Caso Papus (I) Xavier Casals: Entrevista a David Fernández Castro
A LAS 11.40 HORAS DEL 20 DE SEPTIEMBRE DE 1977 un atentado cometido con explosivos contra la redacción de la revista de humor y sátira El Papus, en la calle Tallers de Barcelona, causó la muerte del conserje; heridas muy graves a la telefonista y heridas menores a cerca de quince personas, así como graves destrozos en el local. La agresión fue reivindicada por teléfono por la llamada Triple A [Alianza Apostólica Anticomunista] y fue uno de los episodios terroristas más sangrientos de la transición democrática en Cataluña que hasta hoy no ha sido objeto de estudio. Como ya anunciamos en este blog, se inició el rodaje de un documental que ahora ya está concluido.
Titulado El Papus, anatomia de un atemptat, se hizo un pase previo en la sede del Memorial Democràtic en Barcelona el pasado 1 de octubre al final del cual hubo un intercambio dialéctico entre el ultraderechista Alberto Royuela- entrevistado en la cinta- y dibujantes de la extinta revista. Lo que más sorprendió del reportaje es que al cabo de 33 años sigan inaccesibles archivos policiales y de la diputación. De ello hablamos con su director, David Fernández Castro.
¿Por qué decidió investigar el atentado contra la revista El Papus 33 años después?
Todo empieza con un recuerdo infantil. Yo tenía 8 años cuando estalló la bomba y mi padre estaba dentro de la redacción conjunta que tenía El Papus y la revista El Cuervo, de la que era redactor jefe. Mi padre habla poco del asunto y siempre me picó la curiosidad. Creo que la generación de los hijos de los que hicieron la Transición, ahora en la cuarentena, nos empezamos a hacer preguntas…
¿Cuáles han sido los principales obstáculos para su labor documental?
Nos hemos encontrado obstáculos de todo tipo. En primer lugar las víctimas directas: la telefonista que todavía hoy arrastra secuelas, no se veía con fuerzas para rememorar los hechos. Los hijos de Juan Peñalver, la víctima mortal, no quisieron ni oír hablar del documental. Desde la Asociación de víctimas me comentaron que era normal, que muchas familias que los sufrieron en aquella época consideran que se las ignoró del todo. El antiguo director de la revista y la única persona de la acusación que queda con vida tampoco quisieron hacer declaraciones.
Siguiendo con los problemas, uno muy desagradable, fue que el actual propietario del local de El Papus, un arquitecto de renombre en la ciudad que hace bares de diseño, nos pidió más de 4.000 euros por filmar ahí. Finalmente, el más sorprendente de todos fue la negativa de la policía nacional a dejarme acceder a su documentación sobre el caso. Ante mi insistencia se limitaron a contestarme que “no tenían por que darme explicaciones sobre su política de comunicación”. Otro caso diferente fue el de la Delegación del Gobierno que custodia la documentación del antiguo Gobierno Civil. Ahí, inicialmente, no me negaron nada, simplemente llegó un momento en que se limitaron a no contestar mis llamadas ni mis correos electrónicos. A eso creo que en derecho se le llama “silencio administrativo”. También he de decir que la Sala Segunda de la Audiencia Nacional me dio todas las facilidades para acceder a la voluminosa causa del proceso judicial. Menos mal, les estoy muy agradecido, de otra manera no se cómo podría haber argumentado todo el guión del documental.
¿Ha podido concluir quienes fueron los autores de aquel acto terrorista?
Todo el caso Papus es un tema muy oscuro. Parte de un grave problema inicial y es la deficiente investigación policial. Al no llegar a ninguna conclusión fue absolutamente imposible probar nada por parte de la acusación. De todas formas, tras haber consultado la causa y haberme entrevistado con gente del entorno de este suceso, en mi opinión, creo que los condenados tuvieron algún grado de implicación, pero también que hubo gente más “importante” a la que no se la molestó.
¿El caso Papus es un acto excepcional en el marco de la Transición o un reflejo de la violencia que caracterizó el proceso?
Los que crecimos en la Transición se nos educó en la tesis de que fue un proceso modélico y de gran madurez por parte de ambos bandos. Personalmente coincido con esta idea, pero parece que no se puede cuestionar nada. No hay que tener miedo en revisar la historiografía oficial y, como he dicho antes, los de mi generación, con el paso del tiempo, nos damos cuenta de que también hubo unos “años de plomo” en el que mucha gente se quedó por el camino. Y no me refiero sólo a violencia, que menos que poder enterrar tus muertos. Quizás la justicia es la gran reforma pendiente de este país.
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