Eduardo Arroyo: Jeremy Szumczyk
El audaz joven ha aprendido la lección de que hay cosas que no pueden decirse, ni siquiera en forma de devaneos artísticos mucho mejores que la inmensa mayoría de consagrados.
Seguro que a usted no le dice nada el nombre de Jeremy Szumczyk pero yo creo que es un tipo más importante que otra mucha gente que sale en televisión. Al menos ha tenido la audacia de plantear algunas cuestiones incómodas. Jeremy Szumczyk es un estudiante de quinto año de la academia de Bellas Artes de la ciudad polaca de Gdansk. El chico, tras investigar la ola de agresiones sexuales que acompañó al ejército rojo en su paseo triunfal por Europa hasta Berlin durante la Segunda Guerra Mundial, entre finales de 1944 y principios de 1945, quedó tan vivamente impresionado que decidió realizar una escultura alusiva y colocarla nada menos que en la Avenida de la Victoria de su ciudad. La estatua lleva por título "Komm Frau" ("ven mujer", en alemán) y representa a un soldado soviético violando a una mujer embarazada mientras apunta a su cabeza con una pistola.
La estatua ha sido retirada por las autoridades y el joven escultor detenido y puesto a disposición del fiscal. Jeremy Szumczyk ha aprendido la lección de que hay cosas que no pueden decirse, ni siquiera en forma de devaneos artísticos, dicho sea de paso, mucho mejores que la inmensa mayoría de "escultores" consagrados. En la mayoría de los casos, una estatua en la calle aparecería como una extravagancia callejera más de las que pueblan el centro de la mayoría de las urbes modernas. Pero el caso de Szumczyk es diferente porque no olvidemos que hay cosas que no pueden ser contadas.
Respecto a la temática de la escultura, pocos casos similares han quedado registrados en la Historia, en calidad de afrenta a la mujer, como aquellos días del invierno de 1944, cuando el Ejército Rojo penetró en los Países Bálticos e instauró la violación como herramienta de humillación pública. En muchas ciudades, desde Prusia Oriental hasta Berlin, todas las mujeres por encima de los diez años, ancianas incluidas, fueron violadas incluso delante de familiares y a veces en grupo. Las chicas de "Femen" tienen aquí una buena ocasión de validar la coherencia de su feminismo, y demostrar así que no son otra cosa que meros monigotes del Nuevo Orden Mundial, esta vez en su variante histérico-circense. Es sencillo: van a Polonia y realizan allí una de sus "performaces" ante la oficina del fiscal.
El asunto trae a colación una reflexión más profunda acerca de quién dice en Occidente lo que está bien y lo que está mal. Acabo de recibir un video de la organización "Catholics for Choice", que busca sacar al Vaticano de la ONU, con la excusa de que una religión "impone" sus puntos de vista a la población mundial. Los argumentos no pueden ser más cretinescos, toda vez que se hace pasar por "imposición" lo que no es sino la defensa de un credo religioso, con el que se puede o no estar de acuerdo, pero que indudablemente no ejerce una coacción sobre nadie.
Esto, desde luego, no es lo que sucede con la ideología dominante, parida en los conciliábulos "progresistas" repartidos por universidades, fundaciones y entidades más o menos intelectuales, cuya punta de lanza son los partidos de izquierda y también liberales. Esta nueva horda caricaturiza, primero, a sus enemigos; luego lo demuestra con sus lobbies mediáticos y, después, en nombre de la "humanidad" exige su exterminio. Este es el modus operandi de las reivindicaciones "avanzadas" de la mayoría de este tipo de partidos. Por el contrario los crímenes muy reales de individuos afectos son exculpados o mitigados en sus consecuencias dentro de lo posible.
Por este motivo, existe en la Universidad Complutense de Madrid un monumento ilegal a las Brigadas Internacionales, recuerdo al parecer imborrable de las cloacas de Stalin en nuestra Guerra Civil. Por este motivo también, Gaspar Llamazares, diputado nacional de Izquierda Unida y figura señera del "progresismo" español, considera que la sentencia del denominado "Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo", que va a liberar a decenas de asesinos etarras y otros delincuentes, es "ajustada a derecho", deja claro que "no hay atajos en la aplicación de la ley" y "señala que debe mantenerse siempre el principio de la seguridad jurídica y de la irretroactividad de las leyes".
Para Llamazares, en claro tono conciliador y resignado, "la aplicación de las leyes no está sujeta ni a la razón de Estado ni a la sensibilidad social, por muy justificada que ésta esté, sino que está sujeta fundamentalmente a la legislación y también a la jurisprudencia de los tribunales". De ahí que señalara a continuación que el "varapalo judicial" al Estado español por parte del citado tribunal "avergüenza al Gobierno español, avergüenza a sus instituciones y les da un argumento victimista a los terroristas y a los amigos de los terroristas". Este tono justificativo y sin un ápice de mención a la inmoralidad que supone utilizar la ley para liberar a asesinos en serie, contrasta con el empleado ante los EREs de Andalucía o la dureza con la que busca la ilegalización de las organizaciones llamadas por él de "extrema derecha"; nunca, por supuesto, organizaciones "anti-sistema" o nacionalistas e izquierdistas tipo "Sortu" y demás.
La actitud atribuida a Ramiro de Maeztu, conforme a la cual no se critica a los afines, es más real que nunca en la izquierda. Y este acriticismo o criticismo "soft" carece de límites en este contexto político, pase lo que pase y caiga quién caiga. No es casualidad que un hombre del PSOE –el "juez" Luis López Guerra- haya perpetrado la mezquindad de insultar a las víctimas, dinamitando desde una supuesta legalidad la doctrina "Parot" que, aunque era una chapuza, al menos garantizaba la dignidad de los agraviados.
En el fondo, la izquierda siempre reconoce a sus afines y está en su lógica justificar o dulcificar incluso lo que nadie en su sano juicio justificaría. A veces lo hace activamente, como ha hecho López Guerra en Estrasburgo, y a veces lo hace equiparando el terrorismo de izquierdas etarra, con delitos violentos de poca monta, cometidos por agrupaciones de "extrema derecha". En uno u otro caso, se trata de tergiversaciones de la verdad que contribuyen a avanzar posiciones para que solo pueda establecerse el bien y el mal desde sus tesis "progresistas" y "avanzadas".
Por todos estos motivos, acciones fuera de lo establecido, y por ello realmente "antisistema", como la emprendida por Jeremy Szumczyk, resultan altamente remuneradoras. Cuando menos obligan a pensar.
Fuente: El Semanal Digital
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