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La memoria de la Otra Europa

Los asesinos de Lorca, vendetta familiar

Los asesinos de Lorca, vendetta familiar
Por fin ya hay algo que sabe a verdad, respecto al asesinato de Lorca en la Granda del verano del 36. Fueron sus primos, lejanos primos, a los que hago el desprecio de ignorar su nombre. Rencillas familiares, acaso más profundas que las ideológicas que marcaban la guerra civil, llevaron a los que hicieron la saca de la cárcel aquella noche estival en la capital de Darro. El Faro ha informado puntualmente de la película que se estrenará en Septiembre sobre el asunto.
Y todo parece como una premonición del propio Lorca, en aquellos versos de Antoñito el Camborio, en el Romancero Gitano: Antonio Torres Heredia. / Camborio de dura crin, / moreno de verde luna, / voz de clavel varonil: / ¿Quién te ha quitado la vida /  cerca del Guadalquivir?   //  Mis cuatro primos Heredias, / hijos de Benamejí. / Lo que en otros no envidiaban, / ya lo envidiaban en mí. / Zapatos color corinto, / medallones de marfil, / y este cutis amasado / con aceituna y jazmín.

Cuando estuve en Valderrubio, el pueblo donde ocurrieron los hechos dramatizados en La Casa de Bernarda Alba, un pueblo antes llamado Asquerosa, analogía de Acqua Rosa, en latín Agua roja, departí algo con los nativos, que habían hecho casa museo lorquiano en la villa. Ahora me casan algunas piezas sobrantes. El padre de Federico hacía, no sé si esporádicamente, de prestamista particular. Y cuando se presta dinero en la familia, suelen pasar estas cosas. España entera está llena de estas envidias, a caballo entre la usura de unos, el aprovechamiento de otros, y la inquina en todos. La indiferencia es tomada por desprecio, y una mirada perdida, como portadora de odio.

Acaso haya que pensar que la salida de la casa de los Rosales no fuera tan dramática, si el fulano aquel de la CEDA, cuyo nombre también prefiere ignorar esta crónica, acudiera acompañado por estos primos lejanos, de los que Federico no podía desdecirse delante de las mujeres de los falangistas granadinos.

El caso es que agonizando la tiniebla de aquella noche agosteña, lo sacaron junto al maestro cojo y al banderillero. Antes de que amaneciera, les bajaron del camión, y los tirotearon, seguramente por la espalda. Una venganza familiar disfrazada de suceso de guerra, criminal suceso de guerra, me apresuro a distinguir. Lorca fue víctima de esa España nagra y profunda, enraizada en una ruralidad pobre y violenta, de la que no era detentadora exclusiva Puerto Hurraco, aquel pueblo de Extremadura de hace algún año. Fue protagonista, malhadado protagonista, de un suceso primo hermano del de Bodas de Sangre o la Bernarda; un suceso sangriento, propio de una España ignorante y hambrienta, siciliana, en la que su pecado fue ser hijo de quien era, no ser él mismo quien él mismo era. Vale.

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