Arthur de Gobineau
No se le veía mas que sobre fotografías sepia, con su bigote estilo Napoleón III y su corbata torcida anudada a cualquier camisa imitando una pose aristocrática. El tiempo ha pasado, y Arthur de Gobineau (1816-1882) ha retornado por sus fueros al mundo de las letras y del pensamiento.
Gobineau ha sido, durante mucho tiempo, la víctima de un doble prejuicio. Primero por aquellos que únicamente han visto en él al autor del célebre Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, seguido por los que se han obstinado en presentar este libro como la biblia de un racismo perverso.
Aun tratándose de una obra excepcionalmente rica y variada, el corpus de Arthur de Gobineau también comprende Las religiones y filosofías del Asia central (1865), Historia de los persas (1869), La abadía de Tifaines (1867), Ternova (1868), Recuerdos de viajes (1872), Las pléyades (1874), La Reconquista española (1877), El Renacimiento italiano (1877), Historia de Ottar Jarl (1879), Amadís (1887), sin olvidar el pintoresco Tratado sobre las tablas cuneiformes (1864) ni las Noticias asiáticas (1876), por no citar mas que un pequeño número de obras-clave al nivel del Cándido de Voltaire.
En 1966, dos universitarios se empeñaron en hacer resurgir a Gobineau de las sobras en las cuales había sido recluido: A.B. Duff, profesor honorario en la facultad de letras de Jerusalén, y Jean Gaulmier, crítico literario e historiador, profesor en la Sorbona. Los dos crearon una publicación anual, Etudes gobiniennes (Estudios gobinianos).
"No existe ninguna revista consagrada a Lamartine ni a Victor Hugo –subraya Gaulmier. Pero sí existe una sobre Gobineau, que toma así una tardía revancha sobre su tiempo".
En el espacio de diez años, Etudes gobiniennes logró abarcar la mayor parte del "dominio gobiniano": textos inéditos, artículos originales, documentos, fotografías. Con la colaboración del Servicio Francés Postal, un inventario de la correspondencia ha permitido localizar más de mil cartas de Gobineau. El Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas fue reeditado en 1967, en Francia, y en 1973, en Italia. Numerosas ediciones se han sucedido desde entonces.
Se debe también a Gaulmier el haber exhumado y publicado un texto sorprendente, Ce qui est arrivé à la France en 1870 ("Lo que llegó a Francia en 1870"), una serie de reflexiones extraídas por Gobineau de la guerra franco-prusiana y de la Comuna, cuyo propósito es recordar en sustancia las conclusiones de La reforma intelectual y moral de Renan.
"Apenas hemos comenzado a mensurar la prodigiosa riqueza de ideas de este autor, que fue uno de los padres del federalismo y de la teoría de las élites, el primer gran visionario de los conflictos raciales, y cuya influencia se descubre en autores tan diferentes como Spengler, Barrés, Montherlant Pareto, Gide, Cocteau, Radiguet, Romain Rolland y Malraux."
Richard Wagner y Ludwig Schemann
Con todas las ventajas y desventajas de los tiempos, los Etudes gobiniennes han superado obstáculos de todo tipo. Obstáculos ideológicos, en primer lugar, pero también "históricos", pues un cierto misterio continúa reinando sobre la infancia y los primeros años de la carrera de Arthur de Gobineau.
Parece ser, en efecto, que un drama marcó sus orígenes. En ausencia de su padre, su madre había tenido una hija adulterina, la cual fue criada junto al joven Arthur. Cuando descubrió este secreto, a la edad de trece años, una duda terrible se instaló en su alma: ¿era, él también, hijo de un desconocido? Normando y, como tal, heredero de los vikingos, Gobineau debía responder a esta cuestión y se inventó una genealogía legendaria, en la cual hacía remontar a sus ancestros hasta Ottar Jarl, legendario pirata noruego.
Emigrado en París desde 1835, Arthur de Gobineau no se ocupaba mas que de sus trabajos literarios. Pero en 1848, con la caída de la monarquía, Alexis de Tocqueville, ministro de asuntos exteriores, le nombra su secretario particular y más tarde su jefe de gabinete. Diez años más tarde, también bajo la protección de Tocqueville, con quien mantendrá una correspondencia muy interesante, se iniciará en la carrera diplomática (en esa fecha su madre, que había sido condenada a diez años de cárcel por robo, estaba a punto de purgar su pena).
En el curso de una carrera marcada por numerosos viajes, Gobineau queda hace amistad con Mérimée, Prokesch, la princesa Matilde, Richard Wagner, don Pedro II, emperador del Brasil. Murió en 1882, en Borneo, donde contrajo el cólera.
Es precisamente Richard Wagner, gran lector de Gobineau, quien llamaría la atención de uno de sus admiradores, Ludwig Schemann, sobre la obra original del escritor francés. Schemann, prusiano metódico, tradujo al alemán y publicó en Berlín, en 1889, el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas, a la vez que fundó una "Sociedad Gobineau" (Gobineau-Vereinigung) que conoció una cierto renombre.
En Alemania, la pequeña capilla gobiniana se expandió a la sombra de la gran iglesia wagneriana: Gobineau ist unser ("Gobineau es de los nuestros"), se decía durante la Primera Guerra Mundial, y este nombre puesto en boca del "enemigo hereditario" de los franceses perjudicó durante mucho tiempo la buena fama del autor de Las Pléyades.
En 1905 apareció en París un libro firmado por Robert Dreyfus, La vida y las profecías del conde de Gobineau, que ampliaba la temática de un curso dictado en la Escuela de estudios sociales.
Gobineau dedicó a su Ensayo más tiempo que a cualquier otra de sus obras. Fue compuesto entre 1853 y 1855. La obra está dedicada a Jorge V rey de Hannover y ha sido traducida a la mayor parte de las lenguas europeas y del mundo.
Dividida en seis partes, se abre con esta frase célebre: "La caída de las civilizaciones es el más claro y al mismo tiempo el más oscuro de todos los fenómenos de la historia. Asustando al espíritu, esta desgracia esconde en sí algo de grandioso y de misterioso, que el pensador no puede dejar de considerar, de estudiar, al profundizar en su secreto".
"El Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas –declara el profesor Gaulmier–, es de hecho, un gran poema romántico, pero que, a la inversa del romanticismo francés "clásico", anuncia y presiente no la ascensión continua de la humanidad, sino su decadencia irreversible".
El libro debería haber sido titulado, de modo más apropiado, "Ensayo sobre la diversidad de las razas humanas". Retomando las ideas comunes en su época (las mismas de Kant), Gobineau distingue tres grandes razas humanas: la blanca, la amarilla y la negra, las tres dotadas de cualidades y defectos que les son propios, no siendo ninguna superior ni inferior en absoluto a las demás, pero estando todas amenazadas de perder su identidad por medio del mestizaje.
Conclusión pesimista
"Si, de una parte, las familias humanas son dichas iguales y, por la otra, las unas son frívolas, las otras posesivas, las de aquí tienen aprecio a la ganancia, las de allá al consumo, siendo unas enérgicamente amorosas del combate, siendo otras tremendamente economizadoras de sus vidas, es evidente en todos los sentidos que naciones tan diferentes deben tener destinos bien diversos, disímiles, y, por decirlo con su palabra, desiguales".
Gobienau es por ello partidario del respeto mutuo y de la descolonización recíproca. El 22 de marzo de 1855, desde El Cairo, escribe a Prokesch: "Los europeos son poco recomendables y, en todo momento, dan motivos de razón al odio de los indígenas". Todo un capítulo del Ensayo, el sexto de la primera parte, está dedicado a La inutilidad de las políticas coloniales.
A los ojos de Gobineau, el declive de la humanidad ya ha comenzado: sería ilusorio esperar liberarnos de la "democracia universal" que iguala a todos tomando la base como modelo.
De ahí esta conclusión pesimista: "La misma religión nos ha prometido la eternidad; pero la ciencia, demostrando que tenemos un comienzo, también nos asegura por pasiva que tendremos un final. No hablamos de una confirmación, de un hecho que no puede ponerse en duda. La previsión entristecedora no es la muerte, sino la certidumbre de no llegar al fin, de no terminar más que degradados; y si esta suerte reservada a nuestros descendientes nos deja insensibles, no hace falta más confirmación de que las manos rapaces del destino se han posado sobre nosotros".
En Las Pléyades, Gobineau se muestra menos amargo. Asistiendo al triunfo de tres categorías de individuos a los que califica como "los brutos, los necios y los pillos", les opone las Pléyades, que son las "Hijas del rey" que han escapado milagrosamente al espíritu de los tiempos y que prolongan, a través de sí mismas, los valores de la "edad de oro" de la más profunda antigüedad. El libro es una de las raras novelas del siglo XIX que pueden compararse a Rojo y Negro o La cartuja de Parma –Gobineau fue, por lo demás, uno de los primeros en ver en Stendhal uno de los grandes escritores por medio de los cuales la ideología hizo verdaderamente su entrada en el mundo de la novela.
Otra ilusión debe ser descartada: Gobineau no ha inventado su doctrina de las razas. Ella tuvo sus predecesores, siendo uno de los más famosos Victor Courtet de l´Isle (183-1867), a quien Jean Boissel, profesor en la universidad de Montpellier, autor de Gobineau polemista (1967) ha consagrado un importante ensayo.
Courtet, originario de Provenza, fue uno de los discípulos de Saint-Simon. En La ciencia política fundada sobre la ciencia del hombre, o Estudio de las razas humanas bajo las relaciones filosóficas, históricas y sociales, obra compuesta a la edad de 25 años, pretende aplicar a los pueblos los principios de la fisiología y de la anatomía comparadas: "Es necesario –escribe– hacer entrar la historia en el dominio de las ciencias naturales". Las desigualdades sociales, según él, corresponden a los "estratos étnicos". Para asegurar la justicia social mediante la circulación de las élites, es necesario que las componentes biológicas de la población sean constantemente mezcladas. Conclusión optimista, muy diferente de la de Gobineau.
Más allá de Saint-Simon y de Courtet, podemos remontarnos aun más atrás, hasta alcanzar el pensamiento de Voltaire y de los filósofos "libertinos" precursores de la Revolución Francesa.
El "prejuicio de raza" de los gentilhombres franceses del antiguo régimen, por ejemplo, encuentra sus raíces en la clara conciencia de los orígenes germánicos de la nobleza franca. Antes de Taine y Augustin Thierry, una formulación teórica sobre el tema ya había sido propuesta por el conde de Boulainvilliers. André Devyver, en La sangre pura, muestra que el sentimiento "germánico" de la nobleza francesa influenciará los espíritus a lo largo de todo el siglo XVIII, lo que explica, en parte al menos, el odio profesado por los revolucionarios de 1789 a los "emigrados de Coblenza", así como ciertos antagonismos que se manifestaron bajo la Restauración con ocasión de la guerra franco-prusiana de 1870.
[Vu de Droite]
Autor: Alain de Benoist, Traducción: Santiago Rivas
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