Ernst Jünger: Memorias de un guerrero
Ernst Jünger, filósofo alemán, testigo de un siglo, espectador atónito del abismo más obscuro, impertérrito de los hechos más gélidos… el nihilismo contemporáneo… La muerte de Dios y el ocaso de los ídolos. Sin duda, Es el último sabio de occidente que nos legó todo un acervo vivencial y la más radical experiencia del ser.
Jünger nace en Heidelberg un 29 de marzo de 1845, hijo de Ernst Jünger, farmacéutico, y de Lily Lampl. Alrededor del 1900 asiste a la Escuela de Hannover, luego en Schwarzenberg, para luego volver a Hannover. Recorre diversas escuelas destacándose por ser un alumno de bajo desempeño, pero con un alma inquieta y rebelde que lo impulsó a alistarse en la Legión extranjera y a viajar a Argelia en 1913, situación que tiene una corta diración, ya que es repatriado a Alemania por solicitud de su padre, mas el alma de un guerrero espera ansiosamente una nueva oportunidad, la que le presenta la aparición de la Primera Guerra Mundial, lo que lo conduce a enrolarse, no sin antes inscribir un bachillerato de emergencia en la Universidad de Heidelberg.
Su fecunda mente da fruto a sus primeras reflexiones que se convierten en "catorce cuadernillos" del pensar, que dieron el inicio de una fecunda obra, mas el alma guerrera brilla y desplaza sus tensiones haciendole caer herido en catorce batallas y logrando de esta manera la más alta condecoración para un héroe de guerra.
En Hannover, en el año 1920, tiene sus primeros contactos con el expresionismo donde conoce a los poetas Kurt Schwitters y Klabernal, de paso, publica su primer libro "Tempestades de acero", en el que continúa con una fecunda creación intelectual que incluye poesías, cuentos y ensayos.
Estudia filosofía y biología en la Universidad de Leipzig y continúa estudios de zoología en Nápoles en 1925. Se casa con Gretha von Feinsen y fruto de este matrimonio nace su primer hijo, Ernst. En 1932 tiene una intensa actividad política, actividad heredada desde sus primeros años cuando militaba en grupos nacional-revolucionarios de "Deutsche Wandervogel" dedicando por esos tiempos sus esfuerzos vertidos en numerosas revistas nacionalistas y revolucionarias, tendencia que cristaliza en la llamada "Revolucion Conservadora" y se mantiene próximo a los círculos "nacional-bolcheviques", partidarios de una forma de nacionalismo germano socializante y con políticas de alianza con el bloque del este. Al acceder al poder el nacionalsocialismo, Jünger manifiesta su desagrado con esta nueva doctrina que la juzga plebella y demagógica.
Goebbels hace numerosos intentos por convencer a Jünger a militar en el NSDAP, intento que una y otra vez terminan finalmente con la ruptura entre ambos, dando como resultado la publicación "los acantilados de marmol" en 1939, una clara y directa crítica al nacionalsocialismo.
Tras el estallido de la Segnda Guerra Mundial se enrola en el Ejército, siendo trasladado a Francia, lugar donde toma numerosos contactos con intelectuales de la talla de Picasso y Brague. Se destaca su insesante preocupación por el buen trato a los prisioneros franceces y a los monumentos y a los bienes individuales.
En 1942 publica "Jardines y carreteras", su diario de 1939 a 1940. Ese mismo año, Goebbels le ordena la prohibición de publicar, siendo enviado al frente ruso, donde plasma sus experiencias en el libro "Anotaciones del Caucaso".
Tras el atentado a Hitler, Jünger es apartado de ejército por su amistad con varios implicados en el complot. Finalmente se radica en Kerchhorst, una aldea ubicada en la zona de ocupación inglesa. Se niega profundamente al cumplimiento del cuestionario de desnazificación, por lo cual el mando militar inglés le prohibe publicar. En 1950, se traslada a vivir en Wieplengen, en Suavia, publicando "Sobre la linea", donde homenajea a su amigo Martin Heidegger.
Continúa su fecunda obra publicando numerosas más, como "La emboscadura" (1951), "Visita a Bodenholm" (1952), "El nudo jordiano" (1953), "Viaje a Cerdenal" (1954), "El trabajador" (1964), y otras obras.
Al llegar 1995 recibe un homenaje del mundo, premio que viene a reforzar numerosos premios recibidos en el transcurso de su vida. El 16 de febrero de 1998, en la ciudad de Wilflingen, muere el último testigo de un siglo.
Ernst Jünger, el gran filósofo de este siglo agónico, su vida fue el ideal hecho práxis y carne y sus ideas concentradas en "El trabajador" describe apocalípticamente el fin de esta época.
"La tarea consiste en descubrir el monstruoso proceso de muerte de que somos testigos. Esta muerte concierne al mundo burgués y a los valores que en la medida el burgués mismo es sólo un heredero(1)".
La domesticación burguesa y el hiperindividualismo de la técnica produce que el último hombre, el más feo de todos, según Nietzsche, disponga de grandes medios que contrastan con su mediocridad y su bajeza de la orfandad espiritual de las urbes modernas, donde miles de hombres mueren anónimamente en los hospitales, siendo incorporados al lenguaje del antidios en la forma de prolegómenos epidemiológicos o casuísticas estadísticas, más esta fealdad de hombres sin destino, de números solitarios deambulando por las calles, dispuestos a destruir a otros símiles por un poco de confort o diversión que esconde la gran nada de tristes existencias vacías como el papel blanco. Este hombre que cree a pie juntillas lo que se escribe en los periódicos, pero desdeña leer lo que está escrito en las estrellas, hombre temeroso, cobarde y descomprometido. Este hombre feo y bajo lo describe nuestro poeta será un hombre despierto, activo, desconfiado, sin relación con las musas, será un denigrador nato de todos los tipos superiores, de todas las ideas superiores.
Mas será el mundo de las musas y los misterios lo que reencarne el mundo e incorpore y revitalice la técnica, ahora al servicio del dios impersonal y la soledad más lúgubre. "La enorme superioridad de este reino del arte y de la beneración, podrá proporcionar al mundo de la técnica el milagro del ser y entonces quién sabe qué sorpresas nos estén deparadas".
El mundo de la illustración, la arquitectira de las ciudades sin alma, las torres de vidrio enhiestas contra el cielo gris, las serpientes de la usura con sus colmillos clavados en el corazón de los hombres en fuga, alzan, en el desierto que crece, la bandera de la peste, el dominio univerbal de la decadencia y del nihilismo, mediante la planetarización de la técnica. En las alcanzalas de los soñadores, en el centro del mito, en las fráguas en que se martilla la espada del trabajador, la técnica deja de ser neutral, se carga de un nuevo significado. En al cielo con los dioses, en los reinos subterráneos con los titanes, se forja el centro espiritual en el que rinde la soberanía fáustica: El tiempo del trabajador se concentra y se abisma más allá del interregno y de la catástrofe, en la comarca que ningún enemigo puede hollar o destruir.
¿Pero es que un bebito va a llorar por cualquier dolor? La madre lo regaña con éstas palabras: ¡Qué cobarde! llorar por el dolor de nada. ¿Qué harás cuando en la batalla te corten un brazo? ¿Y qué cuando hayas de hacerte el harakiri?
Autor: Mauricio Castillo Videla. Extraido de la web Nueva Derecha
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