Homenaje a Giorgio Locchi (1923-1992)
Giorgio Locchi murió en la única forma que habría juzgado aceptable: de manera imprevista, casi sin informar a nadie, mientras intentaba escribir un libro sobre Martin Heidegger. Seguramente, ha tenido un atisbo de conciencia, entre el momento en que la muerte se anunció y aquél cuando llego, algunos minutos más tarde, y muy ciertamente agradeció a los dioses ofrecerle una salida tan súbita, ya que la idea de seguir estando por mucho tiempo enfermo o disminuido lo hacía sufrir inmensamente. Al final del mes de junio de 1992, en su última visita a Roma, me habló del mal que lo había afectado dos años antes. Me decía que la perspectiva de convertirse en un tronco inerte le hacía estremecer porque con el tiempo que pasa, uno se cuelga más estrechamente, más profundamente, más egoistamente a la vida. Palabras de Locchi que no me sorprendieron. En realidad, habían sido un presagio.
Para alguien que era uno de sus amigos, no es fácil rendir homenaje a Giorgio Locchi y recapitular todo lo que nos legó. Podría intentar trazar un perfil del periodista y corresponsal en París del periodico italiano Il Tempo durante más de treinta años. Y decir una infinidad de anécdotas sobre sus relaciones con Renato Angiolillo. O también de destacar la importancia de todos los servicios que prestó a la prensa en Italia: sobre los acontecimientos de Argelia, sobre el nacimiento del existencialismo, sobre el mayo del 68 parisino. Sus puntos de vista eran motivados por un anticonformismo extraordinariamente valiente e inteligente. Querría también destacar el papel capital que desempeñó Giorgio Locchi en la evolución de la derecha francesa, hacer hincapié en su carrera con Alain de Benoist, sobre la pasión con la que formaba a los jóvenes intelectuales, sobre sus actividades en el GRECE y sobre sus contribuciones a la revista Nouvelle École. Querría también poder reunir aquí todos los elementos del extenso mosaico que era su personalidad, dar cuenta de su amor por la música y el cine, de su control de las cosas físicas y científicas. Y podría también decir la historia de nuestra amistad e informar sobre su refugio parisino que me fue tan agradable, así como a un puñado de otros Italianos, donde nos encontrábamos para hablar del pasado o para manifestar nuestra hostilidad al sistema dominante. Mejor: para escuchar a Locchi que nos hablaba de Nietzsche o Wagner, Heidegger o la Revolución Conservadora, de sus experiencias en Alemania o los momentos cruciales de la segunda Guerra Mundial que vivió como protagonista del "frente interior". Nos hablaba también de la "derecha imposible" y de una Europa igualmente imposible. Y nos comunicaba sus proyectos, comentaba las publicaciones a las que colaboraba, mencionaba los artículos que quería escribir y las libros que quería publicar. Nos reuniamos en "Meister Locchi" y Saint-Cloud en París, dónde vivía prácticamente recluido, lugar que fue, durante numerosos años, el punto de encuentro de muchos de nosotros.
El periodista, el amigo, el organizador de manifestaciones culturales, el agitador de ideas que viven siempre y vivirán en el grupo de los que conocieron a Giorgio Locchi y fueron sus amigos. Sus libros, sus ideas, sus ensayps dispersos en Nouvelle École, la Destra, Uomo Libero y Elementi, sus artículos del Tempo y el Secolo de Italia seguirán siendo los testimonios escritos de un compromiso intelectual y político en sentido más noble del término, pero que consideró como la consecuencia de una derrota europea durante más de cuarenta años. En primer lugar vimos a Giorgio escéptico y que desconfiaba, luego tal confianza no volvimos a verla de nuevo en él hasta que se habló de la reunificación alemana. No es por nada que quiso estar en Berlín cuando Alemania se reunifico: aquello era para él, me decía, un sueño que se realizaba, un acontecimiento que se desarrollaba bajo sus ojos y que no había imaginado ver realizarse, incluso si no había dejado nunca de creer más allá de los límites que impone el pesimismo, actitud justificada.
Las ideas de Locchi eran las ideas de una Europa que ya no existe: pero cuya inexistencia no era para él una razón para no defender o ilustrar tales principios. Pero cuando se le hacía el reproche, contestaba: sus ideas eran las ideas de la Europa eterna que esta Europa coyuntural de nuestra posguerra no quería, momentaneamente, reconocer.
Su actitud respecto al fascismo, por ejemplo, distaba mucho de ser simplemente reivindicativa o incluso revanchista. Giorgio Locchi quería, en el hervor cultural del paréntesis fascista, recoger todos los elementos que no eran caducos. Nos comunicó sus reflexiones a este respecto en su opúsculo titulado La esencia del Fascismo (ediciones Tridente, 1981). Se refiere allí a la visión del mundo que fue la inspiradora del fascismo histórico pero que no desapareció de ninguna manera con la derrota militar de este último. Esta obra constituye hoy aún un extraordinario "discurso de verdad", en el sentido griego, que pretende retirar del fascismo todas esas explicaciones fragmentarias que tienen curso actualmente y todas las formas de demonología que generan prejuicios sobre prejuicios. Locchi, en realidad, desarrolló una reflexión histórica propia según un esquema filosófico coherente, apoyado en una opción interdisciplinaria, que preparo una teoría sintética de la esencia del fascismo.
En su investigación, Locchi mantenía que no era posible entender el fascismo si no se daba cuenta de que era la primera manifestación política de un fenómeno espiritual y cultural más extenso, cuyo origen se remonta a la segunda mitad del siglo XIX y que él llamaba "suprahumanismo". Los polos de este fenómeno, que se asemeja a un enorme campo magnético, son Richard Wagner y Friedrich Nietzsche que, por sus obras, "agitaron" el "nuevo principio" y lo difundieron y diluyeron en la cultura europea entre el final del XIX y el principio del siglo XX.
Este principio es el "sentimiento del hombre" como voluntad de poder y sistema de valores. En este sentido, el principio suprahumanista, con el cual el fascismo está en relación "genética/espiritual", se articula como el rechazo absoluto del "principio igualitario" que se le opone y que domina al mundo de hoy, orígen de nuestra situación actual.
Locchi avanzaba la siguiente tesis: "Si los movimientos fascistas individualizaron al "enemigo" -espiritual antes que político - en las ideologías democráticas -liberalismo, parlamentarismo, socialismmo, comunismo y anarquismo - es justamente porque, en la perspectiva histórica instituida por el principio superhumanista estas ideologías se configuran como otras tantas manifestaciones, aparecidas sucesivamente pero aún presentes todas, del opuesto principio igualitarista; todas tienden a un mismo fin con un grado diverso de conciencia y todas ellas causan la decadencia espiritual y material de Europa, el "envilecimiento progresivo" del hombre europeo, la disgregación de las sociedades occidentales."
Conectando estas consideraciones con la prospectiva histórica en la cual opera el fascismo, al unísono con los otros fascismos europeos, Locchi realiza una tesis del más alto interés que contribuye a la "desocultación" del fascismo, sacando a la luz su esencia propia.
Estos temas, Locchi los desarrolló en su obra Wagner, Nietzsche e il mito sovrumanista (Akropolis, 1982; nota: se trata parcialmente de una edición de sus artículos de musicología aparecidos en francés en Nouvelle École, n°30 y 31/32). En su brillante prólogo, Paolo Isotta preciso, con minucia, cuáles son las tendencias igualitarias y cuáles son las tendencias suprahumanistas que entran en juego y las coloca como dos concepciones del mundo antitéticas e irreconciliables. Es un libro muy denso, especialmente difícil, a veces repelente en algunos de sus capítulos; sin embargo cuando Isotta y yo mismo lo presentamos frente a una audiencia llena de estudiantes napolitanos, en diciembre de 1982, parecía verdaderamente cautivar a estos jóvenes que permanecieron atentos durante dos horas y luego acosaron a Locchi con cientos de preguntas pertinentes, que no tenían realmente nada de banales. El autor no pareció sorprendido.
Además de este libro, tengo de Locchi otro gran recuerdo: el de su polémico libro El mál americano (Lede, 1979), al cual Alain de Benoist añadio algunas pequeñas notas complementarias (nota: en francés, este texto aparece en Nouvelle École n°27-28, bajo el seudónimo de Hans-Jürgen Nigra, también utilizado en la edición alemana). Este texto es capital a mi juicio ya que desmonta la mecánica del colonialismo cultural americano y nos permite echar otro vistazo sobre América. A Locchi, en cambio, le no gustaba demasiado este texto, considerando que él destacaba que era más combativo que formativo, que era más polémico que filosófico.
En los cajones de la oficina de Giorgio Locchi, se encuentran numerosos proyectos, bosquejos de textos, el esquema de un libro sobre Heidegger y de otro sobre la concepción del tiempo en los Indoeuropeos. Permanecerán ciertamente tal como Giorgio los dejó porque antes de todas las cosas, él era un perfeccionista y no quería publicar nada sin estar convencido plenamente de que valía la pena.
Permanece aún, entre las innumerables cartas que constituyen su correspondencia, una espléndida novela sobre un héroe italiano que combate en Alemania una guerra desesperada para defender a Europa. No se sabrá nunca si fue por pudor o por orgullo que Giorgio Locchi siempre se nego a presentarla a un editor.
Autor: Gennaro Malgieri
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