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La memoria de la Otra Europa

Literatura

Vanguardia Nacional-Revolucionaria. Documentos, textos y material gráfico

Vanguardia Nacional-Revolucionaria. Documentos, textos y material gráfico

 

Orientaciones:

En el año 2000 se lanzó la primera edición de este libro que tienes en tus ma­nos, una edición reducida que hizo que muy pronto se agotara y que a día de hoy, muchos de sus poseedores tengan este trabajo casi como un objeto raro para coleccionistas. Posteriormente, en el año 2003 se hizo otra pequeña edición en apoyo solidario a Ediciones Nueva República por los hechos represivos acaecidos contra esta editorial ese mismo año. [...]

Asumimos lo hecho para bien y para mal, recordamos todos y cada uno de los episodios vividos en nuestra militancia en VNR, nuestro ánimo desbordante, nuestro sentido del deber, del trabajo y de la camaradería, los sinsabores y las alegrías, los sacrificios y los muchos buenos momentos pasados. [...]

Quizá tengan que ser otras las trincheras, seguro que habrá que trabajar de otra manera, pero la mirada al pasado reciente habrá de servir para tener una mejor óptica en la lucha del futuro.

[del prólogo de Pedro Alonso]

“Vanguardia Nacional-Revolucionaria. Documentos, textos y material gráfico”, compilación de Jorge Giménez

NOVEDAD

1ª edición, Barcelona, 2012

21×15 cms., 256 págs.

Cubierta a todo color y plastificada brillo

PVP: 20 euros

Próximamente: Los apaciguadores

Próximamente: Los apaciguadores

 

Ediciones Nueva República

Miguel Serrano: La muerte de Ezra Pound

Miguel Serrano: La muerte de Ezra Pound

Ezra Pound murió en Venecia el 2 de noviembre de 1972, menos de cinco meses después de nuestra entrevista. Me encontraba en España, recorriendo esa dura y antigua tierra. Había visitado Ronda, en el sur, la ciudad sobre el abismo, donde Rilke viviera por un tiempo. Estuve leyendo sus cartas en el pequeño museo que los españoles le han dedicado en el hotel que habitara. Sus cartas de amor a Lou Salomé, también amada e inspiradora de Nietzsche. Reflexionaba que los españoles han rendido homenaje a este poeta universal, que pisara por breve tiempo su suelo lleno de historia y de leyenda. Seguí luego hacia el norte, a una ciudad pequeñita, cercana a Madrid, Medinaceli, donde el Cid buscara refugio en el destierro, ciudad de piedras y ruinas, romana y visigoda, pesada de misterio ibérico, quizá céltico, druídico. Está empinada sobre una colina y mira a un mar seco, árido, de olas parduscas, amarillas, lunares, como la visión de un planeta muerto. A veces, en el horizonte lejano, aparece un árbol solitario, colocado allí por la belleza, por ese alguien que se goza en ordenar el paisaje de Castilla para luego contemplarlo desde la cumbre de Medinaceli, a través del viejo Arco Romano, resto de una antigua fortaleza.

 ..... Me enteré de la muerte de Ezra Pound en Madrid, en los periódicos. Los españoles le rendian sentido homenaje. Eugenio Montes refería el entierro en Venecia, donde me transportaba con la imaginación nuevamente, hasta su casita de la calle Querini, viéndole ahora ir en su último viaje en góndola oscura, por los canales, hasta el cementerio de la isla de Saint Michele. El periodista Eugenio Montes contaba que en la última entrevista que tuvo con el poeta -hace muchos años, seguramente-, éste le había preguntado: "¿Cantan aún los gallos del Cid al amanecer en Medinaceli?". Y agregaba que Pound había visitado Medinaceli en 1906, siguiendo la ruta del Cid. Pound amaba el poema del Cid, que consideraba superior aun a la Canción de Rolando. Había viajado a España para rehacer el antiguo camino del "Campeador". De este modo había llegado a ese misterioso pueblito de las alturas, que se conserva como en el medioevo.
..... De nuevo me encontraba en un cuarto de hotel, en Madrid ahora. Era de noche y quise continuar el diálogo, interrumpido en otra noche de Venecia, con el fantasma de mi amigo, ya desprendido en definitiva. Y el fantasma vino y se sentó en una silla, no sé dónde, de seguro no allí en ese cuarto de hotel, y se puso a hablar, a hablar, como no lo haría hace tanto tiempo. Estaba otra vez joven y recitaba poemas cósmicos, decía cosas inmortales, bellas, inmensas, como la ciudad de Venecia, como el paisaje de Castilla, como las montañas de la Luna. Yo escuchaba y olvidaba. Porque todo eso se olvida, y no se debe recordar.

Un monumento en Medinaceli

..... Días después volví a Medinaceli. Me enteré que allí vivía un chileno, el profesor Fernando de Toro Garland. Conversamos. Me habló también del artículo de Eugenio Montes y de las palabras de Pound sobre los gallos del Cid. Se le había ocurrido la idea de sugerir a las autoridades españolas erigir un monumento a Pound en Medinaceli, que registrara esa frase y el paso por allí del gran poeta americano al comienzo del siglo. Le animé en su empeño. Desde ese momento estuvimos en contacto personal o por carta. Seguí así todas las vicisitudes de sus esfuerzos. Las autoridades españolas del pueblo y varios amigos de Madrid colaboraron con entusiasmo. Labradores, picapedreros con sus mulas, transportaron una enorme piedra de los montes celtíberos, descascarada por los milenios, a través de las nieves del crudo invierno. Herreros del medioevo forjaron letras simples y antiguas para ser enclavadas en la piedra, con la frase de Pound: "¿Cantan todavía los gallos del Cid al amanecer en Medinaceli?".
..... Se eligió la más bella plaza de la ciudad de las alturas (Medina en árabe significa ciudad; celi es cielo), y, allí bajo un árbol añoso, se enclavó la piedra. Será también una fuente, porque el agua correrá por su arrugada y resquebrajada superficie. Esa piedra es como el rostro de Pound en sus últimos años. Se eligió el día 15 de mayo de 1973, día de San Isidro y de los festivales de la ciudad, para la inauguración del monumento. Me encargué de que Olga Rudge, la compañera de Ezra Pound, pudiera ir. Olga tenía setenta y ocho años y no iba a parte alguna. Pero fue a Medinaceli.
..... Vinieron ese día poetas jóvenes españoles desde Madrid, con Jaime Ferrán, traductor de Pound. Se hallaban presentes en Medinaceli también algunos norteamericanos y pintores que allí viven. Y todo el pueblo vestido de día de fiesta, con sus trajes cuidados, con sus boinas, sus bastones de pastores, sus bordones de peregrinos de las alturas, sus rostros nobles, de roca castellana, sus hijos, sus nietos, que ya parten a las grandes urbes de la planicie, ciudades sin poesía. Todos estaban allí para rendir homenaje a ese poeta de otras tierras, de otros mundos, que ellos nunca conocieron, que no leyeron -porque muchos no saben leer-, pero que conocen desde dentro, con su alma de roca, que se parece al rostro del poeta muerto, del poeta ecuménico. Se encontraban allí los perros y las mulas que acompañaron y trajeron la piedra, estaba el herrero, el cura, el guardia civil, y el vino y el agua y el pan, la yerba y los pájaros de Medinaceli, de la Vieja Castilla. También estaban los gallos del Cid y Pound. De esos dos guerreros desaparecidos.

Los signos celestes

El dia anterior supe que debia hablar en el homenaje Olga Rudge quería que yo dijera algo en ese momento. ¿Qué cosa? ¿Qué decir que pudiera parecerse al silencio de Pound y de la Ciudad de Cielo? De amanecida me fui a caminar por las calles de la ciudad muerta, entre ruinas. Llegué a la plazuela del monumento y me senté bajo el árbol, junto a la roca. Llevaba conmigo un libro recién publicado en Barcelona por la Editorial Barral: Introducción a Ezra Pound, con traducciones y comentarios de Carmen R. De Velasco y Jaime Ferrán. Lo abrí y leí: "La piedra bajo el olmo / tomando forma ahora / curva la piedra en su borde / la piedra que en el aire toma forma..."
..... Era el canto XC. Me detuve perplejo. Pero... ¡aquí está la piedra y, precisamente, éste es un olmo! Nadie lo había pensado antes, nadie lo supo. Esto se hizo solo. Pero... ¿se hizo en verdad solo? Recordé la frase de Nietzsche: "Las cosas vienen a nosotros deseosas de transformarse en símbolos". Y Rilke: "¿Qué otra cosa quieres tú, mundo, sino transformarte en invisible dentro de nosotros?".
..... O bien, los sueños se hacen visibles fuera de nosotros... Esto es lo que Jung llamó "sincronismo", "coincidencias", "fenómenos acausables", y Nietzsche, "azares llenos de sentido". Puro "sentido", pura "magia", puro milagro, en verdad, todo y nada. ¿Quién dirige esto? ¿Quién lo ha ordenado? ¿Acaso el mismo Pound? ¿O ese Ser que compone el paisaje, según el más alto sentido de la belleza, que hace crecer allí un árbol en el horizonte de Castilla, para que pueda ser contemplado desde la altura a través de un arco de piedra en ruinas? Ese Ser, emocionado, "tocado" por la belleza o la profundidad de los pensamientos, de los sueños, de los versos de un hijo del cielo y de la tierra, quiere así manifestarse cuando él vuelve a su seno. ("La naturaleza imita el arte"). Tal vez sea la misma tierra, la Madre Tierra, el Espíritu de la Tierra. Cuando Jung murió, estalló una tormenta inesperada en esa época del año y un rayo cayó sobre el árbol bajo el cual se sentaba, marcándolo para siempre. Cuando Ezra Pound murió, las cosas, la roca, el árbol, la naturaleza, recitaron un poema suyo, se ordenaron como uno de sus versos: "La piedra bajo el olmo...".
..... Y aún más:
..... "Ha penetrado el árbol en mis manos, / la savia por mis brazos ha ascendido / el árbol en mi pecho se hizo grande, / hacia abajo, / salen de mí las ramas como brazos. / Árbol eres, / musgo eres, / eres violeta que acaricia el viento... / Mueren los árboles y el sueño permanece".
..... En la tarde del día del homenaje, en presencia de todo el pueblo, como he dicho, también de la heroica compañera de Pound, se descorrió la bandera de España que cubría el monumento, el "rostro", la "piedra bajo el olmo". Y, entonces, en el olmo cantó un mirlo. Y el pueblo comentó el suceso y lo seguirá comentando por mucho tiempo, porque los habitantes de esas viejas ciudades en ruinas, de los pueblos de antaño, son como los griegos de la leyenda, como los celtas y los druidas, descubren en el canto de un pájaro, en un día de auspicios, un echo digno de ser interpretado y que llena así sus vidas hasta la muerte.
..... ¿Qué más puede desear un gran poeta que sus poemas sean recitados por las cosas? ¿Qué más puede desear que un mirlo cante en su homenaje?

¿Qué más puede desear un gran poeta que sus poemas sean recitados por las cosas? ¿Qué más puede desear que un mirlo cante en su homenaje? ¿Qué prueba mayor puede darse de que un hombre es grande, de que un poeta lo es, que el cielo, o la naturaleza, se manifiesten así para confirmarlo?

..... Aún canta un mirlo en Medinaceli. Y canta por Ezra Pound.

A treinta y cinco años del fallecimiento del poeta norteamericano, el escritor chileno Miguel Serrano recuerda un emotivo acto celebrado en su memoria en Medinaceli, España

Fuente

Lectura de verano: Los chicos de la calle Paul (1906)

Lectura de verano: Los chicos de la calle Paul (1906)

Los chicos de la calle Paul FERENC MOLNÁR

Revista Vanguardia: Rafael Garcia Serrano (1987)

Revista Vanguardia: Rafael Garcia Serrano (1987)

 

Rescatada del baul de los recuerdos por Pintan Bastos la entrevista que desde Vanguardia se hizo al maestro Rafael Garcia Serrano.

“El exceso universitario actual me parece demagógico, contraproducente. El hecho de considerar una serie de carreras como universitarias, en vez de ser objeto de una escuela especializada, no tiene el menor sentido. Por otra parte se ha perdido no solo la disciplina, si no también la educación, lo que en mis tiempos llamábamos urbanidad; el tuteo entre catedráticos y alumnos, con el que se pretende una especie de camaradería me parece absolutamente falsa. En cuanto al profesorado, no soy quien para juzgarlo, pero no encuentro figuras equivalentes a las que nosotros tuvimos: Ortega, Unamuno…”

“No cabe duda acerca de las similitudes entre Falange y otros movimientos surgidos en Europa a partir de los años 20. Hay una coincidencia en el tiempo, y una coincidencia en una idea que se produce simultáneamente en varios países: es la idea de nacionalizar la izquierda. Mussolini es un socialista que se afirma en lo nacional. Hitler es un nacionalista que se “socializa”. La Falange surge en este periodo y toma de ellos algunos símbolos. El fascismo estaba en el aire, todos los movimientos nacionales nacieron un poco en función de el por ser el primero.”

“En cada época hay unos signos determinados. Entonces la fe católica era fundamental en los partidos políticos de derecha. Sin ser católico no se podía ser de “derechas”. La falange fue el primer partido no de izquierdas que afirmó la necesidad de la separación entre iglesia y estado. Nos llamaron paganos.”

“La Falange actual, con el mayor de mis respetos para sus dirigentes actuales, es un movimiento que no tiene la atracción que tuvo la llamada que en el 33 hizo José Antonio a la juventud de su época. Es un movimiento desgastado por los años, del que mucha gente no conoce ni siquiera sus principios primarios, siendo confundidos con otras cosas.”

“Aquella España era más hirsuta que esta, menos acostumbrada a comer, y eso quizás provocase una irritabilidad más a flor de piel que hacia que los problemas se sustanciasen más fácilmente a golpes que hoy.”

“Franco ni era falangista ni lo fue nunca. Yo creo incluso que el nacional-sindicalismo no le sonaba demasiado bien en los oídos; él estaba acostumbrado a otro tipo de melodías más antiguas.”

“No he conocido una España sin censura. Ahora es mucho más sutil. Cuando algo no interesa, el sistema lo silencia.”

Declaraciones aparecidas en la entrevista realizada a Rafael García Serrano en el Nº4 de la revista VANGUARDIA, 1987

León Felipe: El Hacha (elegía española)

León Felipe: El Hacha (elegía española)

 

 

A los caballeros del Hacha,
los cruzados del rencor y del
polvo...
todos los españoles del mundo.

II

¿Por qué habéis dicho todos
que en España
hay dos bandos,
si aquí no hay más que polvo?
En España no hay
bandos,
en esta tierra no hay bandos,
en esta tierra maldita no hay
bandos.
No hay más que un hacha amarilla
que ha afilado el rencor.
Un
hacha que cae siempre,
siempre,
siempre,
implacable y sin
descanso
sobre cualquier humilde ligazón:
sobre dos plegarias que se
funden,
sobre dos herramientas que se enlazan,
sobre dos manos que se
estrechan.
La consigna es el corte,
el corte,
el corte,
el corte
hasta llegar al polvo,
hasta llegar al átomo.
Aquí no hay bandos,
aquí
no hay bandos
ni rojos
ni blancos
ni egregios
ni plebeyos
ni
plebeyos
Aquí no hay más que átomos,
átomos que se
muerden.
España,
en esta casa tuya no hay bandos.
Aquí no hay más que
polvo,
polvo y un hacha antigua,
indestructible y destructora,
que se
volvió y se vuelve
contra tu misma carne
cuando te cercan los
raposos.
Vuelan sobre tus torres y tus campos
todos los gavilanes
enemigos
y tu hijo blande el hacha
sobre su propio hermano.
Tu enemigo
es tu sangre
y el barro de tu choza.
¡Qué viejo veneno lleva el río
y
el viento,
y el pan de tu meseta,
que emponzoña la sangre,
alimenta la
envidia,
da ley al fratricidio
y asesina el honor y la esperanza!
La
voz de tus entrañas
y el grito de tus montes
es lo que dice el
hacha:
«Éste es el mundo del desgaje,
de la desmembración y la
discordia,
de las separaciones enemigas,
de las dicotomías
incesables,
el mundo del hachazo… ¡mi mundo!,
dejadme trabajar.»
Y el
hacha cae ciega,
incansable y vengativa
sobre todo lo que se congrega
y
se prolonga:
sobre la gavilla
y el manojo,
sobre la espiga
y el
racimo,
sobre la flor y la raíz,
sobre el grano
y la simiente,
y
sobre el polvo mismo
Mi grano y la simiente.
Aquí el hacha es la ley
y
la unidad el átomo,
el átomo amarillo y rencoroso.
Y el hacha es la que
triunfa.


V

Español,
más pudo tu envidia
que tu
honor,
Y más cuidaste el hacha
que la espada.
Tuya es el hacha,
tuya.
Más tuya que tu sombra.
Contigo la llevaste a la Conquista
y
contigo ha vivido
en todos los exilios.
Yo la he visto en América
--en
México y en Lima--,
Se la diste a tu esposa
y a tu esclava
y es la
eterna maldición de tu simiente.
Tuya es el hacha, ¡el hacha!,
la que
partió el Imperio
y la nación,
la que partió los reinos,
la que parte
la ciudad
y el municipio,
la que parte la grey
y la familia,
la que
asesina al padre.
--¡Alvargonzález,
Alvargonzález, habla!--
Bajo su
filo se ha hecho polvo
el Arca,
la casta,
y la roca sagrada de los
muertos
el coro,
el diálogo
y el himno
el poema,
la espada
y
el oficio
la lágrima,
la gota
de sangre
y la gota
de alegría
Y
todo se hará polvo,
todo,
todo,
todo
polvo con el que
nadie
¡nadie!
construirá jamás
ni un ladrillo
ni una
ilusión.


VII

-¡Eh, tú, Diego Carrión!
¿qué insignia es
esa
que llevas en el pecho?
--El haz de flechas señorial.
--¿Y tú, Pero
Vermúdez?
--La estrella redentora y proletaria.
Españoles,
«dejémonos
de burlas».
No es ésta ya la hora de la farsa.
«Vámonos poco a
poco,
que en los nidos de antaño
no hay pájaros hogaño.
Yo fui
loco
y ya estoy cuerdo.»
Nadie tiene aquí lágrimas
¡pero tampoco
risas!
Aquí no hay lágrimas
ni risas
Aquí no hay más que
polvo.
¡Quitaos esas máscaras!
Nuestro símbolo es éste: el
hacha.
Marcaos todos en la carne del costado
con un hierro
encendido,
que os llegue hasta los huesos
el hacha
destructora
Todos,
Diego Carrión,
Pero Vermúdez,
todos
El Hacha
es la divisa.
Y vamos a dormir,
a descansar en el polvo,
aquí,
en el
polvo y para siempre.
No somos más que polvo.
Tú y yo y España
no somos
más que polvo.
Polvo,
polvo,
polvo
Nuestra es el hacha,
el hacha
y el desierto
el desierto amarillo
donde descanse el hacha,
cuando no
quede ya
ni una raíz,
ni un pájaro,
ni un recuerdo,
ni un
hombre
España,
¿por qué has de ser tú madre de traidores
y engendrar
siempre polvo rencoroso?
Si tu destino es éste,
¡que te derribe y te
deshaga el hacha!

Juan Pablo Vitali: El último lobo de Europa

Juan Pablo Vitali: El último lobo de Europa
El último lobo de Europa duerme en la floresta. Ha recorrido mucho, ha atravesado los milenios. Ahora es el último y lo sabe. Uno a uno fueron cayendo todos sus camaradas.
 
El lobo recuerda quiénes han sido sus perseverantes enemigos y duerme y sueña con cada uno de ellos. En el sueño crece el recuerdo de las legiones, de todos los hombres hermanos que ardieron en las profundas planicies y que hablaban con los lobos, cuando solían encontrarse en el recodo de un sendero, en un desfiladero o bajo un bosque de robles. Mucho fue lo que hombres y lobos dialogaron a través de los siglos. Guerreros y lobos se juraron lealtad y recordarse siempre cuando uno de ellos sucumbiera, cuando uno de ellos fuera definitivamente el último.
 
El lobo tiembla ahora en su madriguera. Tiene frío. Recuerda cosas que la sangre trae desde lejos. Ve reyes, caudillos…sueña con antiguos bosques, con resistencias desesperadas. Ve las ciudades vacías de Europa, los barcos que zarpan y los barcos que regresan. Pero sobre todo, vuelve siempre a soñar con el corazón de su tierra.
 
Se sabe el último y se pregunta, si todavía habrá hombres en Europa. Hace mucho que el lobo no ve hombres en Europa. No quiere verlos porque fueron ellos quienes lo han puesto en esta cruel situación: los últimos hombres, los decadentes. Antaño enarbolaban su imagen en los estandartes, y una vez tuvieron a una loba como madre, los fundadores de la ciudad de Roma. Pero ya no. Los europeos ya no quieren lobas ni ciudades. Ahora se amamantan de otra leche, sucia y agria. Y ya no tienen ciudades, porque las han vendido.
 
El último lobo de Europa sueña en la profundidad de la floresta. Se sabe el último y se pregunta ¿Habrá alguna vez nuevamente hombres como lobos, en nuestra amada Europa casi muerta?
 
Juan Pablo Vitali
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última
 
Jorge Luis Borges 

Pierre Drieu La Rochelle: La última carta

Pierre Drieu La Rochelle: La última carta

 

Mi querido Jean:

 Te quiero mucho, lo sabes, como hermano y como amigo, y siento darte tal disgusto. Pero como comprenderás, estoy obligado a hacer lo que voy a hacer.

Siempre he lamentado que el hombre no haya alcanzado la plenitud y que el artista no sea un hombre de acción. En algunos momentos, he sentido la dolorosa desazón por no ser más que la mitad de un hombre: de no haber tenido estas tres o cuatro pequeñas enfermedades y el miedo a ser relegado a ciertos trabajos subalternos, me habría alistado en las Waffen SS.

Siento la placidez de mezclar mi sangre con la tinta y convertir, bajo todos los puntos de vista, la tarea de escribir en algo serio. Claro, no hay peligro de muerte, pero esa seriedad acabará por saldarse de una manera definitiva.

Aunque hubiese sido el escritor más importante y mi trabajo me hubiese deparado un gran sufrimiento, siempre habría sido mejor que esta muerte voluntaria.

Hay cosas que deben morir en la Europa de estos tiempos que corren. Y no quiero sobrevivir a ellas. Quiero dejar bien claro mi apego. Jamás fui germanófilo, pero consideré que Alemania, para bien o para mal, ha representado gracias al hitlerismo algo que creo concernía a una cierta Francia nórdica, normanda, gala o franca y a la que pertenecemos.

Una cierta presencia, un cierto estilo, una cierta mezcla de aristocratismo y llaneza, lo esencial de la monarquía, la aristocracia y el pueblo.

Desde 1929 me consideré definitivamente socialista y confiaba en que el hitlerismo llevase a cabo el socialismo, de una manera consciente o no. Creía que la guerra lo obligaría a ello; aunque fue todo lo contrario: la guerra hizo que lo dejase de lado.

Tan sólo creo en los grandes hombres en tanto que mitos: Hitler no ha estado a la altura, pero los otros —como Napo[león]—, tampoco.

A partir de ahora, parte de esos valores estará representada por Rusia. No creo en el comunismo ni tampoco en el nacionalsocialismo. He combatido durante demasiado tiempo al comunismo en Europa como para unirme a sus filas. Lo saludo, pero me voy; y además no me fío ni un pelo de los comunistas franceses.

Me alegra la idea de irme, ya que he despreciado mucho a los franceses y me parece que ahora los despreciaría aún más. ¡Pobre De Gaulle! Quizás sea injusto despreciar a los franceses; a todos los pueblos les llega su hora.

He ido hasta lo más profundo de mi nación, de todas las naciones. Más racista que nacionalista.

Ojalá hubiera sido inglés o alemán o ruso —nórdico al fin y al cabo—. Francia está demasiado mezclada con lo meridional.

En el fondo, la política siempre fue algo secundario para mí; mis reflexiones más graves se centraban en la filosofía religiosa: en ella he hallado un placer enorme y definitivo durante estos últimos años. No en vano, gracias a sus enseñanzas, considero fácil esta despedida. Me considero preparado para emprender la marcha.

Me alegra acabar así, en la plenitud de mi consciencia ante los embates de la enfermedad —cada vez más cercana— y la vejez.

He superado el cristianismo y me siento movido hacia esa cumbre en la que confluyen las otras grandes religiones. Me siento henchido de pensamiento ario (hindú, griego) y el islam y el cristianismo son tan sólo meros complementos, pruebas.

Me mato: ninguna ley superior lo acepta; todo lo contrario. Mi muerte es un sacrificio libremente consentido que me evitará ciertas debilidades, ciertas inmundicias. Y sobre todo, no estoy dispuesto a ofrecer mis últimos días a la política (la prisión, etc.), pues me abstraería de mis ideas más elevadas, a las que quiero dedicar estos instantes.

No creo ni en Dios ni en el alma. Creo en la eternidad de un principio supremo y perfecto para el que el mundo no es más que apariencia vana. Una apariencia encantadora en la que me he solazado como nadie. He disfrutado de los hombres, las mujeres, las plantas —en especial de los árboles—… de todo —y de las casas, mi querido arquitecto—, pero después de tantos años, me interesa mucho más la esencia que se oculta tras todo eso. Me he embriagado de manera maravillosa y ahora tan sólo siento una tremenda alegría por dejarlo atrás.

No guardo ninguna queja o arrepentimiento: estoy saturado de apariencias y aspiro a alcanzar la esencia, la esencia de lo indecible.

Aprovecho la ocasión que se me brinda. La amenaza de muerte, tras estos cinco años, me ha hecho vivir con más intensidad y me ha permitido disfrutar y entender todo como no me hubiera sido posible si hubiera optado por una vía más peligrosa, la de la audacia más áspera.

Espero que todo te vaya bien, que reemprendas tu oficio, que no tengas problemas por mi culpa, que puedas desarrollar tus ideas y tu manera de ser como sueles hacer.

Me alegra pensar que te quedarás con mi biblioteca, mis libros y que velarás por mi obra.

Mis amigos te darán cuantas indicaciones precises: Suzanne Tézenas dispone de ciertos papeles e indicaciones para ti.

Christiane, que ha sido maravillosamente buena y tierna conmigo, te verá más adelante y te entregará otras. Siempre te atenderá.

Querido amigo, me hubiera encantado envejecer a tu lado, pero la suerte no lo ha dispuesto así.

Con un abrazo desde lo más profundo de mi corazón y de mi ser,



 

Tu hermano Pierre

 

10 de agosto de 1944

 

Fuente: La biblioteca fantasma