Ezra Pound
"Simplemente quiero una nueva civilización".
Ezra Pound
Uno de los casos más dramáticos de la represión de la democracia contra la cultura, Ezra Pound nació en Hailey, Idaho, en pleno corazón del "lejano oeste", el 30 de octubre de 1885. A los cuatro años fue llevado a Filadelfia; trabajando su padre en la Casa de la Moneda de los EEUU, desde niño se acostumbró a ver el oro y la plata fundidos y convertidos en monedas, origen probable de su preocupación constante por la política monetaria, que le llevará a escribir diversas obras sobre dicho tema.
Habiendo acabado en 1906 sus estudios en la Universidad de Pensilvania, cruza el Atlántico para buscar documentación para una tesis sobre Lope de Vega. Nuevo viaje en 1907, quedándose definitivamente en Europa. En 1912 inicia, desde Londres, su colaboración con la revista "Poetry ", de Chicago. Como corresponsal de la misma, publica en ella y promociona a otros escritores; gracias a él, Tagore o Elliot (1 ) empezarán a ser conocidos. Es tradicional la generosidad con que Pound, incluso a pesar de su precaria situación, se volcaba en la promoción de jóvenes autores que consideraba especialmente dotados. Así pudo influir en toda una generación poética, constituyéndose indiscutiblemente como el más destacado poeta del siglo en lengua inglesa. Joyce no disfrutaría hoy del renombre que posee si no hubiese sido por la desinteresada e incondicional ayuda de Pound, e incluso su "Ulises" o su "Finnegan's Wake" tal vez jamás hubiesen sido escritos.
Yeats mantuvo igualmente con Pound una amistad que se reflejó en una influencia mutua. Pound trabajó con W. Lewis, fundando el Vorticismo. En 1918 dedicaría un número entero a Henry James, que había muerto dos años antes en el olvido, iniciando su recuperación. Pound consiguió publicar la primera novela de Hemingway, ayudando no poco a este autor y, al igual que envió dinero a Joyce, ayudó a Elliot a dejar su trabajo de oficinista para dedicarse a escribir. Por eso escribiría Pound a H. Monroe: "Mi problema es mantener vivo un cierto número de poetas vanguardistas, colocar las artes en el lugar que merecen como guia reconocida y como lámpara de la civilización.
Su obra principal, los "Cantares" ocuparían 50 años de su vida. En 1921 se traslada a París, y cuatro años más tarde, cansado de las intrigas artísticas, se retira a Rapallo. en Italia. Allí piensa Pound realizar su obra y, efectivamente, Rapallo será su hogar durante 20 años y allí trabajará hasta el final de la guerra.
En su retiro de Rapallo, Pound organiza conciertos, compone música e incluso óperas, hace alguna escultura, y sobre todo escribe. Pound analiza el mundo moderno y toma cada vez más conciencia de su rotunda oposición al mismo. Considerando sus luchas para lograr la edición de autores noveles como los antes reseñados, escribe: "Dentro de treinta años, la absoluta estúpidez de dos décadas de editores será quizá más aparente. Me refiero a su cortedad de vista; y particularmente, su política de falsificar la moneda literaria hasta el punto de que ya no engaña ni a los tontos" (El tiempo le daría la razón, sin duda; pero es que también ahora la historia se repite).
En Rapallo, Pound elabora sus teorías sobre el Crédito Social y sus estudios sobre el dinero, destacando la profunda culpabilidad de la finanza internacional. Traduce a Confucio y se interesa por la cultura oriental.
En "Jefferson and/or Mussolini", elogia a Mussolini y se pone decididarriente de su lado por considerar que el fascismo es la única posibilidad de vencer a la Banca Internacional: 'La usura es el cáncer del mundo, sólo el bisturí del Fascismo puede extirparla de la vida de las naciones’, escribe en 1929. Atacando duramente lo que él llama "la usurocracia demoliberal", afirma: "Es la tarea de esta generación hacer lo que no han hecho los primeros demócratas. El sistema corporativo, que concede al pueblo poderes en relación con su trabajo y vocación, le proporciona medios para protegerse eternamente contra las potestades del dinero".
Cuando estalla la II Guerra Mundial, Pound no duda en atribuir la culpabilidad a la Finanza Internacional, que es la que ha provocado el desastre. Así afirma "Esta guerra no ha nacido de un capricho de Hitler o de Mussolini. Esta guerra forma parte de la guerra milenaria entre usureros y trabajadores, entre la usurocracia y todos los que hacen una jornada de trabajo honrado con el brazo o con el intelecto".
La meta de Pound siempre ha sido el estado que rindiese culto a la personalidad y al arte. Por eso no siente simpatía alguna con los sistemas democráticos, y en "El Renacimiento" afirma: "Las democracias siempre han sido derribadas porque la humanidad desea con vehemencia al individuo sobresaliente. Y hasta el presente, ninguna democracia ha proveido el espacio suficiente para la expansión de dicha personalidad". Se pronuncia así por una vuelta masiva de las sociedades al arte y a la cultura, para concluir: "Cuando una civilización vibra de vida, apoya y fomenta a todas las artes: pictórica, poética, escultórica, musical y arquitectónica. Cuando es apagada y anémica, ampara a una chusma de sacerdotes, a instructores ineptos y a loros que no hacen más que repetir todo de segunda mano. Si la literatura ha de resurgir en Norteamérica, tendría que reaparecer a través de, aunque, a pesar del actual sistema comercial de publicaciones".
Deseando evitar la guerra, se traslada a los Estados Unidos, y no siendo posible, obtiene de Radio Roma la autorización para hablar regularmente con la condición de que jamás se le pediría que dijera algo que su conciencia no le permitiera o en contra de sus deberes de ciudadano de los Estados Unidos, condición ésta que debía hacerse constar específicamente en cada programa. El gobierno italiano cumplió su promesa, y desde enero de 1941 hasta julio de 1943, Pound habló por Radio dos veces por semana. En sus charlas, bramaba contra la guerra, contra el mayor culpable, el presidente Roosevelt, contra el "sistema de usura" y contra los judíos. Atacó el Talmud y recomendó repetidamente los Protocolos de los Sabios de Sión.
Indicó que la guerra era organizada por unos cuantos financieros contra los mismos ciudadanos americanos. Maldijo a Churchill, a Baruch, a Morgenthau, e incluso acusó al Judaísmo norteamericano de haber creado el bolchevismo. Pero también trató de Confucio, de literatura y de los mejores autores de nuestro siglo.
Cuando más tarde fuese condenado por estas emisiones por los aliados, Ezra Pound declararía: "La libertad de prensa se ha convertido en una farsa, pues todo el mundo sabe que la prensa está controlada, si no por sus propietarios titulares, por lo menos por los anunciantes. La libre expresión bajo las condiciones modernas se convierte en una burla si no se incluye el derecho de libre expresión a través de la radio".
Como dándole la razón a estas declaraciones, el 5 de mayo de 1945, Pound era detenido por soldados americanos y llevado a un Centro Disciplinario de Entrenamiento de Pisa. No sabía que iba a tener que demostrar hasta la saciedad, con hechos, su propia frase: "Si un hombre no está preparado a correr riesgos por sus opiniones, es porque o bien sus opiniones no valen nada, o él no vale nada", Fue metido en una jaula de hierro (En los Cantares la llama "la jaula del gorila"), en una línea de jaulas en que se guardaban a los condenados a muerte. El sol y la lluvia le daban encima, y de noche poderosos reflectores le impedían conciliar el sueño. A las tres semanas de semejante tratamiento, Ezra Pound tuvo que ser trasladado a la zona médica.
Los tratos recibidos en Pisa violaban, como indicó luego el profesor Giovannini, varias cláusulas de la Constitución de los EEUU y, por descontado, los derechos Humanos por los que los aliados creyeron deber combatir al Fascismo.
A los seis meses (sin proceso, sin un abogado, sin derecho a fianza), fue trasladado en avión a Washington y acusado allí de haberse aliado a los enemigos de los Estados Unidos. Sin juicio ni veredicto de ningún tipo, se dijo que Pound "no estaba en posesión de su juicio ni en condiciones de declarar", por lo que se decretó que se había vuelto loco ("... y ahora me llaman loco, porque aparté de mi toda locura..." dirán unos versos de "Personae") El Dr. Marion King, del Servicio de Sanidad Pública de los EEUU, consideró que Pound era "una persona sensible, excéntrica y cínica, que estaba en "un estado paranoico de proporciones psicóticas que le impide hacer frente a un juicio", y el jurado declaró al escritor como enfermo mental, ingresándolo en el Hospital de Santa Isabel. La realidad es que así pudo Pound estar 13 años encarcelado sin haber sido sentenciado por ningún delito. En el Hospital, su "enfermedad" no recibió tratamiento médico alguno, prueba evidente de la intencionalidad del hecho, y durante el primer año y medio no vio la luz del dia, permaneciendo en la misma sala con otros enfermos dotados todos de su correspondiente camisa de fuerza.
Ezra Pound en contra de todo tipo de psiquiatría; preguntado sobre si prefería a Freud o Jung, contestaba que no podía diferenciar entre los distintos contenidos de una cloaca. Los doctores americanos no consiguieron, a pesar del encierro, que el "enfermo" se sometiera al psicoanálisis. En varias ocasiones, Pound explicó que, de hecho, estaba encerrado en un manicomio dentro de otro, considerando a la sociedad americana como una inmensa casa de locos.
Cuando en 1948 le fue concedido el Premio Bollingen de Poesía por sus Cantos Pisanos, premio dotado con 1.000 dólares por la Biblioteca del Congreso, la protesta que se levantó contra los miembros del jurado fue bestial; la prensa atacó brutalmente a Pound, los miembros del Congreso de los EEUU rasgaron sus vestiduras, y desde entonces el premio Bollingen no fue concedido nunca más por la Biblioteca del Congreso, trasladándose su jurisdicción a la universidad de Yale. Una prueba resplandeciente de la objetividad de la democracia aliada... Incluso Radio Moscú atacó a las sociedades occidentales que carecen de poetas como para tener que premiar a los locos...
Ezra Pound mantuvo sus convicciones políticas, económicas y artísticas hasta el final de sus días. A sus visitantes en Santa Isabel, les enseñaba las fotos de Mussolini colgado y en los "Cantos Pisanos" llama al caudillo italiano "el dos veces crucificado". Mantuvo sus ataques a los judíos y su responsabilidad en la guerra durante toda su reclusión, afirmando finalmente: "La única oportunidad de salir victorioso del lavado de cerebro es el derecho que todo hombre tiene a que sus ideas sean juzgadas una por una". Los más prestigiosos nombres de las letras de todo el mundo acudieron a visitarle a Santa Isabel; evidentemente, para ser loco, sus últimos años de estancia en el manicomio fueron altamente prolíficos.
Cuando en 1954 Hemingway recibió el Premio Nobel de Literatura, dijo que hubiera preferido que se lo hubieran dado a Pound en vez de a él. Numerosos escritores e intelectuales hicieron escritos pidiendo su puesta en libertad, e incluso todos los vecinos de Rapallo enviaron una petición de gracia al congreso de los EEUU.
Pero no sería hasta 1958 que Pound pudiera salir, totalmente libre, de su reclusión. Jamás tuvo un juicio ni una excusa. La represión sorda continuaría toda su vida: la Academia de Artes y Ciencias de Norteamérica no aceptó su nombre para la concesión de la Medalla Emerson, negándose -cosa sin precedentes- a aceptar el innforme de su propio comité. Año tras año se le negó la concesión del Premio Nobel, incluso después de haber sido concedido a escritores (como Yeats, Elliot, Hemingway, etc) influidos por él y desde luego inferiores. Elliot dejaría escrito, entre tantos testimonios de su enorme valor literario: "Ningún hombre vivo puede escribir como él y me pregunto cuántos escritores tienen la mitad de su talento".
Ezra Pound moría en 1972. Su nombre quedaba como el del pensador, el artista, que había sabido refrendar con su atormentada vida toda una ideología tremendamente personal. Y la historia de Pound es la misma historia del descrédito de sus enemigos: humillándole, éstos demostraban su error.
De su Canto LXXVI suenan aun esos versos que acaban así: “¡ay, de los que conquistan con ejércitos y cuyo solo derecho es su fuerza!
Autor: Ramon Báu
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