Juan Pablo Vitali: Ciudad de los Césares
El Capitán midió la extensión:
El mundo infinito que ningún hombre de su raza conocía.
Vio el sol mortecino del ocaso, devorando las distancias.
Esa noche durmió sobre el acero del casco
Y sobre el mito.
La noche fue larga.
Estaban solos, como mojones nuevos de una historia recién comenzada.
Sin embargo el territorio ya era propio.
No por el dominio de las armas, que resultaba irrisorio,
Sino más bien, por la voluntad infinita de conquista
Que traía con ellos la memoria de la estirpe.
Un centro inmóvil, gestaba lo que sería luego la expansión de un orden nuevo, indómito, sagrado.
Con ellos llevaban las astillas del dominio, que están todavía
esparcidas y ocultas en sitios imprecisos,
Esperando otros Césares
Otros capitanes de conquista.
Esperan dormidas bajo los hielos andinos,
Cubiertas de nieve, bajo la luz fértil
del lucero,
Que derrite los macizos poco a poco,
Los disuelve
Mientras los hombres afrontan su destino,
Agotan su ansiedad cósmica de ser; de cerrar el círculo
De la última migración,
con la primera.
Buscan el retorno, el fin de los destierros,
De todos los exilios.
La Ciudad está cerca,
Preservada,
Bajo los hielos que se alimentan
del fuego de las almas que esperan,
Que tienen todo el tiempo del mundo para esperar
Mientras la lenta rotación de los astros
Templa el acero dormido del mito.
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