Los precursores: Pierre Drieu La Rochelle
El verdadero socialismo francés
En esta época en la que hay tantas miserias, podríamos inspirarnos en lo que fue el alma del socialismo francés. Quiero referirme al primer socialismo francés, al que nació y creció rápidamente hace justamente un siglo, entre los años 1830-1840, al socialismo de Saint-Simon , de Fourier, de Cabet, de Toussenel (quien descubrió simultáneamente el anticapitalismo y el antisemitismo; se debería reeditar su libro, hoy inencontrable: Les Juifs rois de l’Epoque. Histoire de la Féodalité financière, 1847), de Proudhon .
Este socialismo, que fue calumniado y estrangulado por Marx y los marxistas, no era en absoluto materialista sino humano. Concedía la parte primordial al libre arbitrio y a la voluntad del hombre, y hacía un llamado a la generosidad de sus pasiones y de su amor; se erigía como adversario de cualquier fatalidad en lugar del sometimiento a una dirección histórica que pudiera considerarse ineluctable.
En los primeros años del siglo XX, el espíritu de este socialismo había revivido en el sindicalismo revolucionario de Sorel y de Pelloutier . Una parte de los obreros y de los intelectuales se había reorientado contra la degeneración vergonzosamente rápida en favor del socialismo oficial, en contra del conformismo lóbrego e inerte que ya flotaba entre las filas de la II Internacional.
Desafortunadamente, este hermoso y noble sindicalismo revolucionario no sobrevivió a la hecatombe de 1914-1918, al menos en Francia. Su genio pasa a Italia a través de Mussolini y de sus amigos anarco-sindicalistas.
Sería muy bueno que hoy encontrásemos algo de ello, pues actualmente estamos frente a la convulsa y roída realidad del pan y el carbón –y del alimento espiritual, que es tal vez más difícil y amargo que el alimento corporal.
Y es esta la realidad que sufrimos tanto en el cuerpo como en el alma. Estos dos elementos que evidentemente son inseparables en el ser humano, se mantienen escindidos, desconocidos uno del otro y maltrechos por separado tanto por el marxismo como por el liberalismo. En la comunidad y en cada uno de nosotros han periclitado cada uno por su lado. De allí procede nuestra decadencia, nuestra insensible inadaptación a las inexorables condiciones de la vida, y también la pérdida del verdadero sentido de unidad de pensamiento y acción. De allí también nuestra derrota, nuestro infortunio, nuestra hambre actual. Hambre del alma y del cuerpo. Pero si nuestra alma tiene aún hambre de certeza y dirección, ¡peor para nosotros! Porque es demasiado fácil abastecernos en los almacenes de la devoción y la caridad.
¿Cómo pueden existir hoy día franceses y francesas que ladran, gritan y van por ahí repitiendo: "no sé qué pensar, no sé que creer…los alemanes…los ingleses…"? Cuando hoy es fácil trabajar; cuando para los jóvenes hay campos y para los viejos la Ayuda de Invierno. Los servicios de prisioneros demandan brazos y cerebros.
Frecuentemente recibo cartas de personas que me escriben: "Usted nos la hace buena y nos dice que debemos trabajar, pero ¿dónde está el trabajo?"
Y me obstino y respondo que siempre se puede trabajar, que se pueden reunir varios e inventarse un trabajo –en el campo, si no se puede en la ciudad– sobre cualquier asunto si el que habíamos elegido ya está saturado. Yo mismo, que vivía demasiado irrealmente en mi rincón de escritor y que tenía horror de la febrilidad de nuestro tiempo, me he lanzado a muchas otras tareas. Hago malabares con el teléfono, galopo en el metro, saco chispas por los cuatro pies. Y reencuentro en todas las esquinas personas que se me revelan ingeniosas de manera sorprendente, descubridores sensitivos y casi cómicos que hallan la forma de ocuparse y emplearse, de ganarse el pan y de brindar un servicio a los demás.
Cierto, como nunca antes, éste es también tiempo de intrigantes, de moscas de carruaje, de intermediarios y mercachifles; pero es también el tiempo en el que la gente enaltecida se reordena dentro de la jerarquía de los méritos como lo preconizaba el conde de Saint-Simon, el primer socialista francés. Es el tiempo en que la gente que a primera vista consideramos párvula despliega este "vuelco", esta facultad de imaginar e inventar que encomiaba Fourier, el humilde tendero y filósofo de clóset. Es el tiempo en que los franceses se reagrupan y parten rumbo a la aventura a nuestras campiñas y bosques, tal y como lo soñaba Cabet, el valiente utopista de Icaria. El tiempo en que los funcionarios exaltados, los bisoños recién llegados a la tierra y los hombres de negocios olvidan el lucro y se mezclan con el mismo esfuerzo espontáneo y cooperativo, como demandaba Proudhon, el más robusto y fecundo agricultor francés elevado por fuerza a la intelectualidad.
Aprendamos del ejemplo de los prisioneros que, en los campos alemanes, se agitan y movilizan para llenar los vacíos laborales y ocupar las horas, para extraer algo de la nada, para forzar a la vida a mostrarse menos desoladora y punitiva. Componen música, cantan, hacen teatro. Eso no es en vano. Sólo el trabajo llena el vientre y genera confort; el trabajo por el trabajo: un don para quien asimila la idea, un don para quien expande esa idea.
Y aquí la estadística del paro laboral deja de crecer. Esta buena nueva debería hacer hervir a los retardatarios, a los errabundos, a quienes se complacen en el fracaso.
Nuestros ancestros desconocieron el bistec cotidiano y no tuvieron calefacción central alguna en las catedrales, abiertas a todos los vientos, y en donde ellos construían y esculpían.
Notas:
* El Conde de Saint Simon (Claude Henry de Rouvroy, 1760-1825), representante destacado del llamado socialismo utópico, luchó por la independencia de los Estados Unidos y, al regresar a Francia, se arruinó debido a ciertas maniobras especulativas financieras. Se dedicó entonces a promover un nuevo sistema de análisis de la sociedad y del trabajo junto con Agustín Thierry y, después, con Augusto Comte. Una idea fundamental que Drieu La Rochelle rescata del pensamiento saintsimoniano es la de la paz europea, basada en una confederación de naciones con un Parlamento paneuropeo que organizaría los intereses industriales y suprimiría a la gente ociosa (nobles, funcionarios inútiles, rentistas). Saint Simon propuso la modificación radical del cristianismo, del que debería abolirse el culto y el dogma para que subsistiera solamente la moral evangélica. Teórico también de la abolición de la propiedad privada y de la socialización de los medios de producción, antecedió en muchas décadas al socialismo científico y al pensamiento marxista. Sus epígonos publicaron en 1829 el trabajo colectivo Exposición de la doctrina y pronto transformaron su escuela en una religión. El movimiento pasó poco apoco a manos de empresarios que elaboraron en Egipto el proyecto del Canal de Suez, y en Francia fundaron ferrocarriles y crearon el Crédito territorial y el Crédito mobiliario.
** François Marie Charles Fourier (1772-1837). De ocupación comerciante, se dedicó a la reflexión filosófica en torno al trabajo. Sus teorías cobran cuerpo en la creación de falansterios, donde el trabajo se cumple como en los gremios de la Edad Media y también se armoniza el esfuerzo colectivo con el individual. Entre sus obras se encuentran: Teoría de los cuatro movimientos y los destinos generales; Teoría de la unidad universal; El nuevo mundo industrial. Quizá la más interesante es El futuro del nuevo mundo amoroso, ensayo en el que teoriza sobre la necesidad de socializar nuestras pasiones e inclinaciones eróticas y sexuales.
*** Étienne Cabet (1788-1856) participó en los primeros movimientos socialistas de Francia. Su novela Icaria (1842) es una síntesis de su pensamiento. En Estados Unidos fundó, con poco éxito, colonias icarianas similares a las comunidades owenitas.
**** Alphonse Toussenel (1803-1885). Escritor nacido en Montreuil-Bellay, conocido sobre todo por sus libros sobre cacería y animales. Además del libro que aquí cita Drieu La Rochelle (Los judíos, reyes de la época. Historia de la feudalidad financiera, 1847), es autor más conocido por otros libros como El espíritu de las bestias. Montería francesa y zoología pasional; El mundo de las aves. Ornitología pasional; y Tristia. Historia de las miserias y las plagas de la caza en Francia. Se interesó por las ideas de Fourier, de quien se convirtió en colaborador.
***** Pierre Joseph Proudhon (1809-1865). Economista y político francés nacido en Besançon. Se considera el principal teorizador del anarquismo moderno, debido a su oposición al derecho de propiedad y a su defensa de las libertades individuales contra cualquier forma institucionalizada de coacción (Iglesia, Estado). Autor del Sistema de las contradicciones económica o Filosofía de la miseria (que Marx refutó en Miseria de la filosofía), ¿Qué es la propiedad?, Solución del problema social y de Nuevos principios de filosofía práctica, entre otros escritos. De él deriva el anarquismo radical de Bakunin y, en cierto sentido, su pensamiento se proyecta en el concepto de anarca que Ernst Jünger concibió como una mística del aristócrata solitario del bosque, nostálgico de la nobleza antigua forjada en las tempestades de acero.
* Georges Sorel (1847-1922). El gran teórico del sindicalismo revolucionario nació en Cherburgo. Sus Reflexiones sobre la violencia inspiraron a Mussolini el componente activo y frontal del movimiento fascista. En otras obras, como Las ilusiones del progreso y La descomposición del marxismo expone que son los factores económicos y sociales, y no los conceptos sociológicos, los que conforman las doctrinas que, bajo forma de mitos racionales, encarnan las aspiraciones de la clase obrera. Conceptos políticos contemporáneos, como la revolución permanente de Trotsky o la ruptura del sistema, del neofascista Giorgio Freda, encuentran un precedente irrefutable en las reflexiones de Sorel. (N. del T.)
** Fernand Pellutier (1867-1901). Aunque en un principio militó en el sindicalismo revolucionario, intentó convencer a los anarquistas de participar en los sindicatos, que entonces serían verdaderamente revolucionarios, partidarios de la acción directa, del sabotaje, del paro forzoso e independientes de los partidos políticos. Sin embargo, posteriormente se inclinó hacia posiciones anarquistas y animó la creación de la Federación de las Bolsas de Trabajo, de la que se vuelve secretario en 1895. Desde entonces enfatizó su actividad hacia la educación y la propaganda, y creó la revista El obrero de los dos mundos. Un año antes, se convirtió en el principal impulsor del principio de la huelga general y universal, lo que lo hizo enfrentarse con Jules Guesde. Póstumamente se publicó su libro Historia de las Bolsas de Trabajo (1902). En su juventud se rebeló contra la educación religiosa, y se orientó hacia el periodismo. Colaboró en el periódico La Démocratie de l'Ouest. Este extracto puede resumir su anarquismo individualista: "Partidarios de la supresión de la propiedad individual, somos algo distinto a los políticos. Apoyamos la revuelta de todo el tiempo, somos hombres verdaderamente sin Dios, sin amos y sin Patria; somos enemigos irreconciliables de cualquier despotismo, sea moral o colectivo - es decir, que obedezca a las leyes de la dictadura, incluida la del proletariado- y amantes apasionados de la cultura de sí mismo". (N. del T.)
Autor: Pierre Drieu La Rochelle
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