Ernesto Milá: Si me matan, vengadme
El sábado pasado participé en una entrañable comida con otros tres viejos camaradas que hacía mucho tiempo que no veía; en un caso con un querido camarada que hacía 32 años que no nos saludábamos. Milagro de las identidades ideológicas el percibir que pasadas las décadas seguimos compartiendo las mismas posiciones. Nosotros somos, de los que no traicionan. Nosotros somos aquellos que tienen tan asumidos sus comportamientos que no serían capaces de asumir otra identidad ideológica. El motivo del encuentro era realizar un documental sobre Juan Ignacio asesinado por quien algunos imaginamos desde hace 30 años.
Juan Ignacio era el mejor de todos nosotros. Por eso lo apreciábamos y por eso aceptábamos su liderazgo. Era entre todos nosotros el “primus inter pares”, aquel en quien confiábamos y aquel por el que estábamos dispuestos a luchar y a seguir sus órdenes. Fue asesinado en un no-tan-oscuro-episodio en noviembre de 1980. Su crimen sigue impune treinta años después. Ni se sabe quién lo asesinó, ni se sabe quién firmó la orden para que lo asesinaran. Yo no lo he olvidado: quiero saber, antes que cualquier otra cosa, quién lo asesinó y quiero que lo pague a pulso.
Os contaré una historia. En 1919, Benito Mussolini era todavía un agitador socialista. Hacía tiempo que había sido expulsado del PSI y quería que la nación italiana y su proletariado industrial recuperaran su dignidad. Les habló antes de la reunión de la Piazza del Santo Sepolcro en la que se fundó el Fascio milanés y les dijo: “Si avanzo, seguidme; si retroceso, matadme; si me matan, vengadme”. Y esto es lo que hoy quiero aplicar a mi relación (a nuestra relación) con Juan Ignacio.
A Juan Ignacio lo seguimos mientras vivió. No hubo ocasión de verlo retroceder porque Juan Ignacio destilaba confianza y valor. Nunca dio un paso atrás y nunca los que estuvimos bajo sus órdenes lo dimos tampoco. Pero a Juan Ignacio lo mataron y lo que queda, lo que nos queda a todos los camaradas que lo conocimos, es vengarlo. Vengarlo, ¿lo oís? vengarlo. Estoy seguro que él nos lo agradecería desde el más allá en caso de existir. ¿O es que creéis que él no hubiera vengado a cualquiera de nosotros en caso de haber sido asesinado?
Nada sale impune en esta vida, tanto el bien como el mal, todo, absolutamente todo, se paga. Y quienes asesinaron a Juan Ignacio, el hijodeputa que dio la orden de ejecución, atrincherado en las alcantarillas del Estado, no se irá –no quiero que se vaya– de rositas: debe de pagar sus crímenes (que no es sólo el de Juan Ignacio, sino todos los crímenes que se cometieron en la transición) y los pagará a pulso.
Los antiguos militantes del Frente de la juventud nos estamos moviendo. Hay algo que algunos no entienden: ¿cómo los vínculos de solidaridad y de amistad entre quienes compartimos la misma militancia son tan sólidos hoy como lo eran hace 35 años? Respuesta: porque hace 35 años tuvimos un líder y a ese líder lo mataron los funcionarios de las alcantarillas del Estado. Hace falta solamente poner algunos nombres y apellidos, pero no os quepa la menor duda que fue de ese pozo de inmundicias de donde partió la orden de asesinar al mejor de todos nosotros.
Y ahora han pasado 30 años. Nosotros somos de los que ni olvidamos ni perdonamos. Nosotros somos de los que decimos con Evola. Lo lamento por Blas y por los católicos con los que compartí militancia hace más de 30 años. Sigo sin ser católico y como no-católico (y, aun reconociendo que el catolicismo forma parte de la historia de España y de la tradición española) recuerdo este párrafo incomparable de Evola en el que resume nuestra ética:
"Tomando por ideal el héroe antes que el santo, el vencedor antes que el mártir, colocando la suma de todos los valores en la fidelidad y en el honor antes que en la caridad y la humildad, considerando la dejadez y la vergüenza como un mal peor que el pecado, no respetando en absoluto la regla que pide que se devuelva bien por mal y que no se oponga resistencia al mal, aprestándose, antes bien, en castigar al injusto y al malvado, expulsando de las propias filas a aquel que mantuviera literalmente el precepto cristiano de "no matarás", teniendo por principio no amar al enemigo sino después de haberlo vencido, así la caballería afirma, casi sin alteración, una ética nórdico-aria en el seno de un mundo que no era más que nominalmente cristiano".
La venganza es un plato que se degusta frío pero que es una obligación degustarlo. No quiero que mis antiguos camaradas de Frente de la Juventud se vuelvan a reunir para honrar al mejor de todos nosotros, a Juan Ignacio, quiero que se reúnan para vengarlo, ¿lo oís? Para vengarlo. Nosotros no formamos parte del mariconeo general, ni del oportunismo rampante que nos invade: ¿Los partidos políticos? ¿Las alcantarillas? ¿El poder político? ¿El económico? Sí, todo eso está muy bien: ¿pero decidnos quien asesinó a Juan Ignacio y por qué? Porque lo que hoy, todos los antiguos militantes del Frente de la Juventud lo que queremos es venganza. ¿Lo oís bien? No somos de los que perdonamos y de los que olvidamos, somos de los que creemos que todo crimen merece su castigo, todo atentado contra el honor su expiación, cualquier vulneración de la ética su castigo. Y queremos, treinta años después del asesinato de nuestro amigo y camarada: queremos que quien firmó la orden de ejecución, lo pague. Y lo pague conforme a la gravedad de su crimen. Queremos venganza. Cualquier otra cosa no sería suficiente. ¿O es que hay algún antiguo militante real del Frente de la Juventud (militantes de pastel que dicen que estuvieron allí y que jamás los vimos hay todos los que queráis) que hoy se siendo distanciado de este clamor unánime?
Va siendo hora de revisar la transición española que dista mucho de ser aquel período idílico en nuestra historia en el que los españoles decidimos entregar nuestro futuro a un centro-derecha y a un centro-izquierda que nos han arrojado a las heces de la corrupción, de la inmigración masiva y de la crisis económica. La transición fue muy diferente a cómo nos la contaron. De hecho, no se parece en nada a la “versión oficial”.
No es sólo porque asesinaran a nuestro amigo y camarada, sino porque mintieron a toda la nación: nos hicieron creer que todo el pueblo español asumía un compromiso centrista, cuando en realidad fue la violencia artificialmente construida en la extrema-derecha y en la extrema-izquierda la que indujo al grueso de la población a refugiarse bajo el paraguas protector del Estado.
Entre 1976 y 1982 murieron 200 ciudadanos víctimas de atentados terroristas. La mayoría de ellos siguen impunes. Nosotros queremos recuperar esa “memoria histórica”. Queremos saber porque murieron 200 de nuestros vecinos y, entre ellos, Juan Ignacio. Intuimos el por qué, intuimos de dónde partió la “orden de ejecución”, tan solo queremos que este crimen y otros similares durante la transición no queden impunes. Queremos –os lo he dicho– queremos venganza. Y la justicia es venganza cuando se ha hurtado al pueblo y el pueblo la exige. Nosotros, hoy, antiguos militantes del Frente de la Juventud queremos saber el nombre de la escoria surgida de las alcantarillas que ejecutó –porque de una ejecución se trató- a Juan Ignacio. Se equivocaron matándolo: nosotros, camaradas, nosotros somos de los que no olvidamos. Recordarlo y no lo olvidéis jamás: “Si me matan, vengadme”. Y al que se trata de vengar es a Juan Ignacio, no queremos reuniones de excombatientes, ni nostalgias de cuando éramos jóvenes y teníamos un ideal para vivir y una causa para morir, queremos la verdad y queremos que quien lo asesinó pague.
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