Julius Evola: el último gibelino
En los medios nacional-revolucionarios, el pensamiento tradicional se asocia inmediatamente con el barón Julius Evola. Y esto no es extraño: Evola ha sido precisamente el único que ha intentado dar una formulación política al pensamiento tradicional. Preocupado con encontrarle un carácter operativo, no tanto para que el poder estuviera imbuido del mismo, sino por que la lucha para la defensa y el mantenimiento de los principios tradicionales pudiera crear una élite nueva, Evola ha encontrado, a partir de los años 1968-69, una audiencia masiva. Es claro que no todos han comprendido a Evola, es claro que en los últimos años se ha gestado un fenómeno extraño y extravagante que podríamos llamar "la evolomanía", es decir, "los sacerdotes de Evola" para los que todo empieza y termina en el maestro, que olvidan cualquier otra realidad porque para ellos la única realidad es Evola. Una exageración, evidentemente. El pensamiento tradicional es esencialmente impersonal, nada se crea porque ya está todo creado, nada se inventa porque todo está inventado y nada se dice de nuevo porque lo que había que decir ya se ha dicho, y a lo más se recopila, se difunde y se predica. No puede existir un culto al "evolianismo", ni es conveniente utilizar citas de Evola como "argumentos definitivos". Evola jamás pretendió esto y quien esto hace no ha detenido el mensaje que quiso damos.
Nacido en Roma el 15 de mayo de 1898, sus primeras andanzas intelectuales se orientaron hacia los movimientos vanguardistas. Adherido durante un tiempo al dadaismo y el futurismo, escribió una serie de poemas dadaistas y un ensayo sobre la pintura abstracta. La guerra europea paralizó momentáneamente su producción. Sus primeras influencias las recibió de Papini, a través de la revista "Leopardo", y más tarde, después de haber participado en el conflicto europeo como teniente de artillería, conoció la obra de Guenon, leyó a Nietzsche y a Otto Weininger y en su primer libro de importancia, "La teoría del individuo absoluto" (1925), combatió las posiciones idealistas en aras de un "realismo tradicional".
Apenas interesado por la política, vio en el advenimiento del fascismo aquel vehículo del que hablara Guenon para restaurar la tradición en Occidente. Por aquellas fechas, el Partido Nacional Fascista era un conjunto variopinto de intelectuales neo-hegelianos, escuadristas poco interesados en la reflexión política, ex-anarquistas, antiguos socialistas y comunistas, gentes venidas de la derecha más reaccionaria y, naturalmente, arribistas. El conjunto difícilmente podía ser homogéneo -como de hecho no lo fue hasta la República Social Italiana, veinte años después- y Evola prefirió mantenerse al margen, dedicándole si bien algunas obras de tono menor, "Imperialismo Pagano", por ejemplo, tenía como función recuperar y dar forma coherente a todo el verbalismo mussoliniano sobre la Roma Imperial y clásica. Si Mussolini y el fascismo habían explícita referencia a Roma y al ideal humano e imperial encarnado en él, era posible (tal era el razonamiento de Evola) pasar del mero verbalismo a la realidad concreta y revestir al fascismo de los ideales romanos, con lo cual el proceso de restauración tradicional habría avanzado un paso. Esta idea, plasmada en el libro anteriormente citado y más tarde en la revista "La Torre", no tuvo sino un éxito muy discreto. Mussolini conocía la obra de Evola y la apreciaba. Por otra parte, Evola escribió varios ensayos en la revista "Crítica Fascista", órgano oficioso del régimen.
Quizás el ensayo más celebrado de Evola en este tiempo fuera el titulado "El fascismo como voluntad de imperio y el cristianismo", en el que sin ningún tipo de diplomacia denunciaba al cristianismo pauliano como un precursor y sucedáneo del bolchevismo pues idéntica es su matriz humanitaria, pacifista e igualitaria. Este ensayo aparecido en "Crítica Fascista" suscitó una viva polémica, ya que vino a aparecer en el momento en que Mussolini firmaba los acuerdos de Letrán y evidentemente estaba muy poco interesado en avivar una polémica políticamente perjudicial. "La Torre" dejó de publicarse el décimo número por todo tipo de problemas legales. Evola empezará a mirar las nuevas corrientes que surgían en Alemania con fuerza inusitada a partir de 1927-29.
Sus primeros contactos en Alemania tuvieron lugar con los exponentes del "Herren-Klub" y los 'jóvenes conservadores revolucionarios". En "Diorama Filosófico", expondrá y divulgará los principios y las tesis de esta corriente alemana de la que ya hemos hablado en otra parte. Alemania tenía la ventaja sobre Italia de una tradición guerrera y activista arribada hasta entonces casi en estado puro: el prusianismo. Por esas fechas Evola estaba ya convencido de que la guerra era inevitable y que el destino de Europa era su unificación o su muerte.
Las colaboraciones de Evola en revistas fascistas o más o menos ligadas al régimen no supusieron su absorción por el aparato fascista. Siempre distinguió entre Estado Orgánico y Estado totalitario. El fascismo era totalitario, anteponía el poder y la razón del Estado a las personas, y en el origen de todo el pensamiento evoliano vamos a encontrar la persona en contraposición al individuo, es decir el ser humano diferenciado y con unos caracteres propios que lo hacen fundamentalmente desigual. El individuo (y por consecuencia el individualismo) es la reducción del ser humano a la dimensión de mero ente atómico y como tal exactamente igual a otros átomos con los que choca, se enfrenta y está obligado a convivir.
El totalitarismo, en su consideración evoliana, es fundamentalmente centralizador, el organicismo es su antítesis: centralizado en su principio y en su referencia tradicional superior, sus órganos y partes son autónomas; lo que en el fascismo es la figura del Duce y en el nacional-socialismo el Führer, está sustituido en el organicismo por la noción de influencia paretiana de "clase política dirigente" y, en ocasiones, de "élite". Evola consideró siempre al fascismo "demasiado plebeyo" y demagógico, masificador en algunas de sus manifestaciones, y hablaba de él como de la "última consecuencia del liberalismo". Pensaba, y no sin razón, que tal y como estaba planteado el fascismo italiano, debía de acabar necesariamente en la burocratización total y absoluta, paralela a un sucedáneo del escultismo.
Todas estas tesis y algunas otras fueron expuestas ampliamente después de la guerra en "El fascismo visto desde la derecha", seguido del apéndice "Consideración sobre el IlIer Reich". En efecto, los juicios de Evola sobre el fascismo se extendían también a parte del N.S.D.A.P., pero no a su totalidad. Próximo a algunos ambientes de las S.S., estuvo trabajando con la "orden negra" en la revisión de los archivos de la masonería requisados en Europa y depositados en Viena, hasta que una bomba americana le lesionó irreparablemente la columna vertebral. Más próximo al nacionalsocialismo alemán, especialmente por sus referencias a la "doctrina de la raza", Evola dió varias conferencias en la Alemania Nacional-Socialista y sus más importantes libros hasta entonces publicados fueron traducidos y editados allí.
Pero fue Codreanu y su Guardia de Hierro la que más vivamente impresionó a Evola. En Codreanu encontró al líder místico que establecía una comunicación supranormal entre él y la base; la reorganización del partido era más la de una orden guerrera que la de un movimiento político; la fidelidad de Codreanu hacia las ancestrales tradiciones rumanas y su concepción racial-espiritual le hacían la imagen ideal del "conductor" de una "élite" a través de las ruinas del mundo moderno. Conoció personalmente a Codreanu y lo entrevistó, publicando sus conclusiones en un pequeño ensayo sobre la Guardia de Hierro.
Tras la guerra colaboró con los "F.A.R." (Fascios de acción revolucionaria), por lo que sufrió cárcel y procesamiento. Comprobó como existía entre la juventud italiana un sentimiento de rechazo hacia la democracia traida por los angloamericanos y decidió "orientar" a aquella juventud con una serie de consejos y consideraciones publicadas en una revista de carácter nacional-revolucionario de la época. "Orientaciones" fue el germen de lo que más tarde sería la obra capital sobre el terreno político-crítico, "Los hombres y las ruinas", de la misma forma que "Revuelta contra el mundo moderno" lo fue sobre el plano existencial y filosófico.
Hacia finales de la década de los 60, la obra de Evola experimentó una revaluación. En primer lugar, porque muchas de sus tesis -especialmente las que se referían al consumismo, a la masificación, a la identidad entre el mundo soviético y el mundo americano, etc. - se habían cumplido y porque otras, aun siendo enunciadas en forma distinta por la "nueva izquierda" y el marcusianismo, representaban en última instancia adaptaciones y recuperaciones izquierdistas de los criterios evolianos. En Italia, el nombre de Evola se convirtió en estandarte de batalla de la "nueva contestación" y de la "lucha contra el sistema". Adriano Romualdi -prematuramente muerto en accidente automovilista- y Claudio Mutti, entre otros, supieron completar y ampliar algunos de los trabajos de Evola. Romualdi, en especial, publicó un ensayo de síntesis de la obra de Evola titulado "El hombre y la obra" y por otra parte siguió dando formulaciones políticas al pensamiento tradicional tal y como fue expuesto y resumido por Evola. Así, por ejemplo, vale la pena citar el ensayo titulado "Sobre el problema de una Tradición Europea", una breve historia filosófica de Europa, así como dos pequeños opúsculos, "Ideas para una cultura de derecha" y "La derecha y la crisis del nacionalismo".
¿Derecha? ¿la derecha? ¿Qué quiere decir todo esto? ¿Acaso la derecha no representa un vector del sistema, acaso no es el equivalente político de la izquierda? Creemos necesario aclarar este punto. Evola, Romualdi y tan tos otros tradicionalistas, hablan de derecha pero ¿sobre qué plano? No precisamente sobre el plano político en el que la derecha representa hoy: mero conservadurismo demo-liberal desprovisto de sentido en un mundo en el que muy poco merece ser conservado. En el lenguaje tradicional, algunos símbolos son representados por palabras y algunas palabras por símbolos. Estamos ahora sobre el plano ideológico y metafísico, y sobre este plano es sobre el que Evola se autocalifica con un hombre de "derecha", frente a la izquierda (no en vano, en italiano "sinistra", alude a "lo siniestro", mientras que derecha es equivalente a "lo recto"). Y sobre el plano ideológico, el pensamiento tradicional es la antítesis del pensamiento izquierdista y marxista. Precisamente cuando Evola habla de "el fascismo visto desde la derecha", no lo hace desde la óptica de un observador burgués y reaccionario, sino desde el punto de vista de un revolucionario tradicional, situado ideológicamente a la derecha y políticamente más allá del juego de vectores que hacen parte del sistema y se contrarrestan mutuamente.
"Los hombres y las ruinas" representa la definición de una línea política y de actuación de aquéllos que se 'sitúan políticamente fuera y contra el sistema. Partiendo de una definición exacta y amplia: "revolucionario" en la medida en que se trata de "volver a poner" y "conservador" en la medida en que se trata de "volver a poner" una tradición que merece ser conservada. Evola pasa a criticar el principio liberal (Igualdad y libertad) y señala el origen del error liberal (la confusión entre individuo y persona). Recuperando la línea de "Orientaciones", desarrollará la idea de que el marxismo no es sino la consecuencia del liberalismo, que aquél no hubiera existido sin éste, de la misma forma que éste no habría existido sin la ilustración y ésta a su vez sin el humanismo. Son relaciones de causa y efecto y, por este camino, nos remontamos, ya en "Revuelta...... por la teoría de los ciclos cósmicos, en la que nos demuestra que el desorden actual, examinado en una óptica más amplia, no es sino la prueba palpable del orden superior tradicional puesto que "escrito estaba" que existiría un período de luz y otro de oscuridad y que no se podría acceder a un nuevo período luminoso más que cuando el ciclo hubiera cerrado.
"Para que algo nuevo nazca es preciso que lo anterior muera". Y éste es el destino de nuestra civilización: la muerte. Triste destino, ¿Qué debe hacer un hombre afecto a los principios tradicionales en un momento en el que nada puede hacerse puesto que esta civilización ineluctablemente cae por la pendiente con una velocidad imparable?. Resistir.
Aquí el famoso consejo de Evola recupera toda su grandeza: permanecer en pie en un mundo en ruinas. Hoy por hoy, la restauración de un modo de ser tradicional es a corto plazo prácticamente imposible, pero el hombre, la persona, aquél que ha comprendido el mensaje de la tradición, está obligado a "cabalgar el tigre", es decir, a no dejarse llevar por la adversidad, a no capitular frente a ella sino a utilizarla. ¿Utilizarla? ¿Para qué? ¿Os habeis preguntado alguna vez por qué en los medios nacional-revolucionarios está tan difundida la imagen del "caballero del Graal"? Todo esto enlaza y tiene una explicación tan coherente como ética. Hoy no se trata tanto de luchar por la victoria política como de luchar por conseguir la realización plena de la persona, para obrar dentro del militante la transformación que lo llevará del estado de un ser copartícipe de la realidad actual a un ser que, por la vía de la acción, superará al mundo trascendente y se colocará en el plano de una realidad superior. Así, como los caballeros del Graal consagraban su vida, no tanto a la búsqueda de la copa santa como un fin en sí mismo, sino como un medio para alcanzar un fin, su transformación interior, así hoy el militante nacional-revolucionario debe ser un nuevo caballero del Graal: luchar porque la lucha debe continuar, porque sólo así se podrá forjar una nueva raza de hombres libres que preparen el advenimiento del nuevo amanecer.
Esta idea de "cabalgar al tigre" fue plasmada en un libro del mismo título que, al igual que "El arco y la clava", reune una serie de orientaciones existenciales, imprescindibles en la sociedad moderna, ya que el militante por muy afecto que esté a los principios tradicionales está obligado a vivir y compartir una irrealidad cotidiana, la del mundo moderno, de la cual muy difícilmente se puede sustraer y a la que debe juzgar y valorar en sus distintas manifestaciones.
En "Revuelta......” Evola se preocupa de desnudar las distintas tradiciones occidentales de lo que tienen de accesorio y recrear y descubrir la tradición común a todos los pueblos europeos. Dividido en dos partes, el libro dedica la primera a enunciar los principios tradicionales y la segunda a realizar una breve y apresurada historiografía crítica de la historia de Occidente partiendo de los ciclos míticos y terminando con las consideraciones que ya conocemos sobre el capitalismo e imperialismo ruso-americano.
El modelo ideal de sociedad que Evola propone se identifica en tres momentos históricos: los imperios antiguos, las órdenes medievales y la concepción gibelina del imperio. En todos estos casos existen unos puntos de coincidencia: la autoridad está justificada por su trascendencia, existe un punto de unión entre la autoridad espiritual y el poder temporal, aquélla justifica a éste. El punto de unión se rompe cuando Jesús de Nazaret habla de "dad al césar lo que es el césar y a dios lo que es de dios". Los sacerdotes-gobemantes ceden su turno a los guerreros - estamos en la Edad Media-, las órdenes militares basadas en los inmemoriales principios tradicionales reconstruyen Occidente partiendo de un nuevo tipo humano (el monje guerrero).
Cuando son disueltas, el gibelismo, es decir, la doctrina que sintoniza el imperio (poder temporal) con el poder espiritual y los une en franca armonía, recupera la llama. Dante será uno de los que más espléndidamente, en la "Divina Comedia", plasmaron el ideal gibelino. Llegado el Renacimiento, viene la reducción de todo a la medida del hombre: el humanismo abrió camino al racionalismo, éste a la enciclopedia y a la sociedad iluminista. El desastre definitivo llegó en 1789 con el advenimiento de la burguesía sobre las castas guerreras degeneradas. La ruptura con la tradición se había obrado y sólo faltaba que el dios Cronos hiciera que la burguesía, con un insensato afán de lucro y de usura, engendrara el fenómeno del proletariado, cuyo advenimiento como cuarta casta dominante se produce tras la guerra europea en Rusia. La teoría de la regresión de las casta obra en la Edad Oscura, y en la que nos encontramos actualmente, tiende a llegar a sus últimas consecuencias.
En 1974, Evola falleció. Sus cenizas depositadas en una uma fueron enterradas en la cima del Monte Rosa por dos escaladores ambos miembros del Centro de Estudios Evolianos. Hoy sus obras y trabajos siguen prendiendo cada vez con mayor interés y profundidad en el seno de la juventud nacional-revolucionaria, que advierte que la única alternativa al mundo moderno es la lucha contra el sistema y la edificación por la vía del combate de una nueva éste.
Autor: Ernesto Milá
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