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La memoria de la Otra Europa

Bernard Shaw

Bernard Shaw

El Premio Nóbel de 1925, no era solamente uno de los dramaturgos más brillantes de la historia moderna, sino asimismo uno de los genios más excepcionales e interesantes que conoce la cultura fáustica. Irlandés de nacimiento, pero inglés de pluma y corazón; ingenuo protector y amigo de toda suerte de animales - acaso debiera colocarse esta inscripción sobre su tumba como la de cuño similar que recuerda a Axel Munthe en la villa de San Michele de Capri-, pero implacable enemigo de los filisteos de la época; ibseniano empedernido, pero wagneriano anímico; sexageriano ya cuando en su obra maestra exalta a la juventud eterna e ideal encarnada en una alouette de Domrémy cuyo espíritu se identificó de la más prodigiosa de las maneras; éste es el hombre a quien no le importó convertirse en discípulo de Wagner y en su Juan Bautista británico: Bernard Shaw.

Shaw nació en Dublín en 1856; a los quince años dejaba ya de ser un recibo de Colegio para convertirse en oficinista; de ahí nacería su vocación socialista que más tarde había de cuajar en diversos ensayos. A los veinte, abandona el chupatintado para dedicarse a las Letras.

Escribió primero cinco novelas, de las que ninguna vio la imprenta; luego, pasó a ser crítico literario y musical en varios diarios de Londres, ciudad a la que se había trasladado y que se convertiría en su feudo, en su ridiculizado y despreciado feudo. No obstante su fecundo paso por la crítica de Arte, abandonó ésta cuando, después de asistir a una representación de "Casa de muñecas", decidió, fuertemente impresionado por el teatro ibseniano, ser dramaturgo. Su carrera como tal sería prolija en obras y de alta calidad, y a su nacimiento asistieron dos genios que fueron sus padres literarios y los presidentes de su vida ideológica: Henrik Ibsen y Richard Wagner.

Shaw no solamente adoptó los Weltanschauugen de éstos, transladando sus situaciones y sus fines dramáticos de sus propias obras, sino que también comentó sus producciones, de las que era experto conocedor. De ahí nacieron sus ensayos "The Quintessence of Ibsenism" ("La quintaesencia del Ibsenismo") y "The perfect Wagnerian" ("El perfecto wagneriano") . Si con el primero iniciaba su defensa de Ibsen en particular y de la nueva literatura nórdica, en general que le conduciría a aceptar el Premio Nobel con la condición de utilizar su anexo en metálico en la creación de una sociedad cultural que la propagara ("Fundación literaria Anglo-Sueca") con el segundo, además de defender y comentar a Wagner, se alineaba junto a los grandes escritores wagnerianos -Nietzsche, Baudelaire, Liszt, Chamberlain… con cuyos escritos valdrá la pena un día ver recopilada esta obra, escrita en 1898, y que desgraciadamente aún no se ha traducido al español.

Su firme wagnerismo condujo a Shaw no solamente a ello, sino asimismo a reflejar el espíritu de los dramas wagnerianos en los suyos propios. Así, encontramos que cita en innumerables ocasiones al titán de Bayreuth. En el prefacio a "Fascinación" ("The Philanderer"), escribe: "…el Teatro de los Festivales de Bayreuth no hubiese llegado a existir, de no haber sido por la Tetralogía de los Nibelungos, de Wagner", y más adelante expresa este pensamiento de neta índole wagneriana, y una de las bases del drama musical: "Y los lectores de Ibsen y Maeterlinck, los que en el piano estudian a Wagner, han de saber que pueden apreciar plenamente la fuerza de una obra maestra dramática sin la ayuda del teatro". En el prefacio a "El discípulo del Diablo", dice, refiriéndose a su wagneriana costumbre de autoanalizar su obra:

"Escribo prefacios como lo hacían Dryden, y disertaciones como hacía Wagner, porque puedo", y cuatro páginas después afirma rotundamente: "Nadie escribirá jamás mejor tragedia que la del Rey Lear, ni mejor comedia que Le Festin de Pierre o que Peer Gynt, ni mejor ópera que Don Giovanni ni mejor drama musical que El Anillo del Nibelungo". Hay también alusiones a los dramas de Wagner propiamente dichos, y así dice en el prefacio a "La casa de las penas": "... amazonas intrépidas que se dormían a los primeros acordes de Schuman nacían, horriblemente desplazadas, en el jardín de Klingsor", y en la misma obra, cuando uno de los personajes, Mistress Hushabye, quiere describir una noche maravillosa a su acompañante se expresa de esta manera: "Venga Alfredo, verá que luna más hermosa. Es una noche como en "Tristán e Isolda".

Estas y otras citas rozan no ya la anécdota, sino lo ideológico de su nexo wagnneriano; veamos sino cómo Shaw se manifiesta contra el materialismo al decir: ". . . teniendo en sus estantes a Butler, Bergson y Scott Haldane junto a Blake y otros poetas mayores (para no hablar de Wagner y los poetas menores). la Casa de las penas no fue tan segada por el lerdo materialismo de los laboratorios como el mundo inculto del exterior".

Shaw, como Wagner, fue vegetariano a causa de su amor a los animales, lo que le obligó a soportar innumerables chanzas y burlas, aunque ello no le impidió alcanzar la respetable edad de 94 años. Esta sensibilidad con respecto a la especie animal no merece ser juzgada como un sentimentalismo del que siempre estuvo alejado, toda vez que preconizaba, como Nietzsche, el triunfo de los fuertes sobre los débiles y los tarados, y era partidario de la "Fuerza Vital" y la "Evolución Creadora", conceptos que oponía al materialismo darwinista y en los que se integra buena parte de sus obras, como "Hombre y Superhorribre" y, sobre todo, y como ha apuntado Spengler, "La Comandante Bárbara".

Shaw creía que el capitalismo, que fundaba su existencia en la inmoralidad y el robo explotador, debía morir para dar paso a un socialismo ético, de corte nacional y sin relación alguna con el capitalismo de Estado marxista y, como Wagner, defendió esta idea regeneradora en sus escritos y en la práctica, pues de igual modo que el poeta-músico prestó su brazo a la revolución de 1848, él se adscribió a la ideología fabiana.

Shaw, como Wagner, creyó en que había que emancipar a la mujer y elevarla al rango de protagonista del drama de la vida, y como Wagner y como lbsen defendió esta idea y la trasladó al ámbito del teatro. Si Wagner había abierto una senda revolucionaria al señalar que el camino de la redención del hombre pasa por el amor de la mujer y otorgó a ésta la capacidad de abrir el espacio infinito a aquél en el rol de Senta ("El Holandés Errante"), de Elisabeth ("Tannháuser"), de Brünnhilde ("El Anillo del Nibelungo"), de Isolda ("Tristán"), Shaw unió esta vocación redentora a la fuerte personalidad de la Nora ibseniana ("Casa de muñecas"), en Santa Juana, un tipo femenino que a la vez es nietzschiano, wagneriano, shopenhaueriano e ibseniano, porque el prototipo del "superhombre" esto es, del héroe, porque es espiritual como Elisabeth, porque en ella ha muerto la voluntad de vivir como en Brünnhilde y en Isolda, porque tiene la férrea y dominante voluntad de las mujeres de lbsen. Ello a la vez en una mujer paradójicamente grácil y diecinueveañera que es la palanca para una exaltación patética del idealismo y de la lucha individual, que tiene como telón de fondo el Medioveo, al que presenta románticamente erguido por encima de sus abominables lacras la Inquisición y el feudalismo que él mismo denuncia, sin perjuicio de alterar un soplo de esa "atmósfera medieval" que él echaba de ver en las obras de Shakespeare, porque sabe que hoy tienen sus correspondencias sociopoliticas.

Autor: Ramón Bau

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