¿Por qué somos anticomunistas?
Robert de Herte
Las necesidades de la lucha a menudo oscurecen las razones. El movimiento se basta a sí mismo: no se pregunta ya sobre las causas del compromiso. Esto es lo que ocurre con el anticomunismo, que se alimenta de las opiniones más contradictorias y constituye una zona de consenso ambigua, en la que, la Unión Soviética, estudiada en este número, constituye el punto de cristalización. La derecha es antisoviética, los liberales y los socialdemócratas también, sin olvidar a los marxistas criticos que piensan que Stalin "traicionó" a Marx, y los comunistas disidentes que supieron "tomar sus distancias". Alli no hay mas que confusión.Nuestra oposición al comunismo es total, y no tenemos ningun deseo de vivir en un régimen soviético. Es innecesario decir eso, pero es bueno decirlo. Pero pensamos también que el anticomunismo debe encontrar su fundamento en otra parte que en sí mismo; que la hostilidad hacia el Kremlin no debe servir de pretexto para aceptar otras lealtades; y que la política tiene sus leyes propias, que no estan ligadas ni a la moral ni a la ideología.
Nuestro anticomunismo no tiene, pues, nada de "primario". Él se deriva de una oposición al universalismo igualitario, del que el comunismo no es más que un representante entre otros. No podría pues, a nuestros ojos, servir de coartada para aceptar, en particular, un liberalismo que se sitúa en la misma filiación genealógica, que cree también en la igualdad "natural" de todos los seres humanos, y que ve también en la economía el paradigma por excelencia de todos los hechos sociales. (Recordamos oportunamente que la sociedad existente que más se acerca a la sociedad comunista ideal tal como Marx la describió es la sociedad americana).
Los liberales, impulsores del antisoviétismo contemporáneo, razonan de forma diferente. Los objetivos de Marx les parecen, a menudo, totalmente aceptables. Son los medios para realizarlos lo que rechazan. Cuando critican el régimen soviético, es para denunciar los "ataques a la libertad", la "ferocidad de la represión" y la violación del sacro santo principio de los "derechos humanos". Y si critican su doctrina, es con la intención de poner de manifiesto que desembocara inevitablemente en el "despotismo". Esta opinión es un poco simple. El despotismo es, sin duda alguna, criticable. Pero el comunismo no se resume al hecho de que contradice la "libertad". (Y por otra parte, no es el unico que lo hace. La subversión, infiltración, el espionaje, los asesinatos y los golpes de Estado son métodos tanto de la CIA como de la KGB). No todos los anticomunismos tienen, pues, el mismo valor. Que una derecha antes más segura de sus principios en Viena, sobre este tema acepte la crítica liberal dice mucho sobre su ceguera, y explica porqué algunos militantes de la "preferencia nacional" prefieren sobre todo... al régimen de Reagan.
En cuanto a la libertad, decimos claramente que hay una que, para nosotros, precede a todas las otras: es la libertad colectiva, la libertad del pueblo y de la nación. En este fin de milenio, es la libertad sobre todo de Europa la que nos ocupa. El concepto de "Occidente" es un concepto vacío de sentido, que permite a Estados Unidos de América hacer la ley sin declararlo abiertamente instituyéndose como el "líder natural" de este ectoplasma. La URSS procede así mismo pretendiendo actuar como el centro del socialismo real. Americanización por una parte, rusificación en la otra. Los Estados Unidos: un futuro sin pasado; la URSS: un pasado sin futuro. Al Oeste: el inmovilismo bajo la efervescencia. Al Este: la dinámica bajo la estabilidad. Los Estados Unidos funcionan según la lógica del espacio, la URSS juega al factor tiempo. A eso se añaden las dificultades de la geopolítica: el "bloque continental" es una realidad. El comunismo es una bonita palabra - la doctrina del "bien común" -, pero que hizo mala. Condenamos a los que dicen: "rojos antes que muertos". También a los que aceptan ser "americanos más que soberanos". Rechazamos a las dos superpotencias cosmopolitas, retoños de un mismo movimiento que sucesivamente engendro al liberalismo y a el comunismo. Nunca se evitara una dictadura aceptando otra tirania.
[Éléments n°57-58, primavera de 1986]
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