Walter Bilbao Vilches: Nacionalismo en Chile 1924- 2003
Hace unos treinta años atrás, aproximadamente, el estudio del nacionalismo no era considerado corno un tema historiográfico. En general, en el mundo no hubo interés hasta fines de los sesenta. En Chile, sólo desde fines de los setenta se ha considerado un tema de interés para la historiografía chilena, producto del quiebre del sistema democrático ocurrido en nuestro país en dicho período.
El nacionalismo en Chile durante el siglo XIX fue un mecanismo, utilizado por la elite dirigente, para lograr la integración nacional, el cual se fue afianzando en la sociedad más como un sentimiento que una doctrina política.
Sin embargo, a partir del siglo XX, surgió una corriente de pensamiento nacionalista expresada en ensayos, revistas, grupos políticos y periódicos. A partir de esta nueva corriente, comenzaron a desarrollarse diversas propuestas que dieron un contenido político a las ideas nacionalistas, transformándolas en una ideología.
La ideología nacionalista implica, aparte de una actitud o un sentimiento, una propuesta política, económica y social que responde a una tradición política, cultural y nacional.
Las hipótesis a trabajar son las siguientes: en primer lugar, los distintos grupos que han adherido a la ideología nacionalista chilena se han caracterizado por su constante presencia, fortalecimiento y relevancia política en períodos de crisis, a pesar de lo cual han sido marginales en períodos normales de la vida política nacional; y en segundo lugar, resaltar que existen varios matices de diferencia entre el nacionalismo puro y las variantes de los movimientos fascistas.
La presente investigación nos permite rastrear la influencia que ejercieron entre si los diferentes grupos nacionalistas chilenos del siglo XX, y desde ahí evaluar la relevancia de estos grupos a lo largo de nuestra historia. Finalmente, nos permitirá analizar el proceso de polarización y sobre-ideologización que caracterizó el período a partir de 1960 y que introdujo a la violencia como forma de hacer política.
La metodología usada para recopilar el material y organizarlo se compone de revisiones bibliográficas, acceso a Internet y otros estudios hechos sobre el tema. Se incluyen anexos al final del trabajo como una forma de apoyo para el análisis y como temas suplementarios.
La ausencia de análisis sobre este tipo de grupos se vincula a la reticencia de la historiografía chilena de tratar temas recientes por considerar que existe poca objetividad, debido a que sus protagonistas están vivos (por ejemplo, en el caso de Patria y Libertad), lo que implicaría una carga afectiva que no permitiría su estudio histórico, puesto que evidentemente existen discrepancias en el imaginario social y en la memoria histórica.
Un segundo elemento a considerar es la dificultad de encontrar material bibliográfico sobre el nacionalismo en el período que comprende nuestros últimos años, debido a la relativa poca notoriedad que alcanzó en este tiempo y, por lo tanto, a un cierto poco interés de los estudiosos por estudiar un fenómeno que no siempre tuvo repercusión en la vida nacional.
No obstante lo anterior, se han podido encontrar alusiones sobre el tema, las cuales pasaremos a detallar a continuación.
Período 1924 — 1973
Durante los años veinte aparecieron grupos nacionalistas, tales como la T.E.A. o “Trabajo, Entusiasmo y Abnegación” (Quema y Alumbra), conformado por oficiales conservadores, a la cabeza de Ladislao Errázuriz, quien atacó la desintegración moral de los que rodeaban a Arturo Alessandri.
Otros grupos nacionalistas de esta década fueron el Partido Popular Corporativo (1926), la Vanguardia Nacionalista de Empleados y Obreros (1927) y el Comité Central Nacionalista (1927); todos los cuales vieron a Ibáñez como el único capaz de dar orden y autoridad a la nación (1).
Las nuevas alternativas ideológicas, como el fascismo, tuvieron fuerte impacto en el nacionalismo chileno. Este fue subyugado por los principios de jerarquía, la “tercera alternativa”, frente al liberalismo y al marxismo: el Estado corporativo, la violencia como herramienta de lucha política, el liderazgo carismático, entre otros.
El grupo más importante de esta década en materia nacionalista fue el Movimiento Nacional Socialista de Chile (MNS), liderado por Jorge González Von Marées y Carlos Keller Rueff, surgido el 5 de abril de 1932.
Este presentó un discurso antiliberal y anticomunista como una respuesta ante la crisis política institucional que para ellos se venía arrastrando desde el siglo pasado. El MNS partió de la base de que Chile atravesaba por la crisis política, social y moral más grave de su historia, causada por la degeneración del ideal democrático, la incapacidad de los viejos partidos políticos para adaptarse a las nuevas necesidades sociales y económicas del siglo y el egoísmo individual y colectivo (2).
Rescataron, por consiguiente, la concepción portaliana del Estado fuerte y autoritario que controlara las actividades de la nación y las dirigiera en pro de su beneficio. Era por esto que el Estado “debe hacer lo que desea y debe hacer sin necesidad de esperar las demandas, reclamos y protestas de opinión pública” (3).
En relación a la organización del Estado, al igual que el fascismo europeo, planteaban suprimir los partidos políticos, lo que refleja el ideal de Estado unipartidista, donde las Corporaciones pasarían a ser los únicos órganos de representación de la población.
Durante el año 1938, el MNS comenzó a desintegrarse, desembocando en los trágicos sucesos del 5 de septiembre del mismo año con la llamada “Matanza del Seguro Obrero”. De este grupo se desprendieron dos agrupaciones de corte nacionalista: la Vanguardia Popular Socialista, que mantuvo como líder a Jorge González Von Marées y que siguió la línea política de éste, y el Partido Nacional Fascista, dirigido por Raúl Olivares y Osvaldo Gatica.
Este último grupo se separó de la VPS, pues para ellos Jorge González von Mareés había dejado de ser el “Jefe”, alejándose de los principios originarios que inspiraron al nacismo.
(N.d.E.) Debe también señalarse que Carlos Keller Rueff, segundo Jefe del MNS y director de la Revista Acción Chilena, rechazó el viraje ideológico de Jorge González y su apoyo a la “lucha de clases”; permaneciendo invariable en la línea histórica del MNS, que se mantuvo como tal hasta 1942. En 1941, Keller hizo entrega de la dirección de la Revista Acción Chilena a Roberto Vega Blanlot. Adicionalmente, Carlos Keller -hasta su muerte- jamás renunció a los ideales que había defendido el Movimiento Nacional Socialista Chileno).
El Partido Nacional Fascista tomó todos los planteamientos del fascismo europeo y, a diferencia del MNS, reconoció abiertamente su vinculación con los movimientos surgidos en italia, Alemania y España. Esto obedeció fundamentalmente al éxito del fascismo en el período, y la llegada del Frente Popular al poder, a fines de 1938 (4), trasladando el conflicto fascismo v/s comunismo, aunque no mecánicamente, a la realidad nacional.
Cabe destacar que, a pesar de la derrota sufrida por los nacistas el 5 de septiembre de 1938, el triunfo del Frente Popular reorganizó y fortaleció a nuevos grupos nacionalistas, pues percibieron a este gobierno como una amenaza para la nación dada la presencia de socialistas y comunistas en la coalición.
La debilidad de las autoridades frente populistas en los primeros años abrió la posibilidad de una conspiración golpista, el “Ariostazo”, levantamiento militar que desconoció la autoridad constituida y pretendió derrocar el gobierno.
Inspirados en los principios que motivaron este complot, surgió en 1940 el “Movimiento Nacionalista de Chile” (MNCH), encabezado por Guillermo Izquierdo Araya y el general “golpista” Ariosto Herrera. Al igual que grupos nacionalistas anteriores, su propuesta partió de la evaluación de una decadencia nacional, planteando que Chile se encontraba en el momento más critico de su historia producto de la acción de partidos políticos que se entregaban a sus intereses particulares y postergaban los problemas nacionales. De este modo, criticaron la democracia liberal. Como sistema político más adecuado propusieron la instauración de un Estado Nacional Corporativo, basado en una democracia funcional (5).
Si bien el MNCH tenía influencias fascistas, defendió constantemente su carácter nacional, recalcando su vinculación con el Ejército a través del general Ariosto Herrera. Esta situación permitió un acercamiento con la derecha tradicional, que se encontraba debilitada y por ello necesitaba apoyo electoral para lograr escaños en el Congreso. No obstante, el reacomodo de este sector político a partir de 1941, disminuyó la polarización reinante desde 1938. Esto significó para los grupos nacionalistas quedar en una posición de marginalidad al no contar con el apoyo del único tronco que podría haberlos fortalecido (6).
Es así que estos grupos van a desaparecer hacia 1942, al fusionarse todos en la “Unión Nacionalista”, cuyo Jefe máximo fue Juan Gómez Millas. Este grupo rechazaba tanto al liberalismo como al socialismo, manteniendo la propuesta corporativa (7). En resumen, todos estos grupos de tendencia nacionalista, que optaron por la línea pro-totalitaria fascistoide, desconocieron por completo la llegada del Frente Popular al gobierno y lucharon por su destitución y la destrucción del orden democrático liberal (8) que había permitido el ascenso de esta coalición al poder.
La situación mundial de post-guerra, el auge del comunismo en Chile y el desgaste partidario, entre otros factores, tensionaron el sistema político de tal manera que terminaron por revitalizar los planteamientos básicos del pensamiento nacionalista chileno. La sensación de amenaza y el miedo frente al comunismo fortalecieron su rechazo a la izquierda, aglutinándose en torno a la bandera del anticomunismo. Este proceso se materializó en el surgimiento de varias organizaciones que se plantearon en abierta oposición a estas ideas y dispuestas a impedir que ellas se desarrollaran aún más en nuestro país, sentimiento al que también se unió la derecha tradicional.
Entre esos grupos se puede mencionar a “Acción por Chile”, “Acción Chilena Anticomunista” (ACHA) y al grupo “Estanquero”, todos formados durante el último gobierno radical (1946-1952). A todos ellos los unió sentir el avance comunista como algo concreto al cual había que combatir.
Es así como el ACHA se planteó en una abierta oposición al Partido Comunista, llegando incluso a la violencia, decididos a anular o excluir a los comunistas de la vida política. Este grupo contaba con varias tendencias en su interior, cumpliendo un rol instrumental en la consecución de un objetivo de corto plazo; de este modo sus fundadores, “solidarios de un mismo sentimiento patriótico, sin distinción de clases ni de credos políticos y religiosos se agruparon en defensa de la nacionalidad amenazada por la acción desquiciadora del comunismo entronizado en el gobierno”
Pero quienes, en cierta medida, aportaron algo más que puro anticomunismo, fueron los Estanqueros, encabezados por Jorge Prat Echaurren. En sus inicios, el tópico principal de esta organización fue la reacción anticomunista, pero en una oposición inserta en una crítica global al sistema democrático de partidos, lo que reveló el típico sentido antipartidario del nacionalismo chileno, organizaciones a las que se les asociaba la cobardía y la falta de principios (9). Por ello su accionar estuvo destinado a excluir de la actividad política al Partido Comunista, lo cual se logró con la dictación de la Ley de Defensa de la Democracia.
Para los Estanqueros, el problema por el que atravesaba el país era la pérdida de ambición histórica y la ausencia de conciencia de un destino común compartido con el mundo iberoamericano. Debido a esto, se reforzó la tendencia autoritaria del nacionalismo, recreando el legado portaliano y apoyando tendencias iberoamericanistas. En materia de proyecto político, hicieron hincapié en la necesidad de constituir una nueva conciencia nacional, consubstancial a un nuevo tipo de política, de carácter auténticamente nacional, asociado a la figura y obra de Portales.
En general, en el pensamiento Estanquero se dio una mezcla de elementos nacionalistas tradicionales, reconocidos por un sentimiento de miedo subyacente. La posibilidad de salvación nacional, la situaba en el rescate de los valores espirituales y en las tradiciones nacionales, junto, por supuesto, al logro de un gobierno que fuera reflejo de ese ideario.
El contexto histórico nacional fue propicio para convocar adeptos a estos ideales, por cuanto la sociedad se encontraba cansada y escéptica del orden político del modelo económico desarrollista aplicado y del clima de desorden social. En síntesis, el contexto histórico de la post-guerra fue un aliciente para el pensamiento nacionalista en peligro de desaparecer tras la caída de los totalitarismos fascistas. La nueva polarización del mundo obligó al nacionalismo chileno a replantearse en términos ideológicos, moderando algunas propuestas e incorporando nuevos protagonistas al proyecto de salvación nacional.
La candidatura presidencial de Carlos Ibáñez del Campo canalizó dichos sentimientos y posibilitó el acercamiento del nacionalismo, por primera vez, al poder. El Partido Agrario Laborista (PAL) fue fundado el 15 de Diciembre de 1945, siendo el principal sostén de la campaña ibañista. A él confluyeron tres corrientes fundadoras: el Partido Agrario (creado entre fines de 1931 y principios de 1932), el cual proporcionó un grupo de parlamentarios con fuerte apoyo en la Araucanía. Se consideraban la voz de las provincias y específicamente del sur, fustigando duramente el centralismo santiaguino y a su extensión, la burocracia radical (10).
Otro sector era la Alianza Popular Libertadora, ibañista, de tendencia corporativista y con una marcada añoranza del estado portaliano. El tercer grupo eran elementos dispersos del Movimiento Nacional Socialista (MNS), los cuales propugnaban el corporativismo y la exclusión de los partidos políticos.
El Agrario Laborismo fue un “movimiento de ruptura” con la política “doctrinaria” de los partidos históricos, lo cual le valió el rechazo de la derecha tradicional. Tal como dejó de manifiesto el candidato presidencial derechista en 1952, quien hizo esfuerzos permanentes por señalar sus diferencias con Ibáñez, el que era denunciado como conspirador dictatorial. Entre otros aspectos el Partido Agrario Laborista, se proponía la construcción de una estructura política nueva, verdaderamente nacional, provista de autoridad y eficiencia, alentadora de la natural solidaridad entre los chilenos, llamada a reemplazar una pseudo-democracia carcomida por el partidismo político y dañada irreparablemente por los efectos atomizadores de las corrientes político ideológicas.
La heterogeneidad de fuerzas y grupos políticos que formaban la agrupación provocó un permanente proceso de discusión programática en su interior, al definirse como fuerza de tercera posición entre el liberalismo y el marxismo, se desgastaron paulatinamente. Ya en 1957 los resultados electorales de las parlamentarias habían mostrado una recuperación de los principales partidos afectados por los terremotos de 1952 y 1953 y por un debilitamiento de los partidos del régimen.
La formación del Partido Demócrata Cristiano en 1957, se convirtió en un verdadero problema electoral para el PAL, el cual terminó absorbiendo su base de apoyo. Por lo demás, es preciso advertir que ambos partidos asumían determinadas actitudes en comunidad de perspectivas (la crítica del partidismo, cierta impronta corporativista, su ambiguo programa socioeconómico, etc.). A su vez influía una percepción anárquica de la realidad nacional y un diagnóstico fragmentado e incluso contradictorio en su interior. Es así que el PAL y sus variantes terminarían, pues, como simple extensión de la plataforma presidencial de Eduardo Frei Montalva, integrándose como uno de los tantos afluentes al PDC, sin condiciones (11).
El nacionalismo -que se había agrupado bajo la bandera del Ibañismo-, resultó debilitado al concluir el período de gobierno, ya que el PAL había albergado en su seno a personalidades de distinto origen y formación y que en los años siguientes siguieron participando en la política chilena desde las posiciones más diversas y contradictorias (12). De este modo, la heterogeneidad del grupo se reflejó en la crisis del gobierno.
Otro grupo, representante del nacionalismo doctrinal y radicalizado, fue el Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista (MRNS), fundado el 5 de agosto de 1952. Existía desde 1947 bajo el nombre de Movimiento Nacional Sindicalista.
Como consecuencia de la candidatura de Ibáñez, pasaron a la política activa como oposición, puesto que creían inevitable su fracaso desde el punto de vista nacionalista. Además, no apoyaban a ningún candidato. Con el MRNS asistimos a una corriente de pensamiento muy especial dentro del nacionalismo. En ciertos aspectos es más radical que cualquiera de los otros grupos nacionalistas. Si alguno de éstos había hecho la crítica del capitalismo y de la cultura burguesa, el MRNS llegaba al rechazo mismo del mundo moderno. Recogía el pensamiento católico tradicional español, constituyendo el grupo más representativo del pensamiento hispanista en Chile.
A pesar de no ser gravitante en la política contingente, cobró notoriedad en la década de los sesenta por sus violentos enfrentamientos con los militantes comunistas, lo que le valió ser procesado conforme a la ley de Seguridad del Estado, a requerimiento del ministro del interior del gobierno de Alessandri (13). Produjo una gran variedad de medios escritos para la reflexión y la divulgación de sus ideas, como las revistas “Bandera Negra” y “Guerra Obrera” en Santiago; “Doctrina y Estilo” en Concepción y en Valparaíso “Tizona” (primera época, 1958), “Aspas” (1965-1966) y, desde Agosto de 1969, “Forja”.
De todos los elementos constituyentes de su doctrina, especial atención genera la idea de Patria en la cual subyace el corporativismo. Por Patria entienden la organización misional y jerárquica de cada tarea humana, en función de las tareas nacionales (14). De esta forma, la función determinará el rol social que el individuo tendrá en la sociedad en bien de la comunidad.
El fracaso del proyecto autoritario Ibañista, permitió el resurgimiento de los partidos de la derecha tradicional en la coyuntura de las elecciones de 1958. El triunfo de Jorge Alessandri Rodríguez provocó la desaparición del Ibañismo como fuerza política y social, afectando negativamente, sin duda, al nacionalismo. Alrededor de 1960, coincidiendo con la vuelta al poder de los partidos históricos, las manifestaciones nacionalistas son débiles o encuentran poca aceptación (15).
En 1963, el grupo Estanquero reapareció como “Pratismo”, cuando un grupo de hombres de empresa de la provincia de Cautín lanzó la candidatura presidencial de Jorge Prat Echarurren. El “Pratismo”fue un nacionalismo de base social en los sectores medios, de rechazo a la práctica de los partidos. Jorge Prat habló de una “Democracia Directa” en oposición a la “Democracia de intermediarios” que sería el sistema de partidos republicano, centrando su discurso en la necesidad de permitirle al Presidente de la República gobernar. Un elemento destacado de su pensamiento, lo constituye la revitalización del rol de las Fuerzas Armadas bajo la idea de que forma parte del cuerpo social y que, por tanto, debe impedir la crisis final de la nación, ante la posible victoria “comunista” en las elecciones (16).
El Movimiento Pratista fue el núcleo sobre el que se fundó el “Partido de Acción Nacional” en 1964 concebido como un movimiento de prescindencia doctrinaria y de anchura patriótica. Su diagnóstico del país coincidía con la de los movimientos nacionalistas anteriores: “…una estructura política inadecuada, un eje débil e inoperante, un parlamento que legislaba sin estudiar ni conocer los problemas, una organización sindical ineficaz e injusta” (17). En este sentido mantuvo una línea de continuidad con los movimientos nacionalistas precedentes. A pesar de ello, adscribió al sistema político participando en las elecciones presidenciales de 1964 y en las parlamentarias de 1965.
Como consecuencia del fracaso del proyecto autoritario de Ibáñez, se produce el fortalecimiento de la tendencia nacionalista corporativista, pero que ha experimentado un proceso de renovación política al haber asimilado posiciones de un grupo de economistas afines al neoliberalismo. Se hace fuerte en una serie de instituciones corno la Universidad Católica, el diario El Mercurio y las revistas Portada y Qué Pasa; y constituye la base del “Movimiento Gremialista” (18).
Contemporáneamente, hacia fines de la década del sesenta, surgían y resurgían grupos de carácter nacionalista que coincidían en diagnosticar una crisis, reflejada en lo que llamaron la caducidad del modelo político clásico. Estos grupos son los que adscribían a las revistas Tizona y Forja, y el grupo Tacna, este último involucrado en el intento de secuestro y asesinato del General René Schneider.
Las revistas Tizona y Forja comenzaron a publicarse casi simultáneamente en 1969, en la provincia de Valparaíso y tenían relación directa con el Movimiento Revolucionario Nacional Sindicalista (sus redactores pertenecían a este movimiento) (19).
A pesar de tener un mismo origen, ambas revistas enfocaban el nacionalismo desde ópticas distintas. Tizona se orientaba hacia el tradicionalismo católico planteando el nacionalismo no como doctrina política, sino como fuerza capaz de oponerse de manera eficaz a los partidos marxistas en el poder (20). De este modo, sería un sentimiento nacional o actitud nacional, agregando que incluso podría asociarse a la manifestación de un “…complejo de inferioridad política”, expresada en momentos de peligro para la nación, es decir sólo como reacción ante la amenaza que veían en el marxismo (21).
Por su parte, Forja se autodefinía como tribuna abierta del Nacional Sindicalismo, afirmando que el nacionalismo tenía una larga trayectoria ideológica y organizativa que arrancaba de la escuela corporativa y cuyo fundamento era la patria en cuanto poseedora de tradición, cultura y conciencia de Nación.
Así adscribían a un nacionalismo definido como doctrina política basada en el ser nacional, diferenciándolo del nacionalismo como sentimiento del valor de la nacionalidad, el que incluía, según ellos, a la democracia liberal como parte integrante de la tradición nacional, situación que Forja rechazaba de plano. Para este grupo el sistema demoliberal no servía a los intereses de la nación, agregando que las formas políticas debían adecuarse a cada pueblo. Por otro lado, siguiendo la línea del MRNS, Forja planteaba la existencia de un nacionalismo revolucionario, marcado por el nasserismo, el Tercer Mundo e Iberoamérica. En relación a este último se definían como antiimperialistas y defensores de la unidad iberoamericana.
El Grupo Tacna desarrolló una postura similar a la descrita. Partía afirmando que el nacionalismo tenía larga historia como fenómeno político chileno e iberoamericano, lo que implicaba una concepción nacionalista como doctrina política capaz de solucionar los problemas nacionales y continentales. Tenían además, una concepción nacionalista revolucionaria puesto que planteaban el cambio de las estructuras sociales y políticas y la liberación de la tutela imperialista.
Esta evolución del nacionalismo coincidió con un momento de profunda crisis para la derecha política. En efecto, al hacerse evidente el fracaso del proyecto político de la derecha tradicional en el gobierno de Jorge Alessandri, ésta perdió confianza en sí misma. Evaluando el comportamiento electoral consideró inviable mantener los tres tercios históricos para enfrentar la elección de 1964, lo cual auguraba la llegada al poder de los sectores marxistas representados en su candidato Salvador Allende. De allí que optaron por el “mal menor” cometiendo un acto suicida: el respaldo incondicional a Eduardo Frei Montalva… la muerte política del partido Liberal y Conservador, como efectivamente quedó demostrado en las elecciones parlamentarias de 1965 y, sobre todo, en la formación del Partido Nacional, el cual fue conducido por los sectores nacionalistas basta entonces marginados de la derecha tradicional… es así que el Partido Nacional surge como una fuerza política confrontacional.
Bajo esta coyuntura se produjo el marco necesario para el surgimiento de una alianza entre el nacionalismo y la derecha política, que desembocó en la fundación del Partido Nacional. Desde entonces hasta 1970, la derecha se vio replanteada en su posición, revitalizada en su actuar, dejando atrás la negociación y buscando la confrontación. Este nuevo estilo confrontacionalista se adecuaba mejor a los sectores nacionalistas de la Derecha, que a las antiguas elites parlamentarias expertas en la negociación y el acuerdo pactado. No es extraño pues, que el nacionalismo hasta entonces marginal pasara ahora a tener predominio en la nueva derecha.
De esta manera, las condiciones históricas dieron importante participación a las fuerzas nacionalistas a partir de 1966, lo que vendría a explicar, entre otros factores, el surgimiento del Frente Nacionalista Patria y Libertad. En las publicaciones de su periódico, la entidad presentó su propuesta, en el ámbito político, económico y social, la que no era nueva, ya que en varios aspectos recogía el legado nacionalista chileno, surgido a comienzos de siglo. Ejemplo de esto es la concepción portaliana de Estado, la percepción de crisis, el corporativismo, la democracia funcional y la actitud crítica hacia los partidos políticos, además de contar con preparación paramilitar. De este modo, la base ideológica del grupo “Patria y Libertad” estaría en lo que podríamos llamar la tradición nacionalista chilena.
Al igual que algunos anteriores movimientos nacionalistas, Patria y Libertad obedeció a un objetivo cortoplacista, cual era el derrocamiento del régimen de la Unidad Popular, después de lo cual se disolvió, obedeciendo al bando de la Junta Militar que decretaba la recesión de los partidos y movimientos políticos.
Período 1973-1989
Luego del Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973, el nacionalismo entró en un relativo receso. La organización nacionalsocialista que existió en Chile en forma estructurada antes del golpe militar, era el Partido Nacional Socialista Obrero (PNSO) de Franz Pfeiffer, que se disolvió de acuerdo al Bando Número 1 de la Junta Militar. En un primer momento, en el régimen de Pinochet hubo una influencia de sectores nacionalistas, que se extendió hasta 1976. Cuando entraron al Gobierno los llamados Chicago Boys, eso terminó. Si bien no hubo vínculos estrictos, sí existió una suerte de simpatía, que los movió a colaborar con el régimen.
La Declaración de Principios del Régimen Militar declaraba al nuevo régimen como un gobierno nacionalista, aunque despojado de los matices ideológicos que caracterizaron las décadas pasadas y acentuando tan sólo los aspectos básicos del nacionalismo puro, cuales eran los emblemas patrios, el sentimiento de nacionalidad, etc. La diversidad ideológica no encontraría ya ningún eco al estar bajo un régimen autoritario, donde se había decretado la disolución de los partidos políticos y se apuntaba a la consolidación de un nuevo orden, lo cual requería un concepto fuerte de autoridad.
Sin embargo, en esta época se adivina un paulatino resurgimiento de diversos grupos nacionalistas que no están reunidos bajo el alero de ninguna organización única. La expresión de todos estos grupos se vio reflejada en la aparición de la revista “Avanzada”, donde se expresaba el apoyo de los grupos nacionalistas al general Pinochet.
Los referentes ideológicos más cercanos de sus publicadores eran Corneliu Zelea Codreanu (N.d.E.: jefe de la “Guardia de Hierro” rumana), el Falangismo Español (N.d.E.: de José Antonio Primo de Rivera), el Hungarismo (N.d.E.: De Ferenc Szálasi) y el Pratismo.
La revista, más tarde, pasaría a ser órgano del “Movimiento Avanzada Nacional”, el grupo de apoyo más fuerte de Pinochet. Entre sus líderes figuraban el ex miebro de la CNI, Alvaro Corbalán, y Benjamín Matte, ex Patria y Libertad. En sus estatutos, “Avanzada Nacional” afirma que cree en la Unidad Nacional y rechaza el esquema de izquierdas y derechas. Rechazan igualmente todo sistema político “cuya acción se sustente en el manejo de mezquinos intereses de las oligarquías, sean éstas económicas o políticas…”. Su enfoque dista sustancialmente de la filosofia “chicaguista” (N.d.E.: sustentada por los sectores neoliberales que se formaron en la Escuela de Economía de Chicago, EE.UU., bajo la dirección del economista Milton Friedman). También se manifiestan partidarios del corporativismo.
El Nacional Sindicalismo también se reagrupaba por la misma época. La reestructuración del nacional sindicalismo como formación política en 1983 —la misma fecha por la cual se estructura Avanzada Nacional- bajo la dirección de Werner von Bischofaussen como jefe nacional y Misael Galleguillos como Presidente de la Comisión Política, dio inicio a una etapa de acción pública abierta para participar en el proceso de transición, con el respaldo de dirigentes tradicionales de las jerarquías y con el apoyo de sectores juveniles y sindicales que le dieron un nuevo perfil político y social.
Werner von Bischoffausen impuso una actitud de realismo político e insistió en la formación de los nuevos camaradas en la línea de definir metodologías para conocer la realidad política, social, económica y cultural; mantuvo el sentido misional y católico del movimiento. Además estableció la urgencia de definir y realizar un plan de acción. En esta etapa se fortaleció el Frente Laboral de Chile, surgió Generación Universitaria y se organizó el Frente de Pobladores.
En esta nueva etapa del nacionalsindicalismo apareció su experiencia gubernativa: Eugenio Cáceres Contreras fue Director de Educación Superior del Ministerio de Educación y Misael Galleguillos fue Director de la Secretaría Nacional de los Gremios.
En este período, el movimiento se fortalece como escuela de pensamiento y como corriente de opinión. Su acción a nivel gremial alcanza gran profundidad y se extiende a todo el país. En el terreno universitario se logra gran penetración en sectores estudiantiles y se gobiernan varias federaciones de estudiantes. Lo mismo ocurría por la fecha de elecciones sindicales que lograron se normalizaran en 1978. En esta etapa destacan los dirigentes sindicales Jorge Salinas, René Sottolichio, Juan Vergara, José Cavalien, José Bodelón y Jaime Saura.
Su fortalecimiento y desarrollo creó rivalidades y pronto comenzaron intentos por desestabilizar sus acciones al interior del Régimen Militar: Cáceres fue acusado de comunista por haber viajado a Cuba a un encuentro internacional de estudiantes como presidente del Centro de Arquitectura. “El nacionalismo es la antesala del comunismo”, publicó Jaime Guzmán. Su crecimiento e influencia lo hizo revisar y actualizar proposiciones e ideas. Surgió el estudio de los cuerpos sociales de la nación y alternativas de participación social. De ello devino la creación del Consejo Nacional del Trabajo y la proposición de crear Consejos Asesores a nivel de ministerios para hacer posible la participación social plena.
También surgió la iniciativa de transformarse en fuerza política, para participar orgánicamente del Poder Político del Estado. Se visualizó que la política era multi institucional y que debían crearse organismos autónomos sectoriales y culturales para diversificar la acción y darle eficacia al cumplimiento de las metas y objetivos. Se creó la Corporación de Estudios Superiores y la Corporación de Estudios Liberales que prestó apoyo al Frente Laboral de Chile.
En 1982 se involucró al Movimiento en el asesinato de Tucapel Jiménez, entonces Presidente de la ANEF (Asociación Nacional de Empleados Fiscales).
(N.d.E.: Tucapel Jiménez había sido un férreo opositor a Salvador Allende y un claro Nacionalista. Su brutal asesinato –preparado por la Dirección de Inteligencia del Ejército, DINE- fue un mensaje directo a los sectores nacionalistas quienes –junto a el ex integrante de la Junta Militar, el ex Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh Guzmán-, estaban desarrollando planes para que Pinochet entregara el poder anticipadamente, o bien, para deponerlo por la fuerza y llamar a Elecciones anticipadas).
Esto impactó fuertemente a sus seguidores y el Gobierno, como era de esperar, congeló su actitud de simpatía por este sector político. Al académico de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación se le requirió a petición de la CNI “por ser comunista”. Hubo que hacer gestiones a alto nivel para aclarar los hechos, lo que al final quedó superado. Cáceres fue nombrado rector de la Universidad del Bío-Bío.
Es bueno para una revisión de la historia recordar que Ramón Callís Arrigorriaga, fundador del movimiento, fue detenido el 11 de septiembre de 1973 acusado de “pertenecer a una célula comunista” y que el propio Cáceres, junto al padre Osvaldo Lira —adherente al movimiento- y el Dr. Jorge Vargas, realizaron múltiples gestiones para lograr su libertad. Callís se dedicó a la formación de dirigentes sindicalistas en la Escuela Sindical de Chile.
Por esta misma época se reagrupa el movimiento Nacional Socialista, que después de la muerte de Franz Pfeiffer, pasó a ser liderado por el escritor esótérico Miguel Serrano, Hugo Lara, Eugenio Lutz y el catedrático Erwin Robertson. Su acto de fundación oficial fue el 5 de septiembre de 1987, en el Cementerio General, coincidiendo con la muerte de Rudolph Hess. Su principal órgano de expresión fue la revista “La Ciudad de los Césares”, de corte filosófico y esotérico, dirigida por Erwin Robertson (N.d.E.: esta es la opinión del autor del trabajo, aunque está mal informado de las fechas y algunos hechos).
Al alero de esta nueva corriente Nacionalsocialista, surgen los “cabezas rapadas” o Skinheads, que se desarrollan entre 1984 y 1989, casi coincidiendo con la irrupción de Miguel Serrano. Todos los skinheads nacionalsocialistas tienen características comunes: su amor por la cerveza y su admiración casi religiosa por Hitler y el Tercer Reich, su antisemitismo y xenofobia, su apología de una imaginaria “raza aria” en Chile, su creencia en la existencia de un ZOG (“Gobierno Sionista de Ocupación”), su aversión contra la izquierda y el anarquismo, así como contra homosexuales, hippies y consumidores de droga. Su odio no es sólo intelectual: en forma compulsiva se entrenan en artes marciales y defensa personal. Se han caracterizado por su violencia contra estos grupos y contra la inmigración peruana, a la vez que por su propaganda.
Período 1989 en adelante
El Movimiento Socialista Nacional, Patria Nueva Sociedad —la cara más visible del nacionalismo actual- fue fundado el 1º de mayo de 1999 en Puerto Montt.
Su lanzamiento público fue el resultado de las resoluciones del “Primer Encuentro Ideológico Nacional Socialista Chileno”, realizado en Quintero en abril de ese año. En esa oportunidad, los casi 20 delegados asistentes concluyeron que “el nacional socialismo histórico era inviable de aplicar a la realidad chilena, y que por ello debía fundarse un movimiento Político, Público y Legal”, que diera cuenta de las concordancias y divergencias con las tesis originales del nazismo. La svástica fue reemplazada por una “cruz solar” y el clásico saludo romano, brazo en alto, por uno similar, pero con los tres dedos levantados.
La convocatoria al cónclave había sido publicada por primera vez en la Revista Pendragón, provocando una indignada carta del Centro Simón Wiesenthal, al entonces Presidente Eduardo Frei Ruiz Tagle. Su divulgación instaló el tema en la agenda pública, concitando el generalizado rechazo de la mayoría de las organizaciones políticas y, por cierto, de la comunidad judía.
Para militar en el movimiento los postulantes deben realizar un Curso de Formación, que se dicta cada seis meses en forma permanente. En el curso, los alumnos reciben conocimientos en cuatro áreas: Ecofilosofía, Filosofía, Antropología y Excursionismo y Media Montana.
El movimiento es fundador de la “Red Nacionalista Americana”, que agrupa a diversas organizaciones del continente. De igual modo, el movimiento constituye la continuación histórica en Chile del Partido Nacional Socialista Obrero (PNSO), organización política con existencia legal entre 1964 y 1968, de acuerdo a la ”Declaración del 12 de Octubre de 1999” firmada por el último directorio en funciones de dicha organización.
Según su “Declaración de Principios” el Movimiento “sustenta una Cosmovisión de carácter espiritual, que rechaza el materialismo en todas sus formas, y que persigue el sostenimiento de la vida en todas sus manifestaciones, a través del fomento de una Ecología del pensamiento y la acción”.
Con estas declaraciones, dan cuenta de un segmento que no había sido abarcado por los grupos nacionalistas tradicionales, cual es la preocupación por el Medio Ambiente y por el Bienestar Espiritual, a los cuales también atribuyen importancia en la formación de un “Hombre Nuevo” (N.d.E.: la definición “Hombre Nuevo” es del autor del texto).
En la misma Declaración se concibe al Estado “como medio de administración, estructura y expresión de la identidad nacional, cultural y natal del pueblo que lo compone…” “Se concibe al Estado Orgánico como algo en continua evolución, basado en el reconocimiento de las diferencias biológico-culturales de las poblaciones que habitan en un territorio”. Con esto, pretenden, sin duda, negar cualquier identificación con la teoría de la superioridad racial. El resto de su declaración aboga por el rechazo a la lucha de clases, la oligocracia y la partitocracia; el respeto a los Derechos Humanos y la promoción de una jerarquía horizontal.
En general, se aprecian matices de diferencia con el nacionalismo clásico, aunque se preservan tradiciones como la soberanía nacional y el respeto por los valores patrios y todos los elementos de la nacionalidad.
Conclusión
A partir del análisis de la trayectoria de la alternativa nacionalista en Chile, podemos establecer que han existido grupos políticos con una propuesta nacionalista a lo largo de todo el siglo XX, adquiriendo especial relevancia en períodos de crisis. Sin embargo, su característica principal es la marginalidad dentro de la política nacional.
Por otro lado, la propuesta de estos grupos ha presentado elementos que le dan un carácter de continuidad, que nos permite plantear la existencia de una Tradición Nacionalista en Chile. Es así que todo lo grupos estudiados parten de la base de que el país se encuentra en crisis, frente a lo cual se presentan como una tercera alternativa, con un discurso antiliberal y antimarxista, una propuesta marcada por el Corporativismo y una concepción Portaliana del Estado.
A pesar de esto, es un fenómeno político bastante heterogéneo, ya que en él convergen distintas tendencias, desde las más moderadas hasta las mas radicalizadas.
Las tendencias moderadas se van a caracterizar por participar en el sistema político, a pesar de criticarlo, estableciendo alianzas con la derecha tradicional, como es el caso del Pratismo y el Movimiento Nacionalista Chileno, entre otros.
En cambio, las tendencias más radicales critican fuertemente al sistema político, y en algunos casos intentan, como es el caso del MNS, abolirlo por la fuerza. Otras llaman a realizar una revolución nacionalista, tal como es el caso del PNF y el MRNS.
La presencia del nacionalismo en Chile, por tanto, la encontramos a lo largo de todo este siglo, fortaleciéndose en momentos de crisis, en los cuales se tiende a culpar de ella a agentes específicos del sistema (liberalismo económico, políticas inmigratorias etc.) Una vez superada la crisis, estos grupos tienden a desaparecer, por no tener un discurso que vaya más allá de la simple respuesta a una coyuntura determinada.
Fin
Mayo del 2003
Breve Comentario del Editor
Hemos querido publicar este sintético trabajo del joven estudiante Walter Bilbao Vilches, de la Carrera de Sociología de la Universidad Católica Cardenal Raúl Silva Henríquez, porque proporciona –pese a algunos errores de contexto y cronología mínimos-, un adecuado diagnóstico de la historia del Nacionalismo chileno desde 1924 a la fecha.
Obviamente, ello deja de lado la influencia de la Generación del Centenario, e incluso, de los precursores, como Nicolás Palacios y “Raza Chilena”, aunque para efectos de reforzar la tesis presentada serían igualmente válidos.
Patria Nueva Sociedad asumió desde un comienzo el error que consistía plantear un proyecto nacionalista cortoplacista, y así, desde su fundación, se planteó un lapso de 10 años sólo para constituirse en Partido Político. Por ello, al menos en términos de su propuesta, Patria Nueva Sociedad constituye un verdadero punto de inflexión en la historia del Nacionalismo en Chile, ya que surgió precisamente como resultado del análisis crítico de la misma historia que se ha resumido en éstas páginas.
No estamos aquí por motivos contingentes: La Patria y la Comunidad de Pueblo son Permanentes. Eso es nuestro fundamento, y su Conducción y Gobierno son nuestro Objetivo.
Por ello Patria Nueva Sociedad está, efectivamente, Construyendo Futuro.
Notas
(1) Hernán Ramírez Necochea, “El Fascismo en la Evolución Política de Chile, hasta 1970”, en Araucaria de Chile 1978, páginas 13 a 15.
(2) Rodrigo Alliende, “El Jefe”, Santiago, 1990, página 49.
(3) Erwin Robertson Rodríguez, “Nacismo Chileno”. Santiago 1986, página 32.
(4) Verónica Valdivia. “Las nuevas voces del Nacionalismo Chileno, 1938-1942”, en Boletín De Historia y Geografía. Número 10, 1994, página 128.
(5) Erwin Robertson Rodríguez, “Ideas nacionalistas”, página 171.
(6) Verónica Valdivia, “Las nuevas voces del Nacionalismo Chileno, 1938-1942”, en Boletín De Historia y Geografía. Número 10, página 131.
(7) Carlos Maldonado. “El ACHA y la proscripción del Partido Comunista”
(8) Verónica Valdivia, “Las nuevas voces del Nacionalismo Chileno, 1938-1942”, en Boletín De Historia y Geografía. Número 10, página 119.
(9) Revista “Estanquero”, número 188, página 3.
(10) Cristián Garay Vera, “El Partido Agrario Laborista (1945-1958)”, Santiago, 1990. Pág.32
(11) Cristián Garay, op.cit., páginas 25 y 26.
(12) Mariana Aylwin, “Chile en el Siglo XX”, página 232.
(13) Erwin Robertson Rodríguez, op.cit., páginas 261 y 262.
(14) Erwin Robertson Rodríguez, op.cit., páginas 274.
(15) Ibid. P. 220.
(16) Ibid. P. 227 a 257.
(17) Cristi y Ruiz, “El Pensamiento Conservador en Chile”, página 259.
(18) Ibid. página 259.
(19) Erwin Robertson Rodríguez, op.cit, página 286.
(20) Ibid. página 8.
(21) Ibid. página 9.
Bibliografía
Alliende, Rodrigo; "El Jefe", Santiago, 1990.
Aylwin et al, "Chile en el Siglo XX", Ed. Pehuén, Santiago, 1985.
Cristi, Renato; Ruiz, Carlos; "El Pensamiento Conservador en Chile", Ed. Universitaria, Santiago, 1992.
Garay, Cristián; "El Partido Agrario Laborista. 1945-1950", Ed. Andrés Bello, Santiago, 1990.
Maldonado, Carlos; "El ACHA y la proscripción del Partido Comunista", FLACSO, 1988.
Ramírez, Hernán; "El Fascismo en la evolución política de Chile hasta 1970", Ed. Araucaria de Chile, Madrid, 1978.
Robertson Rodríguez, Erwin; "Ideas Nacionalistas", Tesis de Licenciatura en Derecho - Facultad de Derecho Universidad de Chile, Santiago, 1978.
Valdivia, Verónica; "Las nuevas voces del Nacionalismo chileno. 1938 - 1942" Boletín de Historia y Geografía Nº 10, 1994.
Sitios Web:
Portal Patria Nueva Sociedad: www.pns.cl
Revista Acción Chilena: www.accionchilena.cl
Nacional Sindicalismo Chileno: www.aspas.org
Revista La Huella, Nº 9, "¿Un Le Pen para Chile?", Mayo del 2002, Santiago de Chile.
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