La Llama corona las cumbres de los Alpes
Tribuna de Europa: Hoy, 28 de Septiembre de 2011, los militantes del Movimiento Social Republicano, rendimos sentido homenaje a Julius Évola, filósofo e ideólogo italiano, que para tantos de nosotros ha sido un referente ideológico y un ejemplo de forma de vida.
El lugar elegido es el Monte Rosa, en los Alpes, paraje donde vivió experiencias que ayudarían a formar su pensamiento y su espíritu, alejados de la vida mecanizada, burguesa y banal de “las llanuras” sumidas en una decadencia spengleriana.
Es aquí, en la altura de la montaña, donde vivieron héroes y dioses para tantísimas civilizaciones, y es aquí donde vivió parte de su vida Julius Évola, y aquí es donde reposan sus cenizas tras su muerte, como si se cerrara un ciclo, permitiendo que su alma, despojada ahora de materia, reviva la gloria que se obtiene enfrentándose a la grandeza de la montaña, disfrutando eternamente del Paradesha.
Con este texto, esperamos ayudar a que la sabiduría de Évola no se pierda para las generaciones venideras, dedicando parte de un poema de Maleripa al maestro:
Yo soy de la raza del León, el rey de las fieras;
mi morada fue siempre la nieve de las alturas;
por eso, toda preocupación, por lo que a mí concierne, es superflua.
Escuchadme a mí, el viejo,
y a las estirpes futuras transmitiréis la Doctrina…
Julius Évola (Roma, 19 de mayo de 1898 – ibídem, 19 de julio de 1974):
“La montaña enseña el silencio, aparta de la cháchara, de las palabras inútiles, de las inútiles y exuberantes efusiones”.
“El fundamento general para el simbolismo de la montaña es simple: asimilada la tierra a todo lo que es humano (como, por ejemplo en las antiguas etimologías que hacen proceder ‘hombre’ de humus), las culminaciones de la tierra hacia el cielo, transfiguradas en nieves eternas -las montañas- deben presentarse espontáneamente como la materia más adecuada para expresar mediante alegorías los estados trascendentes de la conciencia, las superaciones interiores o las apariciones de modos supra-normales del ser, a menudo representados figuradamente como ‘dioses’ y deidades. De donde tenemos no sólo los montes como ’sedes simbólicas’ -tomemos nota- de los ‘dioses’, sino que también tenemos tradiciones, como las de los antiguos arios del Irán y de Media que, según Jenofonte, no conocieron los templos para su divinidad, sino precisamente sobre las cumbres; sobre las cimas montañosas ellos celebraban el culto y el sacrificio al Fuego y al Dios de la Luz: viendo en ellas un lugar más digno, grandioso y analógicamente más próximo a lo divino que cualquier construcción o templo hecho por los hombres.”
“La fórmula indo-aria de consagración de los soberanos: ‘Permanece firme e inquebrantable… no cedas. Sé inconmovible como la montaña. Permanece firme como el cielo mismo y mantén firmemente el poder en tu puño’.”
“Idea, Orden, Élite, Estado, Hombres de Orden, estas son las líneas que debemos mantener mientras sea posible.”
“Si el destino que el mundo moderno se ha forjado, y que ahora lo arrolla todo, no pudiese ser contenido, deberán mantenerse las posiciones internas: sean cuales fueren las situaciones exteriores, lo que pueda ser hecho se hará y perteneceremos entonces a aquella patria que ningún enemigo podrá nunca ocupar ni destruir.”
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