Emilio Salgari y de Alejandro Dumas a los que habíamos rendido culto hasta ese momento. Pero no tan sólo nosotros, los adolescentes que entonces contábamos quince años en esta lejana Buenos Aires, sino el mundo entero: despertó con Dien Bien Phu al entusiasmo y al fervor de las luchas anticoloniales y de liberación nacional. El primero de Noviembre de ese mismo año, el Día de Todos los Santos de 1954, con cuarenta atentados, asaltos guerrilleros y explosiones de bombas, se inicia la rebelión argelina, poniendo en marcha un proceso que viviría un momento decisivo muchos años después, cuando el 16 de septiembre de 1959, el General Charles de Gaulle se pronunció públicamente en favor de la autodeterminación argelina y culminaría al fin con la independencia de Argelia en los acuerdos de Evian, del 18 de marzo de 1963.
Es inevitable vincular la gran derrota francesa en Indochina con el alzamiento argelino. Podemos aún imaginar la expectativa de esas luchas de Viet Nam en los hombres y mujeres de Argelia que compartían el mismo opresor, y compararlo con su impacto sobre nosotros que, en un lugar tan lejano como la Argentina, no podíamos dejar de experimentar el sentimiento de que algo muy sutil pero importante, estaba cambiando nuestras vidas… Pero, aquel de los años cincuenta distaba de ser un mundo globalizado como el que hoy vivimos y los procesos empujados por los imperialismos y por las luchas de los pueblos contra ellos, solían ser pocosincrónicos y tenían sus propios y diversos tiempos en las diferentes áreas de influencias de las metrópolis. Al año siguiente de la victoria vietnamita en Dien Bien Phu, estalló la Revolución Libertadora en la Argentina y un terremoto arrasó con el mundo que habíamos conocido. Durante años y desde ese momento, nuestros ojos estuvieron puestos en las luchasemancipatorias del pueblo argelino, aprendimos de sus experiencias de organización y de combate, y en ellas nos inspiramos para tratar de recuperar el país de los argentinos que los militares fusiladores habían destruido y la memoria que habían intentado clausurar. Y hasta que una nueva generación de luchadores inspirados por la Revolución Cubana impuso su hegemonía política en la Argentina, Argelia fue la fuente deinspiración de nuestras luchas y lo siguió siendo aún mucho después, hasta los años 70 imponiendo su enorme influencia con el pensamiento de Franz Fanon (Los condenados de la Tierra) y con la película de Gillio Pontecorvo “La Batalla de Argel” filmada en 1966… a la que, al igual que los militares, viéramos una y otra vez incansablemente, tratando de imbuirnos tanto de la organización y de las prácticas revolucionarias argelinas, nosotros, cuanto de las nuevas técnicas represivas generadas en Indochina y en Argelia por el Ejercito francés, los militares.
Porque en Indochina y en especial en aquellos centros de detención perdidos en la hondura de la selva, donde los soldados franceses habían sufrido el infierno de haber sido derrotados por esos hombrecitos que al decir de uno de sus líderes, no podían llegar a ser más que buenos choferes o buenos jardineros y que la Revolución y Giap habían transformado en guerreros invencibles. En esos campos, se cocinó lentamente una voluntad política y un nuevo pensamiento sobre la guerra y sobre el arte de lo militar. Fueron miles de oficiales los que volvieron a la Francia y al nuevo desafío que les presentaba la insurrección en Argelia, con la decisión de no volver a ser derrotados ni expulsados como en Indochina. Ellos aprovecharon el tiempo de prisión no sólo para aprender de sus propios errores, sino también para conocer y para aprender de sus enemigos.
Sentían un profundo desprecio por sus propias instituciones y por su dirigencia política a la que reprochaban el haberlos traicionado y haber traicionado la unidad del Imperio. Estaban dispuestos a cruzar toda barrera moral para alcanzar los objetivos que se proponían, y eran conscientes que lo que aprendieron en las escuelas militares ya no servía y que tenían que volver a empezar en una lucha que sería eminentemente política y policial, y donde la práctica de la tortura sin límites y la acción psicológica sin atenuantes, se transformarían en los ejes reconocidos de la guerra.
Nacía de ese modo la doctrina francesa de la guerra revolucionaria donde, según palabras de uno de sus teóricos Periés, en su obra De la Acción militar a la acción política, nos dice: “el enemigo, de Indochina a Argelia, se convierte en la fuente y a la vez en el pretexto de la construcción de un saber organizacional ligado a la práctica de la dictadura. Inspirador de una guerra que se quiere total, el enemigo y la población que la sostiene constituyen los objetivos que se deben intoxicar, persuadir o aniquilar por todos los medios”. Es en ese marco de guerra contrainsurgente y contrarrevolucionaria, de guerra total en que se parte de aceptar que cualquiera puede ser un potencial combatiente, que el general Massu y los paracaidistas llevan adelante entre enero y septiembre de 1957, la llamada batalla de Argel. A partir de ese momento no habría retaguardia, no habría justicia ni administración que no se adapte a las necesidades militares sobre el terreno, las fuerzas armadas se transformarían en un Estado dentro del Estado y se consagró el interrogatorio y la tortura como las armas principales de la nueva misión policial del Ejército: la de la guerra sucia. Muchos años después de aquellas luchas resulta evidente que el triunfo militar ante ese tipo de disposición y equipamiento doctrinario resulta imposible y que el triunfo argelino fue la consecuencia por parte del FLN de priorizar las luchas políticas, de tener una acertada política de alianzas en el continente europeo, de hacer pesar el costo de la guerra sobre la economía francesa y también, y muy especialmente, la extendida presión de los países árabes hermanos norafricanos sobre la metrópoli.
Veamos ahora que pasa mientras tanto en nuestro Continente. En enero de 1959 y en plena guerra argelina, se produce la Revolución de los barbudos en la Isla de Cuba y Fidel llega a la Habana. Han contado con un evidente guiño de los EEUU y también con el apoyo entusiasta de las clases medias del continente que los reconocen como expresión de una rebelión de fuertes tonos estudiantiles y parte de los movimientos que a lo largo de la América Latina derrumban dictaduras que los liberales y la izquierda insisten con torpeza y mala fe, en identificar sin mayores distinciones: Perón, Batista, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, etc. Son los franceses los primeros en reconocer que en esa época los norteamericanos no tenían la menor idea del tipo de guerras que se avecinaban y que doctrinariamente se hallaban todavía en la guerra de Corea… Por el contrario, la primera misión francesa en la Argentina para transmitir los conocimientos de la contra insurgencia, se instala en los Estados Mayores a finales del año 59, poco antes de que el Gobierno de Frondizi declarara el Plan Conintes. El injerto de las nuevas doctrinas francesas prende rápidamente en el Ejercito Argentino bajo el impulso del Coronel Rosas, al que sorprendentemente los medios liberales y de izquierda considerarán siempre como personaje progresista y confiable.
Sin embargo, y por sometimiento a un patrón ideológico de indudable influencia soviética que enfatizó el enfrentamiento con el imperialismo norteamericano, nuestra izquierda vernácula negará obstinadamente durante aquellos años a la escuela francesa, ignorará sus misiones de capacitación sobre nuestras FFAA y establecerá un marco de enfrentamiento global que tendrá a Cuba y a su revolución socialista como referencia fundamental de nuestras propias luchas. Nuestros fracasos de los años setenta serían entonces, a mi entender, la consecuencia obligada de aquella ceguera y el resultado inevitable de no querer comprender ni reconocer la naturaleza de los procesos de liberación nacional que, en la Argentina, referían a las luchas históricas del movimiento peronista. Yo me formé militarmente tanto en Cuba como en China popular. Puedo dar testimonio de la precariedad técnica y en especial doctrinaria de aquella capacitación que se recibía, y que más parecía destinada a las guerras del siglo anterior que a las luchas que se avecinaban. Ahora, con los años transcurridos, se destaca con mayor nitidez la irrecusable superficialidad de los modelos foquistas y militaristas que condujeron a una generación al holocausto. Reconozcámoslo, jamás podríamos haber vencido en los años setenta por el camino que emprendimos o al que nos indujeron… caminos que ignoraron con torpeza los propios caminos emprendidos por los pueblos y que aún peor todavía, en la obstinación de enfrentar al aparato enemigo con el propio aparato revolucionario, subestimaron trágicamente la disposición del enemigo a un enfrentamiento total, sin marcos temporales y sin límites en la aplicación sistemática del terror tanto sobre los cuerpos como sobre las poblaciones.
Soy perfectamente consciente de la importancia y de la gravedad de mis razonamientos. Y desafío a cada cual a que saque sus propias conclusiones. A treinta años de aquellos días, China nos compra crecientes masas de Soja transgénica para forrajes, invierte en nuestros ferrocarriles para el transporte de la soja y se erige como la primera economía planetariay capitalista del siglo XXI. Mientras tanto Cuba, ahora nuevamente afamada por sus mujeres y sus playas, exporta transgénicos al tercer mundo y sigue siendo la referencia obligada del pensamiento de izquierda en el continente… Muchos de aquellos revolucionarios de los setenta hoy están en el Gobierno, lo cual no significa que estén poniendo en práctica el socialismo que entonces se proponían a contrapelo de las circunstancias, sino más bien todo lo contrario… Hoy ellos, que jamás intentaron una reflexión sobre las propias luchas fracasadas, administran las deudas externas, la pobreza y las relaciones con las transnacionales, cuando no apuestan en cambio, a las relaciones de libre mercado con los EEUU, tal como ocurre actualmente con los gobiernos socialistas de Chile y del Uruguay. Los revolucionarios de los años setenta hemos sido convenientemente indemnizados, los prisioneros del Conintes y de la Resistencia Peronista continúan en cambio muriendo en la miseria y en la desesperanza. Repito: que cada cual saque sus propias conclusiones... Y ojalá en vez de ponerle palabras a los puntos suspensivos del discurso político, como hacen actualmente, muchos de nuestros intelectuales, vuelvan a ser la conciencia lúcida que alguna vez pretendieron ser y recojan estas reflexiones y estos interrogantes surgidos de las propiasexperiencias de vida, de la necesidad de reencontrar caminos hacia un mundo mejor y de las certezas de que ese porvenir es posible sólo si hallamos las claves para comprendernos a nosotros mismos.
Autor: Jorge Eduardo Rulli
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