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La memoria de la Otra Europa

En la muerte de Dominique Venner (Ernesto Milá)

En la muerte de Dominique Venner (Ernesto Milá)

 

 

Dominique Venner: me alegro de haber traducido alguno de tus libros, me alegro de haberlos leído casi todos, me alegro de compartir contigo los mismos ideales y me alegro de que medio siglo después de que crearas EUROPE-ACTION, tus ideales siguen siendo aquellos por los que en otro tiempo luchaste, me alegro de que murieras pensando como viviste y me alegro finalmente de que tus enemigos hayan sido los míos y de que tu muerte haya sido como tu vida, un ejemplo para todos nosotros y un estímulo para no renunciar nunca a nuestros comunes ideales. A partir de ahora podemos decir que no solo Mishima se suicidó para llamar la atención por la decadencia de su Nación, sino que en la Vieja Europa también un hombre dio testimonio de esa decadencia y su fuerte fue un grito para el combate de nuestra generación y de las que vendrán.

Dominique Venner ha muerto porque no quería que su pueblo y su gente, entre ellos el creador de Notre Dame de París, fuera sustituido por pueblos alógenos llegados al continente para mayor gloria de la globalización y el neocapitalismo y a despecho de que en apenas unas generaciones su identidad sustituya a la nuestra. Su muerte es una vida entregada en defensa de la identidad de todos nosotros, de la de su familia, de tu identidad y de la mía.

He leído varias veces la carta de despedida de Venner. No es la de un depresivo que en el pozo de su enfermedad lo ve todo negro. Es la carta de alguien que quiere evitar con su testimonio la ruina de una identidad ancestral y plurimilenaria.

Oí hablar de Venner hace muchos años a antiguos miembros de Europe Action, de la OAS y de Jeune Nation que habían estado a los órdenes y con los que también había compartido tareas de dirección. Venner no era una vida fracasa, profesionalmente había alcanzado las más altas cotas de consideración en su profesión de historiador y sus libros están traducidos a muchos idiomas. Dirigía una conocida revista de historia en estos momentos y yo mismo le había traducido para la Revista de Historia del Fascismo, su obra Baltikum, una historia de los cuerpos francos alemanes y su folleto Por una crítica positiva que fue, en cierta medida, el documento en el que el neofascismo europeo apoyó su renovación en los años 60. Fue un militante durante su juventud, un líder comprometido que conoció la cárcel y la exaltación de los mítines, las reuniones y las manifestaciones en unos momentos terriblemente difíciles para su patria, cuando la República amputó el territorio argelino y arrojó a la ruina y a la muerte a millones de europeos que vivían en Argelia.

Al salir de la cárcel publicó Europe-Action, seguramente la revista más interesante e innovadora del neofascismo francés en la postguerra sin la cual sería incomprensible tanto el movimiento de la Nouvelle Droite, como la propia revista de historia que publicó Venner hasta su muerte. Participó, así mismo, en las tareas de dirección de Jeune Nation cuando apenas había cumplido los veinte años y se significó siempre, hasta su retirada como militante, como dirigente e inspirador teórico y estratégico de las organizaciones a las que perteneció, incluida la Federation des Etudiants Nationalistes.

Reproduzco a continuación la carta en la que indica los motivos de su suicidio:

Estoy sano de cuerpo y mente, y me lleno de amor por mi esposa e hijos. Amo la vida, y no espero nada más allá, si no la perpetuación de mi raza y mi gente. Sin embargo, en la noche de esta vida, frente a enormes peligros para mi país francés y europeo, siento el deber de actuar sin tener fuerzas. Creo que tengo que sacrificarme para romper el letargo que nos aqueja. Ofrezco el resto de mi vida con la intención de la protesta y la fundación. Escogí un lugar altamente simbólico, Notre Dame de París, que yo respeto y admiro, que fue construida por uno de los genios de mis antepasados, lugar de culto ancestral, recordando nuestros orígenes inmemoriales.

Mientras muchos hombres son esclavos de sus vidas, mi gesto encarna una voluntad ética. Yo doy la muerte para despertar la conciencia dormida. Me rebelo contra el destino. Protesto contra lo que envenena el alma y al individuo, contra los deseos invasores que destruyen nuestra identidad, incluido la familia, base de nuestra civilización milenaria. Mientras yo defiendo la identidad de todos los pueblos, también me rebelo contra el delito de reemplazar nuestro pueblo.

El discurso dominante puede dejar sus ambigüedades tóxicas, pero son los europeos los que van a asumir las consecuencias. El no tener una identidad que nos amarra a la religión, que compartimos desde Homero en su propia memoria, depositario de todos los valores en los que nuestro futuro renacimiento reconstruido con la metafísica de la fuente dañina ilimitada de toda deriva moderna.

Pido disculpas de antemano a cualquier persona que mi muerte va a sufrir, ante todo,a mi esposa, mis hijos y nietos, así como a mis amigos y camaradas. Pero una vez terminada la conmoción atenuada del dolor, no me cabe duda de que cada uno verá el significado de mi gesto y mi orgullo. Espero que los que trabajan en conjunto viendo el pasado. Van a encontrar en mis escritos algo presagiado y explicara mi acción.

Dominique Venner

Vale la pena leer desde el primer libro de Venner hasta el último y conocer también su historia como militante. Su muerte es una llamada a centuplicar los esfuerzos en defensa de nuestra identidad y un grito de combate y de movilización. Ahora le tocará a los esbirros de la prensa corrupta y miserable, lanzar cuántas difamaciones se les ocurran en sus laboratorios de operaciones psicológicas, no nos cabe la menor duda de que se tergiversarán los motivos que le llevaron a morir ante el altar de Notre Dame de París, en la isla de la Cité, allí mismo en donde hace miles de años, antes de la catedral ya existía un templo pagano. La única forma de defender su memoria es combatir por los mismos ideales que le llevaron a él a una vida de compromiso militante en defensa de la identidad europea. Porque si Dominique Venner fue algo, fue, sin duda, un combatiente, doctrinario y militante, que tuvo claro los motivos de su combate (contra la partitocracia, contra la plutocracia, contra el liberalismo, contra el nuevo orden mundial, contra el marxismo y su progresía, en defensa de un patriotismo social y nacional y de una Europa que, por supuesto, no es esta Europa miserable e inviable construida por los delirios de poder franco-alemanes, sino la Europa de los pueblos orgullosos de una identidad que se forjó desde Salamina hasta Lepanto y hasta el cerco de Viena y que, golpe a golpe.

Venner no creía –como nosotros no creemos tampoco- en un más allá venturoso. Lo que cuenta es el momento presente y no las evasiones idealistas de otros mundos tan desconocidos como irreales. Venner creía en la Tradición y en la Sangre. La tradición que nos lega arquetipos y modelos de comportamiento a los que debemos de ser fieles porque son los más acordes con la voz de la sangre. La tradición y la sangre es con lo único que llegamos a la tierra y lo único que legaremos. A eso le llamaba “identidad”.

Por eso murió y por eso otros estamos obligados a recoger su mensaje.

© Ernesto Milá – infokrisis

 

Reproducirmos a continuación el artículo publicado en la Revista de Historia del Fascismo en el que se retrata la trayectoria del movimiento Jeune Nation. Si hemos decidido publicar este artículo precisamente ahora es porque, Dominique Venner afiló en este movimiento por primer vez sus armas como militante político. Ahora, en el momento de su muerte sacrificial, creemos que vale la pena repasar la trayectoria del que en vida fue uno de nuestros maestros de pensamiento y en la hora de su sacrificio, un ejemplo.

 

 

1949-1962: Jeune Nation

Cuando el nacionalismo francés renació

El quinquenio que abarca de 1944 a 1949 supuso la desaparición del fascismo francés que solamente puede considerarse “reinstaurado” en su forma “neo” con la fundación del grupo Jeune Nation. Desde el principio de su azarosa historia este grupo optó por decisión propia por una vía extraparlamentaria y activista. Fue el primer grupo político de postguerra que utilizó como emblema la cruz céltica. Su historia empieza con la resurrección del nacionalismo francés y termina con la debacle de la OAS.

 

A partir de enero-febrero de 1944, los militantes de los distintos partidos fascistas franceses empezaron a ser objeto de atentados por parte de la resistencia. El Partido Popular Francés de Jacques Doriot era, sin duda, la organización más potente y frente a éste el Rassemblement National Populaire de Marcel Deat y el resto de grupúsculos palidecían. Sin embargo, el PPF afrontaba la competencia de la Milicia de Darnand que parecía agrupar a los elementos más activistas de la “colaboración”. Ciertamente, los militantes del PPF estaban mayoritariamente presentes en la Légion des Volontaires Français contre le Bolchevisme y en las Waffen SS franceses, pero esta militancia tuvo como consecuencia el que este partido se desangrara en los frentes y sus cuadros –entre ellos el propio Doriot- trasladados al frente del Este estuvieran lejos del escenario político francés. La Milicia, en cambio, actuaba como una especie de fuerza auxiliar de los alemanes en su lucha contra la resistencia. Más adelante, los restos de esta fuerza paramilitar serían transferidos por los alemanes a Italia para que luchar contra los partisanos.

 

1944-1949: los años oscuros

 

En 1944 estaba demasiado claro que el nacionalismo francés había experimentado una lacerante ruptura en los cuatro años anteriores que siguieron a junio de 1940, cuando el Mariscal Petain oficializó la rendición. Partidos como Action Française que nunca habían ocultado junto a su nacionalismo cierto antigermanismo, se vieron rotos entre las posibilidades de colaborar con el régimen de Vichy con el que se identificaban, pero cuya alineación con el III Reich deploraban. Maurras, por otra parte, jamás estimuló la colaboración, ni elogió en escrito o discurso alguno a los ejércitos que habían vencido a las fuerzas francesas; otros de sus partidarios, en cambio, optaron por ingresar en la resistencia y otros, por el contrario, en superar esa contradicción, sublimándola en la lucha antibolchevique ingresando en las fuerzas regulares que con los colores de la Wermartch o de las Waffen SS combatieron en el frente del Este. En otros partidos se dieron idénticos dramas. También, es preciso recordarlo, hubo sectores que optaron por abandonar la lucha política ante la imposibilidad de adoptar una decisión sin reservas mentales.

Tras el desembarco en Normandía y en las costas del Sur de Francia, la resistencia aumentó sus atentados contra los elementos considerados como “colaboracionistas” (blancos, por lo demás, en su indefensión mucho más fáciles que las unidades militares alemanes que incluso en la derrota conservaron su disciplina, eficacia y capacidad de respuesta armada). Entre junio-julio de 1944 y abril de 1945 algunos colaboracionistas huyeron a España o incluso fuera de Europa, otros se dejaron detener esperando un juicio justo, los hubo que siguieron a los alemanes en su retirada y también quienes como Drieu la Rochelle se suicidaron.

La “liberación” (así se llamó al desembarco anglo-norteamericano en Francia) supuso un trauma para todos los que no habían optado netamente por la resistencia. En los dos años que siguieron a junio de 1944, 15.000 militantes y simpatizantes de los partidos fascistas o colaboracionistas fueron fusilados por tribunales improvisados o en ajustes de cuentas y otros 250.000 fueron condenados a penas de prisión y “degradación nacional”. En los años siguientes se hizo imposible pensar en la reconstrucción de partidos neofascistas que fueran una prolongación de los existentes antes de la guerra.

Hubo que esperar a enero de 1945 para que empezaran a aparecer hojas y periódicos de escasa difusión y aparición irregular que, de alguna manera, parecían ser representantes de lo que luego se llamaría en Francia “oposición nacional”. Algunos de estas revistas eran de tono “maurrasiano” (Les Documents Nationaux) y tendían a defender las viejas ideas que dieron vida a Action Française cuarenta años antes. Prohibido el movimiento por los vencedores, la revista tardó poco en transformarse en el semanario Aspects de la France que todavía hoy sigue publicándose.

En cuanto a los “petainistas” estuvieron en condiciones en octubre de 1945 de lanzar la publicación inicialmente cyclostilada Questions-Actuelles fundada por René Malliavin que se transformaría en 1947 en Écrits de Paris con formato de revista mensual y que unos meses después sería la matriz del semanario Rivarol. Ambas publicaciones siguen publicándose hoy 65 años después (Rivarol acaba de llegar en el momento en que escribimos estas líneas al número 3.000). Media docena de boletines neofascistas más –algunos de ellos tan radicales como clandestinos- completaban el escenario de la postguerra francesa. Había cierto número de publicaciones, pero no aparecía ningún partido decidido a recuperar la llama y, especialmente, con capacidad y cuadros suficientes como para hacerlo.

En 1949 parecían despuntar dos líderes con aspiraciones de encabezar la formación de un partido neofascista: de un lado un antiguo militante del Partido Comunista Internacionalista, René Binet, que encabezaba a un pequeño sector decidido a formar un partido de carácter racista y extremadamente radical especialmente en lo social; de otro, figuraba Pierre Sidos, hijo de un miembro de la Milice fusilado por los resistentes que como sus hermanos llevaba el nacionalismo en las venas. Sidos estaba desprovisto de cualquier connotación racista y defendía una orientación muy parecida a la de Maurras, jamás había ocultado que se trataba de un nacionalista clásico y que no creía ni en las elecciones ni en la democracia formal. Sería éste último quien participara en la fundación del primer partido digno de tal nombre de orientación neofascista en la Francia de la postguerra: Jeune Nation.

 

Los primeros años: anti-imperialismo y “grandeur”

 

Jeune Nation apareció de la mano de los hermanos Sidos, especialmente de Pierre y del que luego alcanzaría fama mundial como abogado del General Salan y de los golpistas de Argel, Jean Louis Tixier Vignancour. Sidos, muy joven, había conocido ya los campos de concentración mientras esperaba juicio por haber militado en los “cadetes” del Francismo (otro movimiento fascista francés de la preguerra). Pierre Sidos, junto con Albert Heuclin y Tixier-Vignancourt ya veterano abogado, fundaron en 1949, con el nombre de “la Jeune Nation” un círculo que no lograría llamar la atención hasta 1953. François Duprat dirá de estos primeros años que: “Los principios fueron difíciles, las reuniones siguieron estando durante varios años desesperadamente vacías”.

¿Cuál era el eje de agitación de “la Jeune Nation” en aquellos primeros años? La “grandeur” francesa que luego sería recuperada como eslogan electoral por De Gaulle. Sidos y sus primeros camaradas eran fundamental nacionalistas (es decir “patriotas radicales” a diferencia de lo que en Francia se conoce como “nationaux”, o “patriotas moderados”) y en aquellos momentos había un tema de movilización que concentraba su atención: la guerra de Indochina. Quizás el elemento más dramático que aparece en la postguerra francesa desde que callaron las armas en Europa mayo de 1945 fue el desmantelamiento de los imperios coloniales. Veinticinco años después tanto el imperio británico como el francés, como el belga o el holandés, dejarían completamente de existir: era la parte no hablada en Yalta pero sin duda pactada por las que ya en 1944 se presentían como las dos grandes potencias que, a partir de entonces iban a facilitar los procesos de “descolonización” no tanto por amor a la “libertad de los pueblos” como para debilitar a las antiguas naciones europeas.

Lo primero que llama la atención a lo largo de los años que se prolongó la experiencia de Jeune Nation fue la toma de conciencia de que había que actuar en dos frentes: contra las dos potencias que, no solamente se habían repartido Europa en dos zonas de influencia, sino que estaban hincando la piqueta de demolición en los antiguos imperios europeos. Eran los tiempos en los que Ho-Chi-Min y el general Giap combatían al ejército colonial francés en Indochina.

A diferencia de los primeros grupos neofascistas italianos (en la ambigüedad de l’Uomo Qualunque pero también en la mayoría de direcciones del Movimiento Social Italiano a lo largo de toda la postguerra) que no solamente no adoptaron jamás una postura antinorteamericana sino que incluso aceptaron asesoramiento y ayuda de agentes de aquel país, en Francia, Jeune Nation defendió en todo momento el “US reembarquez”, alternativa al izquierdista “US go-home”. Los distintos movimientos que sucederían en los años 60 a Jeune Nation (especialmente la Federation des Étudiants Nationalistes, creada como rama juvenil del partido) heredarían también esta orientación anti-norteamericana que solamente sería rota con la aparición de Alain Robert, primero en Occident (disidencia de la FEN), luego en Ordre Nouveau y finalmente en Forces Nouvelles en donde existió siempre cierta ambigüedad en relación a la “cuestión norteamericana”.

 

Con los excombatientes contra el comunismo

 

El énfasis puesto por Jeune Nation en la defensa del imperio se traduciría en que algunos de sus militantes tras pasar su período de servicio militar en Indochina participaron en la creación de la Association des Anciens Combattants d’Indochine et de Corée a partir de 1953. Aquellos jóvenes que habían vivido experiencias bélicas traumáticas en países remotos y que, en buena medida se habían identificado con las poblaciones autóctonos cuya vinculación a Francia habían ido a defender, desesperadamente buscaron alguna fuerza política que asumiera sin reservas el mantenimiento del Imperio. En 1953, uno de estos jóvenes, Roger Holeindre que luego pasaría a ser corresponsal de Paris Match y más tarde presidente de la Association des Anciens Combattants de l’Union Française, miembro del Front National y diputado europeo por esta formación en varias legislaturas, tomó la palabra. Holeindre, ya por entonces bien conocido por los ex combatientes de Indochina y de Corea, consiguió galvanizar a la audiencia y garantizar que en los años siguientes, Jeune Nation sería considerado como partido de referencia para canalizar sus intereses políticos.

Sidos hizo todavía más visible esta tendencia desplegando un activismo agresivo en la calle especialmente contra los vendedores de L’Humanité, el diario del Partido Comunista. En los “raids de castigo” contra los propagandistas comunistas, los ex combatientes de Indochina y los jóvenes de Jeune Nation volvieron a encontrarse y a forjar lazos y experiencias comunes.

Dos episodios fueron particularmente duros e hicieron que el nombre de Jeune Nation saltara a las primeras páginas de los diarios. En efecto, el 4 de marzo de 1954, Dien Bien Phu se encontraba asediado por las tropas del vietminh mientras que las calles de París fueron recorridas por una manifestación de solidaridad con las tropas sitiadas y sin salvación posible, Jeune Nation aprovechó para sumarse a la marcha junto con miles de antiguos combatientes de Indochina. La manifestación también aspiraba a denunciar la propuesta –bastante lógica por otra parte- de constituir una Comunidad Europea de Defensa que sería en lo militar lo que el Mercado Común Europeo fue luego en lo económico: una alternativa militar a la OTAN. Sin embargo, para los nacionalistas franceses radicales y moderados, incluso para los gaullistas, la propuesta era inasumible porque suponía una dejación de soberanía y la subordinación a un mando no totalmente francés de tropas y guarniciones francesas. Además, el partener de esa propuesta era el tradicional enemigo de Francia, Alemania y los tiempos aún no estaban maduros para que el nacionalismo francés aceptara una cooperación con quien Maurras y sus discípulos había considerado el enemigo secular. En el momento en el que la manifestación llegó a la Place de l’Eloite, donde el ministro de defensa Pleven debía colocar una corona se produjeron gritos, silbidos y protestas por parte de los manifestantes.

Unos meses después, el 8 de mayo de 1954, cuando Dien Bien Phu ya se había rendido y el desánimo cundía entre los patriotas franceses, un comando de apenas cuatro airados excombatientes de Indochina y de militantes de Jeune Nation, dirigidos por el propio Pierre Sidos, atacaron, como era su costumbre, una camioneta de reparto de L’Humanité dejando gravemente herido al conductor que moriría unos días después, no tanto a causa de la agresión como por una cirrosis hepática que padecía. Hasta ese momento la policía que no se había preocupado excesivamente de las operaciones anticomunistas de Jeune Nation, a partir de ese momento desencadenó una represión brutal que llevó a la cárcel a varias decenas de militantes la inmensa mayoría que no había participado en la agresión.

 

Disidencias y factores nuevos

 

En ese momento era demasiado evidente que Jeune Nation había adoptado una deriva activista que para sus miembros más moderados era problemática. El primero en retirarse fue Tixier-Vignancourt y el escenario elegido para dramatizar la ruptura fue el mitin convocado por el partido el 11 de noviembre de 1954. Allí, ambos líderes anunciaron el lanzamiento de dos movimientos distintos: mientras Sidos anunciaba la transformación del equipo de “la Jeune Nation” en partido “Jeune Nation”, Tixier proclamaría la fundación de su Rassemblement National.

Salvo su aparición en las páginas de sucesos y en las crónicas de la violencia política, Jeune Nation no había logrado alcanzar hasta ese momento una implantación militante excepcionalmente sólida. En aquellos momentos, su militancia no estaría formada por más de 500-600 activistas, la mayoría concentrados en París. A pesar de que a partir de 1954 su implantación iba aumentando poco a poco, en su conjunto representaba muy poco junto a la brutal irrupción del “poujadismo” y de su sigla la Unión des Comerçants et des Artisans, la UDCA que encarnaba en primer lugar al revuelta de los pequeños comerciantes contra las exacciones fiscales y en segundo lugar cierto desánimo por la situación del Estado y de la sociedad francesa de postguerra.

A diferencia de Jeune Nation, la UDCA no había renunciado a participar en las elecciones y, además, sobre el origen político de su líder no había dudas: Pierre Poujade, en efecto, había sido miembro de la Union Populaire de la Jeunesse de France, la organización juvenil del PPF de Jacques Doriot. Tras hacerse perdonar por ese “pecado de juventud” y haber militado en las filas del gaullismo, en 1953 fundó la UDCA que a partir del año siguiente se configurará como un fenómeno de masas.

Si la fundación de la UDCA resultó ser un elemento decisivo en la configuración del neo-fascismo moderado de la postguerra francesa, otro acontecimiento ocurrido en 1954 tuvo todavía mayor importancia en la radicalización de la situación y, consiguientemente, en el ascenso del papel político de una organización que no desdeñaba la práctica del activismo radical y violento como Jeune Nation. En efecto, en 1954 estalló la revuelta de Argel cuando todavía no se habían apagado los ecos de la derrota de Indochina.

Tanto la fundación de la UDCA como la revuelta de Argel facilitaban una posibilidad inmejorable de actuación al neofascismo francés y disponer de lo que no había estado al alcance del fascismo francés ni siquiera en los mejores momentos de los años 30. En efecto, la revuelta de los pequeños comerciantes hizo que el neofascismo pudiera maniobrar sobre una clase social concreta y utilizarla como arieta contra el Estado. Así mismo, la nueva situación generada en Argelia podría facilitar –como de hecho facilitó- el disponer de otra clase social completamente diferente (los pieds noires, colonos franceses residentes en Argelia) que iban a apoyar la vinculación de este territorio al Estado francés.

Hasta 1954, la situación de la extrema-derecha francesa no era muy diferente de esta otra en la que se encuentra la extrema-derecha española. En ambos casos, las vinculaciones y los lastres con el pasado parecían demasiado evidentes como para poder crecer y obtener éxitos electorales. Si hasta 1954 los vínculos de los grupos neo-fascistas franceses con el “petainismo” parecían fuera de dudas (como ocurre con los grupos actuales de la extrema-derecha española que no consiguen divorciar su imagen del franquismo), a partir de ese momento, la crisis de la sociedad y del Estado francés (generado por la presión fiscal que acarreó la revuelta consiguiente de los pequeños comerciantes y por la insurrección del FLN argelino que implicó una radicalización del algo más de un millón de colonos, al igual que hoy la extrema-derecha española se beneficia de una situación de crisis económica, corrupción generalizada y llegada masiva de inmigrantes) crearon las “condiciones objetivas” para que el neo-fascismo francés “tocara el cielo”. Y lo haría a través de Jeune Nation y de la resistencia armada a favor de la permanencia de Argelia en Francia que protagonizó la Organisation de l’Armé Secrete, en cuyas células participaron los miembros del partido encabezado por Pierre Sidos.

En 1954 se generan una situación que persistirá en los ocho años siguientes y que crearán tensiones que estuvieron a punto de destruir a la República francesa.

 

Jeune Nation: la doctrina y los “modos”.

 

¿Qué proponía a mediados de los años 50 el movimiento Jeune Nation? Inicialmente se trataba de un “anti partido” que rechazaba la participación en los procesos electorales y no ocultaba su tendencia al golpismo y a considerar la conquista del Estado como un problema de audacia y de “movilización nacional” o “movilización de las fuerzas sanas de la nación”. A decir verdad, Jeune Nation prefigura a los movimientos extraparlamentarios que irrumpirían a derecha e izquierda del panorama político en el último tercio de los años 60 y en los primeros años 70.

De todas formas, su formulación estratégica y programática distaba mucho de estar completamente “cerradas”. Mientras que el otro sector del neo-fascismo francés de la época dirigido por René Binet había enfatizado la construcción de una doctrina política excepcionalmente rígida que partía del elemento “raza” para formular una teoría de la historia y del Estado (el dogmatismo de Binet era, sin duda, un residuo de su pasada militancia en filas trotskistas), en Jeune Nation los planteamientos eran extremadamente sumarios y al mismo tiempo mucho más accesibles para las masas. Paradójicamente, mientras que la actividad pública de Binet y de sus grupos nunca alcanzó el más mínimo relieve, la de Sidos y sus militantes llamó pronto la atención de los medios y se configuró como una columna activista y anticomunista singularmente dura. Sorprendentemente, Sidos y Binet mantuvieron siempre buenas relaciones a pesar de que cada uno de ellos se preocupaba por evitar que las ideas del otro penetraran en su propio movimiento.

Los dos líderes del neofascismo francés de postguerra tenían una concepción organizativa muy sumaria y que derivaba de los criterios derivados del fascismo histórico. Concebían sus movimientos como fuertemente jerarquizados, con estructura piramidal, dotados de una dirección colegiada, pero en la que existía un “primus interpares” (tal como reconoció Duprat) que si bien no tenía el poder y la potestad que el fascismo clásico atribuía al “führer” o al “duce”, tenía que responden de su gestión ante el resto de miembros de la dirección y sobre él recaían las mayores responsabilidades políticas y doctrinales.

A pesar de que Jeune Nation decía estar guiado por una “dirección nacional”, pronto quedó claro que el “alma” de la organización era Pierre Sidos y que éste tenía una extraña concepción de “lo político” en la que la “grandeur” francesa ocupaba un espacio central. Sin embargo, a pesar de esta tendencia, Jeune Nation no había podido evitar la concurrencia de otras fuerzas que se manifestaban a favor del mantenimiento de Argelia dentro del Estado francés, especialmente en la órbita del gaullismo de mediados de los años 50. El principal hándicap que debía superar la organización era que en su interior existían muchos nostálgicos de la “revolución nacional” y del “petainismo” que suponían un lastre en una sociedad francesa todavía no recuperado completamente de la tragedia de la guerra civil y, de otro lado, un activismo compulsivo pero orientado no tanto a la expansión del partido como a la militancia anticomunista (el PCF aparecía a los militantes de Jeune Nation como el principal aliado de los movimientos anticolonialistas en Indochina y Argelia y, por tanto, como un cuerpo ajeno y traidor a la grandeza de Francia).

Con estos planteamientos –anticomunismo y neopetainismo- era evidente que Jeune Nation, incluso con las “condiciones objetivas” más favorables tenía un “techo” político muy bajo. Faltaba la “chispa”, el elemento que diera brillantez, innovación y don de la oportunidad y que, al mismo tiempo, galvanizara la actividad expansiva y militante del movimiento. Esa persona sería desde 1956 Dominique Venner. Venner –hoy respetado historiador, autor de varios libros sobre historia de las armas y del siglo XX y director de la Revista de Historia Francesa- era perfectamente consciente de que el petainismo era historia y de que se estaban produciendo en la sociedad europea mutaciones suficientes como para obligar a los movimientos políticos que aspirasen a operar sobre la sociedad a cambiar de orientaciones. Estas intuiciones llevan a Venner a imponer algunas líneas de trabajo nuevas en Jeune Nation: el activismo proseguirá redoblado, contra los vendedores de L’Humanité y especialmente para ampliar el radio de acción del movimiento. El aplastamiento de la secesión húngara por los tanques rusos en 1956 supondrá la primera gran movilización de Jeune Nation realizada en función de un tema no específicamente relacionado con la “grandeur”.

Hasta la llegada de Venner, los ejes de agitación habían sido relativamente sumarios. Jeune Nation se presentaba como formación “revolucionaria” pero, al mismo tiempo, partidario de la conservación del Imperio Francés. Percibían al comunismo como algo exterior al cuerpo político de Francia y agente disgregador y desmoralizador. No dudaban en recordar que los excesos cometidos durante la depuración se habían debido a la acción de los partisanos comunistas y que estos solamente se habían puesto en marcha después de que la URSS fuera atacada por el III Reich y no antes, mientras estuvo en vigor el Pacto Germano-Soviético. No ocultaban su antidemocratismo (“Arrojemos los diputados al Sena”) ni su voluntad de reconstruir el imperio que se iba disgregando (“Túnez, Marruecos, Reconquista”). Cuando tienen lugar los procesos electorales, Jeune Nation decretará inevitablemente la abstención. Será con la llegada de Venner cuando un movimiento en buena medida adormecido y sacudido solamente por la pérdida de las colonias cobre nueva vida.

En 1956 tienen lugar paralelamente dos sucesos traumáticos: la intervención anglo-francesa en Suez y la posterior retirada bajo presión norteamericana (lo que confirmaba que en Europa eran los EEUU quienes marcaban la pauta y ordenaban a las potencias europeas intervenir o no en operaciones en el exterior del continente) y los sucesos de Hungría. Ambos episodios dieron a Jeune Nation y a Venner excusas para relanzar el movimiento.

 

La expansión de Jeune Nation

 

El 8 de noviembre de 1956, el movimiento convocó una manifestación de protesta por la invasión y de solidaridad con los combatientes de Budapest, que debería terminar ante la sede del Partido Comunista. La convocatoria se realizó junto a otros movimientos anticomunistas y nacionalistas y agrupó a 300-400.000 personas en Place l’Etoile que marcharon sobre la sede del PCF. Los enfrentamientos con las milicias comunistas llegadas de la Banlieu y de las provincias para defender el inmueble no pudieron impedir que algunos manifestantes lograran penetrar en el interior de la sede del PCF e incendiar algunas dependencias causando cuatro muertos y varios cientos de heridos ante la pasividad casi total de la policía.

Gracias a su participación en esta manifestación y al activismo desarrollado por Venner y su equipo, el movimiento consiguió consolidar su estructura en París (con 300 activistas) y constituir algunas delegaciones en provincias. Otra manifestación de protesta por el asesinato de un capitán del ejército francés en Marruecos, que coincidió con la muerte en combate en Argelia de Henri Sidos, hermano de Pierre, dio posibilidades a Jeune Nation de estar presente en las calles de París el 31 de marzo de 1957. En el curso de esta manifestación, por primera vez se utilizaron banderas y emblemas con la cruz céltica que luego se convertiría en el emblema del neofascismo francés, siendo asumida posteriormente por el movimiento de Jean Thiriart, Jeune Europe. En el curso de esta manifestación, los miembros de Jeune Nation desbordaron a los organizadores de la misma (gaullistas) enfrentándose con la policía.

Otra manifestación convocada en noviembre de 1957 en protesta por las entregas de armas norteamericanas al presidente tunecino Abib Burguiba les dio posibilidad de mostrar sus sentimientos anti-yanquis. También aquí se produjeron violentos enfrentamientos con la policía pero el movimiento vio como sus efectivos crecían (ya agrupaban a 500 activistas en París) y su nombre pasaba a ser suficientemente conocido por los lectores de la prensa parisina. Los mítines del movimiento ya no estaban frecuentados solamente por nostálgicos petainistas, sino por hombres y mujeres alarmados por la pérdida de prestigio internacional de Francia y por el desmoronamiento acelerado de su imperio colonial. Dándose cuenta de que este era el principal factor de movilización, Sidos, Venner y Hueclin respondieron al llamamiento de la izquierda europea de convocar una jornada internacional contra el colonialismo, para convocar un mitin con la consigna “Hoy, Orléans es Argel”. Al año siguiente, en mayo, François Sidos y Dominique Venner terminarán en prisión tras los incidentes ocurridos durante la fiesta de Juana de Arco. Aquel mes deparó más sobresaltos para Jeune Nation y para Francia entera.

En efecto, el 13 de mayo, cuando la situación en Argelia ya era excepcionalmente tensa y había arrastrado a la inestabilidad a la IV República, Jeune Nation convocó una manifestación que agrupó entre 3.000 y 4.000 personas que fueron detenidas en el acceso al Puente de la Concordia cuando pretendían marchar sobre la Asamblea Nacional (rememorando los sucesos de febrero de 1934. Véase RHF-1). Al día siguiente, Venner fue detenido y el 15 el gobierno disolvió al movimiento. Cuando eso ocurría, ya se había producido la sublevación de Argel y el escenario había cambiado completamente. El golpe de Estado esperado por muchos –pero no por Jeune Nation- acababa de producirse.

La disolución decretada por el gobierno, el arresto de Venner, lo precipitado del golpe, generaron un caos interior y falta de comunicación entre las delegaciones y la central política parisina. Duprat explica que “los elementos de JN del Sub-Peste y del Sud-Este reaccionaron enérgicamente y participaron en los primeros Comités de Salut Pública en formación. Otros militantes intentaron acelerar el proceso tomando el poder en el Sur, especialmente en Pau y Bayona en contacto con los paracaidistas”. Y el propio Duprat sabía de lo que estaba hablando porque a pesar de su juventud participó en el proyecto de toma del poder con el coronel Fossey-François, jefe de la base paracaidista de Bayona).

 

Argel como bastión

 

El movimiento cayó en algunas contradicciones. Inicialmente quiso ver en el retorno de De Gaulle un intento de resistencia a la pérdida de influencia internacional de Francia y a la disolución del Imperio y realizó campaña a favor del retorno del general a la escena política. Resultaba evidente que los militantes de Jeune Nation intentaban aprovechar el cambio de régimen para acrecentar su influencia, pero en ningún momento consiguieron desbordar a los gaullistas. Tras las primeras vacilaciones, cuando se supo la composición del nuevo gobierno quedó claro que no existían nexos comunes entre la derecha liberal y patriótica y la extrema-derecha neofascista, nacionalista y radical. A partir de entonces, los medios neofascistas franceses –en general, porque siempre hubo marchas atrás y regresiones- se distancian definitivamente del gaullismo. Divorcio que alcanzará su cénit con la firma de los acuerdos de Evian unos años después que, firmados por De Gaulle, que pondrían fin a la presencia francesa en Argelia. Como en otras ocasiones, el “Bonaparte” llamado para resolver la situación acababa precipitando el final contrariamente a los intereses e intenciones de quienes habían acudido a él… Jeune Nation, prohibida, pero tolerada lanzó entonces una revista quincenal cuya cabecera ostentaba el mismo nombre del movimiento, con una tirada de 5.000 ejemplares, tribuna a partir de la cual demostró su oposición total a la evolución de los acontecimientos y al entreguismo que el gobierno gaullista haría cada vez más visible. Sidos, a todo esto, pudo entrevistarse con representantes del gobierno para tratar de legalizar de nuevo a la organización que le propusieron como alternativa el nombre de “Jeune Nation Française”.

En las jornadas que siguieron se produjeron intentos de fusionar distintas fuerzas que habían ido surgiendo en el territorio metropolitano y en Argelia opuestos a lo que se reveló política gaullista de entrega de esta colonia. Sin embargo, a la hora de la verdad, retirados los Comités de Salud Pública teledirigidos por los poujadistas de la UDCA e incorporados algunos sectores patrióticos al proyecto gaullista, el Partido Nacionalista promovido por los antiguos miembros de Jeune Nation fue finalmente constituido el 6 de febrero de 1959 en el curso de un mitin en la sala de la Mutualité de París al que asistieron 2.000 personas. Nadie se llamaba a engaño: la nueva formación no era otra que Jeune Nation cuya revista (del mismo nombre) había pasado de ser quincenal a mensual pero duplicando la tirada. Entre el otoño de 1958 y el invierno de 1959, Jeune Nation, a pesar de la prohibición, de decenas de detenidos y de haber visto como su revista era secuestrada con cierta frecuencia, se encuentra en su mejor momento. Cuenta con delegaciones en el Sur y con la participación de militares prestigiosos, está presente en Toulouse, Lyon y Burdeos y ha estado en condiciones de estructurar en Argelia una fuerte sección que ampliará su radio de acción el 1º de noviembre de 1958 gracias a Joseph Ortiz, un antiguo miembro de los Comités de Salud Pública que constituirá de común acuerdo con la delegación de Jeune Nation en la colonia, el Front National Français que agrupaba a distintas fuerzas políticas implantadas allí partidarias de seguir manteniendo los vínculos con la metrópoli. Entre otros, participará en el FNF, un joven estudiante, Jean-Jacques Susini que tendrá luego un papel protagonista en la formación de la OAS y en el proceso golpista que reaparecerá en los años siguientes en Argel.

Tanto el FNF, como el Mouvement Nationaliste Étudiant creado por Susini, como algunos Comités de Salud Pública, participaron en el proyecto del Parti Nationaliste. Durante el mitin fundacional, Ortiz enardecerá a los asistentes al manifestar por primera vez su intención de defender la integridad de Francia (incluida la “provincia” argelina) con las armas en la mano. A la prensa no se le escapará el radicalismo de la nueva formación que no era nada más un frente vertebrado por Jeune Nation, organización cuyo peso político estaba subiendo y que pronto indujo al gobierno a tomar medidas contra él. Inmediatamente después del mitin de París, el primer ministro Michel Debré visitó Argel siendo recibido por una violenta manifestación convocada por la nueva formación. El 12 de febrero se produjeron registros en las sedes del movimiento en la metrópoli y al día siguiente sería prohibido batiendo un record: desde su fundación hasta su prohibición apenas había pasado una semana…

La medida, apenas afectó a la actividad de los militantes nacionalistas que siguieron actuando con las siglas preexistentes: FNF, MNE, Jeune Nation (que seguía siendo el nombre de la revista), o bien creando círculos regionales (Pensé Nationaliste en el Sur-Este, Action Nationaliste en Lyon). El eje central de toda esta estructura lo componían los antiguos cuadros de Jeune Nation que operaban a modo de columna vertebral de un “ambiente” cada vez más amplio y diversificado.

La fuerza que había adquirido el movimiento sorprendió a todos durante las elecciones municipales de marzo de 1959, cuando decretó la abstención y realizó una campaña que fue seguida por 2/3 partes de los electores europeos de Argel. Sin embargo, la represión y la prohibición hicieron mella en la fortaleza y en la coherencia del movimiento especialmente en París. Si tras el mitin de la Mutualité el Parti Nationaliste recibió 1700 adhesiones, tras la prohibición lo único que se mantuvo fue el núcleo central originario de Jeune Nation. En los meses siguientes, el gobierno entendió perfectamente que el movimiento era vulnerable. Cualquier artículo publicado en la revista Jeune Nation, alguna de cuyas lecturas pudiera dar a entender que se proponían acciones armadas para garantizar la permanencia de Argelia dentro del Estado francés, implicaba un inmediato secuestro de la edición hasta el punto de hacer imposible la aparición de la revista. Por otra parte, el mantenimiento de algunos cuadros en prisión hacía que otros menos dotados aprovecharan el vacío generado para aspirar a cargos de poder y esto generase tensiones internas que desgarraron lo que quedaba del movimiento en la metrópoli.

 

La creación de la FEN

 

Cuando llega 1960 un nuevo equipo compuesto por militantes llegados de las provincias se hace cargo del movimiento y le da un nuevo impulso reconstruyendo la organización. Entre otros figuraban François d’Orcival y Georges Schmelz que reconstruirán la organización universitaria y crearán Comités d’Ation pour l’Algérie Française. Nuevamente, las prohibiciones gubernamentales impidieron que el grupo prosperase en la metrópoli. Un mitin en el que debía participar Joseph Ortiz convocado para el 16 de octubre de 1959 fue prohibido y, en represalia, los miembros de Jeune Nation lanzaron granadas lacrimógenas contra una reunión socialista presidida por Mendèz-France. Sin embargo, esta nueva oleada de activismo no consiguió que la sección metropolitana alcanzara el nivel de importancia, envergadura y desarrollo que la sección argelina que, por entonces ya estaba convertida en una fuerza política hegemónica.

El “golpe de Argel” y las jornadas de las barricadas (véase artículo sobre la OAS en España, en RHF-2) desorientaron a los militantes de Jeune Nation. La evidente responsabilidad de los miembros de Jeune Nation en Argel en los sucesos, hizo prever que la organización nuevamente sería sometida a una oleada represiva, lo que indujo a Sidos y a Venner a refugiarse en la clandestinidad. Estos acontecimientos tuvieron importancia a la hora de reorganizar de nuevo el movimiento, reorganización que tendría una imprevista importancia en la década que comenzaba.

En efecto, a causa de la nueva oleada represiva, los responsables universitarios del movimiento sugirieron la creación de un sindicato estudiantil que sirviera como estructura legal. Así nació, de la mano de François d’Orcival, Pierre Poichet y Georges Schmelz, la Fédération des Étudiants Nationalistes, la FEN, que más tarde pasaría a publicar Europa Action (ya muy influida por las tesis de Jean Thiriart (véase artículo Thiriart y La Nation Européenne en RHF-2) y que puede considerarse como el antecedente inmediato del GRECE (Groupe de Recherches et Études pour la Civilisation Européenne) núcleo originario de la “nouvelle droite” a partir de junio de 1968.

En aquel momento, la FEN cuenta con la decisión de sus militantes de igualar el nivel de actividad desarrollado por sus camaradas en Argel, dispone de un documento doctrinal y programático (el Manifeste de la Classe Soixante, manifiesto de la generación de los sesenta). Mientras, la situación argelina se iba degradando; a mediados de 1960 ya nadie dudaba que la intención de De Gaulle era conceder la independencia a Argelia. Y una vez más, cuando esta intención es inequívoca, el desarrollo de las secciones argelina y metropolita en desigual: mientras que en Argelia los militantes de Jeune Nation consiguen estructurar un Front de l’Algérie Française tomando la iniciativa de la situación, en Francia, una organización similar organizada por los moderados que gravitan en torno a Soustelle (que siempre había ocupado un espacio intermedio entre los moderados “nationaux” y los “gaullistas” situados más a la derecha, lo que hoy llamaríamos un espacio de derecha liberal) excluyen de un frente similar a la FEN y a Jeune Nation, que no estará presente en el Front National pour l’Algérie Française.

Cuando tengan lugar en el otoño de 1960 los procesos judiciales con las jornadas de las barricadas, Jeune Nation movilizará a sus efectivos y el 3 de octubre estará en condiciones de movilizar a 200 activistas que participaron en la manifestación de los ex combatientes en protesta por un manifiesto antimilitarista publicado por la izquierda francesa. Los militantes de Jeune Nation infiltrados en la manifestación desplegarán banderas francesas con la cruz céltica y darán gritos provocadores (“Fusilad a De Gaulle”) enfrentándose con el servicio de orden y rompiendo la manifestación dirigiendo una columna que se manifestará en las inmediaciones del Elíseo. Unos días después, nuevamente el nombre de Jeune Nation y de la FEN aparece en los medios de comunicación cuando sus militantes dispersan un mitin de la UNEF (sindicato estudiantil habitualmente controlado por los comunistas). En las semanas siguientes proseguirán estos gestos activistas mientras se multiplican los contactos con los militares que tras el viaje de De Gaulle a Argel a principios de noviembre parecen dispuestos a promover una salida golpista. Pero cuando los sucesos parecen precipitarse, nuevamente Dominique Venner es detenido y estará ausente de las tensas jornadas golpistas.

Lo que sigue a partir de ese momento, no es ya la historia de Jeune Nation cuyos militantes participan en la resistencia armada por la “Argelia francesa”, sino la historia de la OAS. Fueron los grupos armados de Jeune Nation los que se enfrentaron a las unidades policiales cubriendo la retirada de los generales rebeldes escoltados por los golpistas del 1er. Regimiento de Paracaidistas. A consecuencia de estos incidentes todos los dirigentes de Jeune Nation y de la FEN en Argel debieron de pasar a la clandestinidad y emergerían más tarde en los comandos de la OAS. Otro episodio de la historia del nacionalismo francés daba comienzo.

© Ernesto Milá

infokrisis.- Reproduzco a continuación, como recuerdo a Dominique Venner, el artículo aparecido en la Revista de Historia del Fascismo, dedicado a Europe Action, la revista más innovadora que publicó el neofascismo francés en los años 60 y que supuso una voluntad de proseguir la lucha por los ideales previos al período de lucha armada en favor de la "Argelia Francesa".

Europe Action, una revista que dejó huella

En 1963, el nacionalismo francés acababa de salir de la resistencia armada con la OAS y había dejado atrás el intento de Jeune Nation, primera manifestación del neofascismo en Francia. Las experiencias acumuladas en los 5 años anteriores habían servido para que un reducido grupo de cuadros pusiera en marcha una iniciativa inédita hasta entonces: la publicación de una revista, Europe–Action, en torno a la cual formar a un equipo de agitadores. Era una reedición de la trayectoria de Lenin con La Chispa, de Mussolini con Il Popolo d’Italia o de Hitler con Bolkïscher Beobachter: el equipo revolucionario sale de la redacción de una revista. Es, seguramente, una de las experiencias más creativas e innovadoras que haya generado el neofascismo francés.

En Europe–Action –revista que apareció entre enero de 1963 y febrero de 1967 con un total de 48 números publicados y una tirada media de 10.000 ejemplares–, participaron todos los militantes que en las décadas posteriores dieron origen movimientos extremadamente renovadores: desde el Groupe de Recherches et Études pour la Civilisation Européenne (con Alain de Benoist alias “Fabrice Laroche”, Pierre Vial, Jean Mabire, Georges Pinault alias “Goulven Pennoad”, Jean Claude Valla), hasta los que dieron luego origen a Occident y Ordre Nouveau (François Duprat), unidos a escritores de prestigio (Henry Coston, Ploncard d’Assac, Maurice Sicard alias “Saint–Paulien”, Marc Augier alias “Saint Loup”, Lucien Rebatet), a antiguos miembros de la OAS (como su tesorero Maurice Ginbembre) y, por supuesto, los supervivientes de Jeune Nation y los militantes de la Fédération des Étudiants Nationalistes (como Dominique Venner), así como jóvenes militantes que luego harían brillantes carreras como periodistas (“François d’Orcival”, de verdadero nombre Amaury de Chaunac–Lanzac, y el propio Venner).

Aun siendo una revista que destilaba juventud y dinamismo en cada página, siempre alcanzó un buen nivel redaccional y, en cualquier caso, supuso una ruptura con todo lo hecho con anterioridad. Ruptura, no renuncia. En efecto, después de Europe–Action existió una ruptura nítida entre la “vieja derecha” y la “nueva derecha” que se fue ampliando a lo largo de los años 60. Por otra parte, el nivel teórico de la revista era bueno y se vio apoyado por un documento básico: las reflexiones de Dominique Venner realizadas durante su encarcelamiento y publicadas más adelante como cuaderno con el título Por una crítica positiva.

A diferencia de anteriores experiencias nacionalistas que siempre manifestaban un catolicismo militante, Europa–Action rompió con esta tendencia, se declaro celtista y en sus ediciones no se percibió ninguna simpatía hacia la Iglesia Católica francesa. Así mismo, existió un cordón umbilical con el grupo belga de Jean Thiriart (ver artículo sobre Jean Thiriart y la revista La Nation Européenne en la RHF–II) y se planteó un tema nuevo: la necesidad de una cooperación entre los nacionalistas de todo el continente. De ahí que el mismo nombre de la revista fuera significativo: Europe–Action. Nunca antes en Francia se habían planteado las cosas a nivel europeo.

Por todo esto, la revista mensual Europe–Action merece un lugar en las páginas de la RHF. Así mismo en breve, dentro publicaremos la traducción (por primera vez en lengua castellana) del documento Por una crítica positiva, junto a otros documentos emanados por el neofascismo de los años 60.

Una aventura editorial y doctrinal

Venner había permanecido diecisiete meses en la cárcel acusado de haber contribuido a la organización de la OAS. Durante este período había reflexionado sobre lo que implicaba la pérdida de Argelia, la imposibilidad de realizar una lucha armada contra el Estado en condiciones de vencer a la “guerra sucia” desencadenada por el Estado –los “barbouzes”–, pero también había reflexionado sobre las carencias del período anterior en el que había ocupado un puesto de responsabilidad en la organización Jeune Nation (véase RHF–V). Cuando Venner sale de prisión muchas cosas habían cambiado en Europa y buena parte de los argumentos utilizados por Jeune Nation en los años 50 (que, por lo demás, no eran sino una readaptación de los viejos ideales nacionalistas teorizados por Charles Maurras a principios de siglo) ya no respondían a una situación nueva y cambiante.

Por un lado aparecían los primeros síntomas de la revuelta juvenil, de otro, la descolonización era un fenómeno imparable, además la convocatoria del concilio Vaticano II hacía estaba generando profundos cambios de orientación en el interior de la Iglesia y Europa había dejado atrás el período de la reconstrucción posterior a la II Guerra Mundial: podía hablarse por primera vez de una “sociedad del consumo”. Venner percibió todos estos cambios, los unió a la autocrítica de las experiencias anteriormente vividas por el nacionalismo y realizó una propuesta coherente y global para adoptar una nueva orientación. Pertenece a Venner, pero también a sus colaboradores más íntimos, el mérito de haber impreso un “nuevo curso” al neofascismo francés que repercutiría en toda Europa y que influiría particularmente en Francia en los siguientes 20 años.

El documento Por una crítica positiva publicado en julio de 1962 cuando Venner estaba todavía en la cárcel (salió dos meses después) tenía cierto grado de provocación contra el nacionalismo clásico y maurrasiano. Se ha repetido hasta la saciedad que Venner había intentado emular a Lenin en su famosa obra ¿Qué hacer? Fue Duprat el primero en reparar en la analogía de la obra que después todos han repetido. La obra de Lenin, publicada en 1902 insiste en la necesidad de una preparación teórica y de una concepción organizativa del partido revolucionario. De la misma forma que la obra de Lenin contribuyó a la división del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, Venner insiste en la primera parte de la obra en la diferencia entre “nacionales” y “nacionalistas”. Esta diferencia es hoy más difícil de entender pero en la Francia de principios de los años 60 era mucho más nítida: los “nacionales” serían los moderados más próximos del nacionalismo chauvinista que del nacionalismo revolucionario al que Venner se adhería, serían aquellos que despreciaban el militantismo, la acción en la calle y se limitaban a aplaudir a las fuerzas de seguridad y al ejército, confiando en ellos. Más que equipos de militantes abnegados, los “nacionales” tendían a ser personalidades (“notables” en francés) que utilizaban un “prestigio” obtenido anteriormente como reclamo político. Sin militantes detrás, los “nacionales” optaban por proponer “frentes electores”, coaliciones, de las que Venner dice: “cero + cero, da siempre cero”. Eran también quienes antes se habían retirado de la batalla argelina y quienes profesaban una admiración reverencial hacia determinados militares. Se mostraban incapaces de percibir los nuevos fenómenos que iban apareciendo con el paso de los tiempos: los mejores mantenían las mismas concepciones que antes de la experiencia de la OAS, los peores se remontaban al maurrasianismo y al Caso Dreyfus a principios del siglo XX o a finales del XIX.

Venner propone una ruptura nítida con los “nacionales”. En su visión organizativa Venner se muestra a favor de un movimiento revolucionario de vanguardia, formado por una “minoría selecta” en torno a una ideología central fuertemente asumida y vivida por sus miembros. El “notable” de los “nacionales” es sustituido por el “equipo de militantes puros y duros”. Ese equipo debe ser coherente: su vida debe ser un espejo de su doctrina (“unir la teoría y la práctica” como había dicho Lenin) y debe de ponerse al frente de las justas luchas populares allí en donde esté presente (“unir la vanguardia a las masas”, en la concepción leninista) enseñando a las masas que sus problemas no se resolverán con luchas parciales sino con una revuelta generalizada contra el sistema (“unir lo particular con lo global” tal como preconizó Lenin). El equipo revolucionario debería estar dispuesto a todos los sacrificios, presente en todas las clases y tener en cada grupo social “correas de transmisión”.

Venner había analizado las causas del desastre de la OAS y de la pérdida de Argelia y extraído algunas conclusiones. Responsabiliza a los “nacionales” y a su servilismo hacia las Fuerzas Armadas. Sabe que un golpe de Estado y una acción revolucionaria no son sólo “problemas militares”, sino “político–militares” que precisan el concurso, no solamente de las armas y de los escalafones militares, sino sobre todo de una lúcida dirección política. Y difícilmente coincide la lucidez política con la jefatura militar.

Al mismo tiempo, Venner rechaza el activismo por el activismo. La militancia solamente es concebible y aceptable cuando existe un plan general de conquista del Estado y sólo es asumible dentro de una organización política revolucionaria implacable y dotada de la inquebrantable voluntad de derribar un orden político para construir otro. Para Venner, el activismo sin el respaldo de un proyecto político es una forma de neurosis militante de la que hay que huir.

Finalmente, no se trata de huir de planteamientos intelectuales (el anti–intelectualismo era –y es– muy habitual en la extrema–derecha) sino de basar las actitudes personales en una sólida construcción intelectual que no deje ningún aspecto al azar sino que tenga –como en aquel momento tenía el marxismo– una respuesta ante cualquier problema. Duprat escribe sobre Europe–Action: “Se interesa con extrema atención sobre los problemas del mundo moderno. Su crítica a la sociedad mercantil es tan viva como la del marxismo. Europa–Action se preocupa tanto por la calidad de la vida, como por la elaboración de una ética colectiva. Su empirismo le conduce, como en otro tiempo a Renan o a Maurras, a un agnosticismo político que será muy criticado en la derecha”.

En efecto, donde las innovaciones impuestas en Por una crítica positiva son más interesantes es desde el punto de vista doctrinal. El nacionalismo maurrasiano queda ampliamente superado y se alcanza un nivel de teorización muy superior al de cualquier otra formulación del neofascismo de posguerra que tendrá su continuación en la formación del Groupe de Recherches et Études pour la Civilisation Européenne (GRECE) a partir de 1968. No en vano en Europa–Action se encuentran algunos de los que posteriormente fundarán con Alain de Benoist la “nouvelle droite”. Aunque Venner no insistirá mucho en este aspecto, pero a medida que vayan apareciendo los números de la revista se irá imponiendo la idea del “realismo biológico” como antídoto y contrapartida al “materialismo dialéctico” marxista. Esta nueva doctrina se apoyo en la genética clásica y en la genética molecular (de Mendel a Monod) y posteriormente en la doctrina del arraigo (elaborada a partir de la etología y de los trabajos de Konrad Lorenz). En este aspecto también Europa–Action se muestra partidario de cierto darwinismo social.

En todo lo relativo a Europa, Venner ha aceptado las tesis que en esos mismos momentos está enunciando Jean Thiriart para aportar un basamento ideológico a su organización Jeune Europe. Es evidente que existe un transvase de ideas entre Thiriart y Venner y que ambos, tras haber realizado un análisis de las carencias de la extrema–derecha, se han inspirado en las mismas fuentes (la doctrina leninista de la organización) para enunciar una alternativa. Venner, en su folleto escrito en prisión, se muestra decidido partidario de la idea Europea superando el pequeño nacionalismo. Sin embargo, desde el punto de vista orgánico, Europa–Action no mantendrá vínculos orgánicos con la organización belga de Thiriart. Más tarde, cuando éste rectifique algunos aspectos enunciados en su obra Europe: un empire de 400 millions d’hommes (traducido en España como ¡Arriba Europa! y publicado por editorial Mateu, aspirará a lanzar una revista concurrente con Europa–Action, La Nation Europénne (véase artículo en el número III de la RHF). Como veremos, a mediados de los años 60, las conversaciones entre el grupo belga de Thiriart y el francés de Venner no surtirán ningún efecto, a pesar de las innegables afinidades entre ambas tendencias, a pesar de que ambos justifiquen en la historia su proyecto de unificación europea.

Incluso, en el hecho mismo de considerar que la defensa de Europa no se circunscribe en territorio europeo, ambas corrientes estarán de acuerdo: mientras Thiriart había escrito que Europa se defiende en Argel, Venner y Jean Mabire afirman lo mismo: Europa se defiende tanto en Rodhesia como en Canadá, en Bucarest y en Sydney. A la redacción de Europe Action se deberán los primeros textos del neofascismo sobre la inmigración –esto es “contra” la inmigración–. Es evidente que Venner no había incluido en Por una crisis política, referencias que luego asumirá la revista: a favor de la diferenciación racial en los EEUU, oposición al mestizaje y contra la inmigración procedente de África.

A la hora de examinar las firmas con que terminan los artículos que realizan estas fugas se percibe una presencia mayoritaria de miembros que posteriormente darán vida al GRECE: Benoist, Mabire, Vial, Valla… De hecho, cuando la “nueva derecha” vaya construyendo sus características, una de ellas y muy importante, será el europeísmo frente al pequeño nacionalismo chauvinista. Desde Maurrás hasta De Gaulle, pasando por La Cagoule (ver este mismo número de la RHF), la “vieja derecha” era antigermana y antieuropeista, por lo tanto, en reacción, la “nueva derecha” verá en la cultura alemana (Nietzsche, Spengler, Ghelen, Jünger, etc, etc) una tierra de promisión y en la idea europea una antítesis al nacionalismo, jacobino o tradicional.

Uno de los aspectos más problemáticos de la revista es sin duda su visión del “racismo”, reformulado bajo distintas coberturas: etnicismo, racialismo, diferencialismo, etc, ideas que hasta entonces no habían estado presentes en Jeune Nation y en el sector mayoritario del nacionalismo, ni siquiera en experiencias similares habidas en otros países (Thiriart). En el número de marzo de 1964 de Europe–Action, los negros eran presentados como antropófagos y en el de octubre de ese año bajo la caricatura de un árabe se podía leer: “Se busca a Mohamed Ben Zobi, nacido en Argelia, residente en Francia. Se trata de un hombre peligrosos susceptible de ¡matar, violar, robar, saquear, etc! Para encontrarlo no hay que ir muy lejos: en torno vuestro hay 700.000 como el”…).

Particularmente interesante es el juicio que para Europe–Action merece el nacionalsocialismo alemán. Éste es tratado como algo diferente, casi como si se tratase de un precedente que no había alcanzado el rango “científico”. En el número 5 de la revista (mayo 1963) se incluyen algunos vocablos que deberán constituir el “diccionario del militante”, al tratar el término “nacional–socialista” se dice: “Al lado de intuiciones geniales, sus errores han entrañado su perdición: hipertrofia de la noción de jefe; racismo romántico (no científico) destinado únicamente a reforzar un nacionalismo estrecho, revanchista y agresivo; política europea reaccionaria que no solamente acarrea su derrota, sino la hostilidad generalizada de los pueblos europeos. Estos errores se deben en gran parte a una ausencia de fundamentos doctrinales establecidos”.

El nacionalismo de Europe–Action –a diferencia del nacionalismo maurrasiano defendido por Jeune Nation y por Pierre Sidos– no estaba fundado sobre un territorio o un Estado precisos sino sobre los “pueblos europeos y blancos”: para ellos, la nación tendía a confundirse con la raza. En el citado Diccionario del Militante el término racismo es definido así: “Doctrina que expresa en términos políticos la filosofía y las necesidades vitales de los pueblos blancos. Doctrina de energía, doctrina de Europa, doctrina de lo real, doctrina del porvenir”. Por todo ello, los artículos relativos a la situación de los blancos en Rodhesia o Sudáfrica, son habituales en la revista y el propio escritor Marc Augier formará un Comité Francia–Rodhesia declarando a la revista: “Personalmente estoy por reclutar una legión de combatientes defensores de la raza blanca que lucharía junto a nuestros hermanos de Pretoria”. Benoist–Laroche, tras un viaje a EEUU, escribirá en el número de octubre de 1965 un artículo favorable a la segregación racial. En otros artículos se considera el mestizaje como un “suicidio genérico” (número de junio de 1964, pág. 19). Existía cierta alarma ya por lo que suponía la inmigración masiva desde el punto de vista étnico: “¿Piensan que la palabra “Francia” podría definir legítimamente a la vez a la Francia de hoy y un hexágono sobre el cual camparían veinte millones de magrebíes y veinte millones de negro–africanos” (número de junio de 1964, pág. 17–18).

Así mismo, Venner en su documento no menciona ni en una sola ocasión la religión, el cristianismo o la fe. Estas ausencias son todavía más notables en la medida en que aparecen en un documento publicado por un grupo neofascista francés, ambiente que hasta ese momento se había alineado tradicionalmente con el catolicismo (incluso aun cuando Maurras era agnóstico y Action Française hubiera sido excomulgados). Duprat reconoce que las críticas al catolicismo serán mal acogidas por otros sectores de la extrema–derecha francesa. También aquí se percibe la presencia de una constante que será luego recuperada por la “nouvelle droite”. Si la “vieja derecha” era católica y confesional, la “nueva derecha” será agnóstica, neopagana y anticristiana, aspectos estos ausentes del documento de Venner, pero presentes –y muy presentes– en los artículos aparecidos en Europe–Action. Ni siquiera las innovaciones teológicas habidas durante el Vaticano II serán bien recibidas y especialmente quienes recibirán críticas demoledoras serán los teólogos progresistas. Contrapondrán la antropología mística de Teilhard de Chardin al realismo biológico de Rostand y al análisis historicista del cristianismo realizado por Louis Rougier.

La temática anticristiana se une en la revista a una reformulación del antisemitismo tradicional. Es algo que Venner tampoco había previsto en su folleto, pero que subyace de manera muy evidente en los artículos de la revista. En aquellos años apareció la obra de Paul Rassinier, La mentira de Ulises, uno de los primeros libros negacionistas, que mereció elogios por parte de Europa–Action. Así mismo, Maurice Bardéche, autor pre–negacionista (como podría ser calificada su obra Nuremberg o la tierra prometida), publicó también algunos textos en la revista con toda la carga simbólica que implicaba abrir las puertas al cuñado de Robert Brasillach, fusilado durante la depuración. También en esto la actitud de Europe–Action es paralela a la de Jean Thiriart y La Nation Européenne: en ambos casos, en efecto, el viejo antisemitismo enunciado por Paul de Lagarde (ver artículo sobre Israel capital Tananarive en RHF–VI) que veía en los judíos a un cuerpo ajeno a la nación, es superado y reconvertido en anti–sionismo por una parte y en “religión reduccionista” por otra. El catolicismo es atacado como una traslación del reduccionismo monoteísta surgido de “el Libro” (el Antiguo Testamento) y se tiende a situar al cristianismo como una secuela del judaísmo, una especie de disidencia que desvió a Europa de la cultura clásica y se insertó como un “cuerpo ajeno” a la concepción europea de la vida y del mundo.

Pero en estos aspectos, las nuevas orientaciones de Europe–Action aparecen más allá del manifiesto que polariza inicialmente la actividad del grupo: el documento de Venner. A 45 años de su redacción se percibe con claridad que Por una crítica positiva está fuertemente influido por la experiencia de la OAS. En 1963, algunos militantes consideraban que era posible continuar la actividad de esta organización y sino derribar, si al menos erosionar al gaullismo mediante el terrorismo y, en cualquier caso, ajustar cuentas con él. Venner se opone a la consecución de esta batalla perdida. Reconoce que todos los movimientos revolucionarios del siglo XX tuvieron momentos de fracaso: el nacionalsocialismo en 1923, el bolchevismo en 1905, el maoísmo en 1927 y en 1931; en cada uno de estos desastres aprovecharon para rectificar la línea que habían impreso hasta ese momento y encontrar nuevas estrategias. Esto era lo que proponía Venner.

La lectura actual del documento corre el riesgo de inducir a errores. Cuando Venner habla de “Occidente” en 1963, la noción era diferente a la actual: en aquel momento, “Occidente” se identificaba con “Europa”, hoy en cambio el mismo vocablo alude al bloque euronorteamericano. No cabe la menor duda de que Venner aspira a imprimir un giro anti–imperialista al proyecto: considera que el final de la II Guerra Mundial implicó la “derrota de Europa” y la ocupación del continente por parte de los EEUU en el Oeste y de la URSS en el Este. Llama –como Thiriart en Bélgica– a una “lucha de liberación nacional”, no en el Tercer Mundo como era habitual en aquellos años, sino en el centro de la civilización.

El documento no enuncia un programa político, pero si las orientaciones básicas para construirlo. Una de ellas es el antiimperialismo y la idea de “liberación”, pero a esto se añade también una crítica al liberalismo y al marxismo. Se concluye en este terreno con un ataque feroz al consumismo y a la democracia definida como el “nuevo opio de los pueblos”. También se alude a los “valores” y se propone un modelo de comportamiento definido como “humanismo viril” (la “ética del honor” frente a la moral materialista propia del liberalismo y del marxismo). Se propone un modelo de Estado y de economía orgánico; al primero se le define como “un orden viviente”; se insiste en que una de las tareas más importantes del Estado es la educación de las nuevas generaciones y la transmisión de los valores definidos con anterioridad, y en este terreno se afirma que la función del Estado es crear, formar y preservar una “élite”. Venner termina diciendo que el “poder de los propietarios del dinero será sustituido por el poder de los creyentes y de los combatientes”. En las fórmulas económicas se alude a la “empresa comunitaria” en una parte del discurso que parece enlazar con las concepciones nacionalsindicalistas que en ese mismo momento se estaban reelaborando en España y se asume la cogestión como forma de arrancar la empresa al poder financiero. La idea de “economía orgánica” (Thiriart hablaba de “economía comunitaria”) se plantea la destrucción del poder financiera, es pues, una economía anticapitalista que reconoce el valor de la propiedad privada y que previene ante el control tecnocrático de los procesos de producción.

Tales son los principios y las orientaciones doctrinales con las que Venner aspiraba a basar el trabajo de Europe–Action y aportar fundamentos científicos y filosóficos a la lucha política, tal como había intentado Lenin sesenta años antes. Ni siquiera militantes que procedían de la izquierda marxista y que en la postguerra pasaron a las filas del neofascismo francés (René Binet, por ejemplo, ex militante trotskista) se habían planteado extraer consecuencias de la lectura de un clásico de la ciencia política revolucionaria como era el ¿Qué hacer? de Lenin.

La FEN y Europe Action

Cuando se restablece la normalidad tras el interregno argelino y tras la lucha armada de la OAS, el panorama de la extrema–derecha neofascista francesa es desolador. Jeune Nation ha desaparecido. Del populismo poujadista no queda prácticamente nada. Las formaciones “nacionales” que apoyaron incondicionalmente el golpe de Estado de Argel, están disueltas, reducidas a la mínima expresión o bien son –como eran antes– Estados Mayores de “notables” (“cero más cero…”). Para colmo aun quedan unos cuantos cientos de activistas encarcelados, varios miles de “pieds noires” en el exilio (habitualmente en el Levante español) y se ha perdido Argelia en donde se encontraban las secciones más activas y numerosas del movimiento. Pero no todo ha sido negativo: por un lado, los “pieds noires” que han podido establecerse en Francia, lo han hecho en las regiones mediterráneas del Sur que, a partir de ese momento (e incluso en la actualidad) serán las más proclives al nacionalismo. Por otra parte, el shock de la derrota ha limpiado las filas militantes y ha hecho que se destacase una minoría excepcionalmente activa y que percibía la necesidad de actuar sobre bases nuevas, coincidiendo con las opiniones de Venner.

Para los supervivientes de Jeune Nation era evidente que en la nueva coyuntura ya no habría ni un nuevo Diem–Bien–Phu, ni se perdería ninguna otra colonia con la gravedad de lo que había ocurrido en Argelia. La resolución del conflicto argelino había hecho que la V República se asentara sobre bases extraordinariamente sólidas. El estilo activista de Jeune Nation que siempre se negó a participar en procesos electorales, ya no tenía mucho sentido: había que prepararse para una acción a largo plazo en el que la lucha sería sobre todo democrática hasta el instante en el que se percibiera la posibilidad de desbordar a las estructuras del Estado. Ese era el primer problema, porque los últimos mohicanos de la OAS aspiraban a que el trabajo militante que se realizara a partir de ese momento se encaminara a construir un Ejército Nacional Secreto a partir de Jeune Nation y de la OAS Metropolitana. Esta discusión estaba presente incluso en el interior de la Federation des Étudiants Nationalistes, la única organización que había sobrevivido al marasmo de los años precedentes. Tal como se dice en la obra Les Rats Maudits (sobre la extrema–derecha universitaria francesa): “El vagón FEN se suma a la locomotora Europe–Action”. Por que, verdaderamente se trató de una locomotora.

En agosto de 1962 –un mes antes de que Venner saliera de prisión– tuvo lugar el I Campamento Escuela de la FEN en donde se discutieron las propuestas del opúsculo Por una crítica positiva, publicado un mes antes, en julio. En ese Campamento se decidió la aparición de una revista de combate. Inicialmente el nombre propuesto era “Rossel” en homenaje al coronel Louis Rossel ejecutado el 29 de noviembre de 1871 en Satory, uno de los principales dirigentes de la Comuna de París y el único oficial del ejercito que se unió a ella. Finalmente, se impondrá un nombre más “accesible” y que exponga con más claridad los ideales del grupo: Europe–Action. En enero de 1963 saldrá el primer número con una tirada de 10.000 ejemplares. Jacques de Larocque–Latour, alias “Coral”, figuraba como director de la publicación y con su seudónimo firmaba las caricaturas que habitualmente se publicaba en cada número.

Por su parte, la revista de la FEN que había logrado sobrevivir a las desgracias de “los años de plomo”, Les Cahiers Universitaires (de carácter trimestral y que aparecían desde finales de 1961) se convirtieron en una especie de órgano teórico del grupo mientras que Europa–Action era el órgano de difusión. Además de Les Cahiers Universitaires (que aparecieron de marzo de 1961 a mayo de 1966) y de La Voix de l’Occident (de 1961 a 1963), la FEN dispuso de decenas de boletines: France université, Flamme (Basses et Hautes Pyrénées), L’Alcazar (Burdeos), Fer de Lance (Toulouse), Combat nationaliste (Toulouse), Brest–nationaliste, Rennes–nationaliste, Nantes–nationaliste, Lyon–nationaliste, FEN–université (Marseille–Aix), Dijon–université, Le pied–noir étudiant, Positions nationalistes (IEP de Paris), Sorbonne–nationaliste, Médecine–Dentaire–Pharmacie–nationaliste, Paris médecine, Paris–droit nationaliste, Perspectives des grandes écoles, Sang nationaliste (estudiantes de liceos de Lyon), Révolution nationaliste (estudiantes de liceos de Aix–en–Provence), Cités–Forum, Définition 80, etc.

Es en Les Cahiers Universitaires, donde Benoist–Laroche publica sus primeros artículos sobre filosofía. El director de la publicación era Georges Schmelz y el secretario de redacción el propio Benoist. Posteriormente aparecería una hoja semanal redactada por Alain de Benoist (con el seudónimo de “Fabrice Laroche”), Europe–Action hebdomedaire, cyclostilada, habitualmente de ocho páginas. En 1966 esa hoja se transformará en L’Observateur Européen (que sobrevivirá a la desaparición de la revista y prolongará su existencia hasta 1968 enlazando prácticamente con la aparición del primer número de Nouvele Ecole en junio de ese mismo año), dirigida por Jean–Claude Valla y con “Fabrice Laroche” como redactor jefe.

Mientras apareció la revista, una colección paralela de libros –la Collection Action– fue llegando a las librerías. El primero de ellos, escrito por François d’Orcival y “Fabrice Laroche”, Leur courage est son patrie (El valor es su patria) glosaba distintos episodios de la resistencia armada por la Argelia Francesa. Así mismo se publicaron textos que glosaban temas militares de la II Guerra Mundial, otros sobre cuerpos de élite e incluso sobre la División Azul y la Guerra Civil Española.

Toda esta portentosa actividad editorial pudo desarrollarse gracias a la existencia de algunas fuentes financieras. Por una parte, algunos simpatizantes aportaron fondos propios para el lanzamiento de la revista y de las Éditions Saint–Just (empresa responsable de la revista y de las demás publicaciones), pero también gracias a las donaciones de Henri Prieur [Maurice Gingembre], uno de los tesoreros de la OAS. La Collection Action pronto se mostrará rentable. Publicará y traducirá Combat pour Berlin de Joseph Goebels, en donde el jefe de la propaganda del III Reich explica cómo logró ganar la capital alemana para el nacionalsocialismo. Finalmente, la Librairie de L’Amitié abrirá sus puertas centralizando en sus dependencias la parte de edición, venta y distribución de las publicaciones de Éditions Sant–Just.

Si Por una crítica positiva será el manifiesto del grupo, poco después aparecerá ¿Qué es el nacionalismo? Redactado por Benoist–Laroche al frente de un equipo de trabajo doctrinal que hará honor a su título. Esto dos documentos más el Manifiesto de la generación de los 60 (publicado con anterioridad y que era la carta fundacional de la FEN) serán los tres documentos que inspirarán la actividad del neofascismo francés en los años 60, entre el final de la aventura de la OAS y la revolución de mayo de 1968.

Sin embargo, no todos participaron en esta empresa con entusiasmo. Desde el principio, Pierre Sidos, que había sido el alma inspiradora y el fundador de Jeune Nation (encarcelado en julio de 1962 y que permanecerá en la cárcel hasta febrero del año siguiente), no comparte la necesidad de una renovación teórica, estratégica y doctrinal. Sidos permanece afecto al nacionalismo francés de siempre y tolera difícilmente lo que considera como las primeras desviaciones neopaganas de parte del equipo dirigente. Tampoco se siente europeísta y en realidad ocupará siempre un espacio intermedio entre el maurrasianismo y las nuevas formulaciones a que han dado lugar los tres documentos de base de Europe–Action y de la FEN. La crisis se irá agudizando a partir del inicio del curso 1963–64 cuando se produzca la ruptura y se funde el Mouvement Occident.

Sidos había ido realizado un trabajo de desgaste sobre la cúpula dirigente de Europe–Action. En realidad, algunos de los intelectuales que están elaborando documentos y revistas, apenas aparecen en las actividades militantes y esto entraña críticas por parte de las bases, críticas que Sidos se encarga de amplificar. Además, muchos se preguntan –y los cuerpos de Seguridad del Estado los primeros– por la procedencia de los fondos con los que se ha puesto en marcha el proyecto. Realmente no hay ningún misterio, ni nada inconfesable, pero siempre es posible estimular las sospechas, algo que no dudan en realizar los disidentes. Sin embargo, dado que algunos responsables cobraban por su trabajo, Sidos consigue implantar el rumor de que se trata de “mercenarios pagados por el capitalismo” (tal como explica Duprat que perteneció a Europe–Action).

Otros dos problemas se unen y facilitan el aumento de la conflictividad interior. De un lado, la FEN (que en realidad es el sostén militante de Europe–Action) es un grupo universitario, por tanto, sus miembros están sometidos a un tránsito continuo: los estudiantes de los últimos cursos universitarios quedan en pocos años fuera de las aulas y –como luego le ocurrirá al GUD– aunque no se produzcan escisiones ni crisis, existe cierta inestabilidad cuando los elementos más activos abandonan los estudios. Además, si bien la FEN es fuerte en el sur de Francia y en Burdeos y ha logrado implantarse en el Mediodía francés e incluso en las provincias vascas, en París tiene una menor presencia universitaria (precisamente por el problema al que acabamos de aludir). Los dirigentes de la FEN han logrado poner en pie el grupo Militant (nombre del boletín que utilizarán como enlace) difundidos entre estudiantes de bachillerato y en los liceos previos a la entrada en la universidad. A finales de 1963 se producirá el “error fatal” (es Duprat quien lo califica) de lanzar una campaña antimilitarista bajo la consigna: “Ni un soldado para el Régimen”. Esta campaña se producía poco después de los fusilamientos de Degueldre y de Bastien–Thiry, militares de carrera que colaboraron con la OAS y reflejaba los ajustes de cuentas pendientes del equipo dirigente de la FEN–Europe–Action con el gaullismo. La revista consideraba que era el ejército gaullista el que había “vendido” la Argelia Francesa. Tras las consiguientes colocaciones de carteles y distribución de panfletos, la FEN convocó una manifestación en el Barrio Latino. La campaña hizo cristalizar todo el malestar interior, las rencillas entre los dirigentes de la antigua Jeune Nation que habían quedado al margen de la línea editorial de Europe–Action e incluso la necesidad de ir más lejos en el proceso de renovación que sostenían los partidarios de Jean Thiriart que practicaban entrismo en la FEN. Poco después de la manifestación antimilitarista se produce la expulsión de François Duprat y de Jacquard, el último de los cuales es el representante de Thiriart en Francia (luego, en 1966, fundará la Fédération Général des Étudiants Européens que fracasará y finalmente entrará también en disidencia con Thiriart y contactará con los disidentes belgas de éste y después de indecibles peripecias, rupturas, reconciliaciones y rectificaciones de rumbo habituales en dinámicas escisionistas, terminará alumbrando la tendencia “socialista europea” con las revistas Argend, Floreal y Socialisme Européen que convergerán, pasado mayo de 1968, en la revista Pour une Jeune Europe, que a pesar del nombre ya nada tiene que ver con Jean Thiriart).

Esta primera crisis demuestra que Europe–Action controla la FEN y que no está dispuesta a ceder ni a compartir ese control. Las expulsiones dejan un regusto amargo en la sección parisina de la FEN, compuesta en ese momento, esencialmente, por militantes muy jóvenes, que se escinden poco después y pasarán a constituir en abril de 1964 el Mouvement Occident (véase artículo sobre el tema en RHF–IV) tras haber confluido con el Cercle de Défense de la Culture Française de Sidos. La debilidad en la que queda sumido el grupo –y su reducción en París a la mínima expresión– hace que Venner cometa algunos errores de conducción política.

Si bien, el documento fundacional había insistido en la distinción entre “nacionales” y “nacionalistas”, en la práctica, para ampliar su radio de acción, Venner se ve obligado a “abrirse” hacia los “notables” a los que tanto había criticado convocando un mitin conjunto con Pierre Poujade, antiguos militares de la OAS y pequeños grupos nacionalistas que habían decidido colaborar con la revista. Sin embargo, esta iniciativa no estimula una aproximación de todos estos sectores a las tesis de Venner y aunque la revista logra vender cada vez varios miles de ejemplares (eleva su tirada entre 15 y 20.000 ejemplares) y los libros de las Éditions Saint Just y especialmente la Collection Action se venden en tiradas que hoy serían impensables, no parece que el principio de “unir la teoría a la práctica” esté dando resultados.

No puede extrañar que la FEN (y, por tanto Europa–Action) participen en la campaña para la elección presidencial en 1965 apoyando al candidato Jean Louis Tixier–Vignancourt, el abogado del general Raoul Salan en el proceso en el que se depuraron sus responsabilidades por el golpe de Argel. Tixier era, a la postre, un “nacional” y un “notable”…

Tixier y la aventura del REL

Cuando Tixier anunció su candidatura, en febrero de 1964, François d’Orcival publicó un artículo en Europe–Action, en forma de carta abierta dirigida a Tixier, cuyo título era suficientemente elocuente: “¿Quién os ha designado candidato?”. Sin embargo, a pesar de no haber empezado bien las relaciones entre Tixier–Vignancourt y el equipo de Europe–Action, pronto Venner consiguió reconstruir la relación con el candidato de la “oposición nacional”. Venner especialmente aspiraba a utilizar las elecciones presidenciales de 1965 como instrumento para relanzar políticamente a este sector político.

La opción-Tixier no era la única existente, varias candidaturas más o menos ligadas a la “oposición nacional” pugnaban desde 1963 por presentarse a las elecciones presidenciales: de un lado, el coronel Trinquier intentaba aprovechar a los grupos activistas nacionalistas como fuerza de choque para impulsar su candidatura. El prestigio de Trinquier ante la “oposición nacional”, especialmente ante los “nacionales” derivaba de su cargo como adjunto del general Massu, comandante de la 10ª División de Paracaidistas durante la “batalla de Argel”. Sobre sus espaldas recayeron las operaciones más arriesgadas de la guerra contra el FLN argelino. Posteriormente dirigió las operaciones contra el líder independentista de izquierdas, Patricio Lumumba en Katanga y más tarde creó la Union Nationale des Parachutistes, organización en la que la extrema–derecha siempre ha estado muy representada. De cara a las elecciones presidenciales de 1965, Trinquier había constituido una Association d’Études pour la Réforme des Structures de l’État que pronto transformó en Parti du Peuple.

Otra candidatura que intentaba atraer a la “oposición nacional” (y especialmente a lo que parecía ser su motor, Europe–Action) era la del general Pierre Boyer de la Tour, antiguo comandante en jefe de las tropas francesas en Indochina y que trabajaba también con la asociación de veteranos paracaidistas. La última opción que aspiraba a hacerse un hueco como candidato presidencial era Pierre Poujade, antiguo líder de los pequeños comerciantes cuya hora había pasado con los años 50 pero que no se resignaba a estar ausente del escenario de la Vª República. Por aquellas fechas, Poujade todavía no había desarrollado su sexto sentido para apoyar siempre al candidato vencedor sin importar si era de izquierdas, de centro o de derechas (apoyó a De Gaulle, a Pompidou, a Giscard d’Estaing, a Mitterand y a Chirac; solamente se equivocó en 2002 cuando apoyó a Jean–Pierre Chevènement justo en las elecciones en que pasó a la segunda vuelta de manera espectacular el que había sido el diputado poujadista más joven, Jean Marie Le Pen en 1954). Le Pen, precisamente en aquellas elecciones de 1965, propuso la creación de un Parti National que unificase a los distintos grupúsculos existentes en ese momento, año y medio antes, había puesto en marcha un Comité d’Initiative pour une Candidature Nationale para encontrar un candidato alternativo a Tixier. Pero al no conseguirlo terminó apoyándolo y otro tanto hicieron los disidentes de Europe–Action, el recientemente constituido Mouvement Occident. El primer mitin de Tixier en la Mutualité de Paris agrupó a 4.000 personas y al concluir una manifestación encuadrada por Occident generó graves enfrentamientos con la policía. Sin embargo, la propuesta unitaria de Le Pen, aunque abierta a todos los grupos, no iba dirigida tanto a la FEN y a Europe–Action como a Occident y a Sidos con quien se sentía mucho más identificado y con quien intentaría lanzar el Parti National.

Pero tras un mitin de lanzamiento de esta nueva sigla que apenas agrupó a 400 personas, Le Pen enfrió sus relaciones con Sidos. Éste, por su parte creó un Comité Jeunes Tixier, que experimentó un gran desarrollo. Mientras, Le Pen aprovechó para mejorar sus relaciones con Europe–Action, algo que Sidos no le perdonó retirando a los militantes de Occident de los Comités Jeunes Tixier. No todos se fueron y pronto el vacío dejado fue rellenado por los militantes de Europe–Action que, entre tanto, se habían organizado en grupos de Volontaires d’Europe–Action.

No fue una campaña tranquila. Desde el primer momento, a la vista de la disparidad de fuerzas que apoyaban a Tixier, aparecieron fricciones que, habitualmente tuvieron como protagonistas a los militantes de Europe–Action. En el interior de los Comités Tixier apareció una tendencia “nacional-liberal” que aspiraba a conquistar el voto centrista. El propio Tixier creyó que obtendría más votos si se distanciaba de los nacionalistas y adoptaba posiciones centristas, multiplicando sus elogios a la Resistencia francesa y a su primer jefe Jean Moulin. Pero en el momento en que apareció con fuerza la candidatura centrista de Jean Lecaunet, la estrategia de Tixier estaba condenada al fracaso.

En aquella campaña llamó extraordinariamente la atención la gira realizada por Tixier en las playas del sur de Francia. Cada día durante un mes se convocaron en las playas francesas durante el mes de agosto de 1965 mítines cuya asistencia en la última fase de la campaña superó con frecuencia los 3000 asistentes, según los organizadores de la campaña asistieron en total 125.000 personas, aunque cifras de Europe–Action las reducen a la más realista de 45.000 asistentes. Este aspecto de la campaña llamó poderosamente la atención de los medios. Paris Match y otros medios de prensa dedicaron amplios reportajes a la iniciativa que hasta entonces no tenía precedentes. La mayoría de público procedía de los pieds–noires y, a medida que los medios aludieron a estas reuniones (especialmente a partir de la tercera semana) afluyó una masa de curiosos poco concienciados políticamente que hicieron que el impacto real de esta iniciativa fuera mucho más reducido que el que se imaginaban sus impulsores. En estos mítines Tixier repetía hasta la saciedad y de manera imprudente que en la primera vuelta quedaría en segundo lugar con un 18–22% de los votos y obtendría la mayoría en la segunda vuelta. Cuando la campaña terminó y Tixier apenas obtuvo el 5% de los votos, una derrota inapelable que atribuyó a la actividad de Le Pen (que había sido su jefe de campaña…) y a los “extremistas de derecha” y, puestos a cometer un nuevo error, llamó a sus electores a votar por el candidato de la izquierda.

En enero de 1966, purgó a Le Pen y dio forma orgánica a sus comités (prácticamente vacíos a causa de una derrota tan flagrante) creando la Alliance Républicaine pour les Libertés et le Progrés, formación de centro–derecha que jamás alcanzará excesiva implantación y que terminará apoyando en 1979 la candidatura del Parti des Forces Nouvelles en las primeras elecciones europeas. Tixier ocupará la primera plaza de la candidatura obteniendo unos resultados ridículos e incluso inferiores al Front National de Jean Marie Le Pen en esos mismos comicios.

Inmediatamente se percibió el desastre de los Comités Tixier, los militantes de Europe–Action intentaron hacerse con el control del ala más radical de la organización lanzando el Mouvement Nationaliste du Progrès (MNP) el 24 de enero de 1966 justo cuando se cumplían seis años de la jornada insurreccional de Argel que inició el período del radicalismo armado con la OAS y las intentonas golpistas. Un llamamiento firmado por un centenar de responsables y dirigentes de los Comités Tixier anunció la creación del nuevo partido que recogía sin excepción los temas que durante los tres años anteriores habían sido los propios de Europe–Action. Fondos no faltaban: eran las aportaciones acumuladas durante años por los beneficios de las Editions Saint–Just y por contribuciones particulares. Para Venner se trataba de aprovechar el tirón que había tenido la FEN durante la campaña electoral de Tixier y reforzar los vínculos con la Fédération des Étudiants Réfugiés (FER) convertida en la organización única de los estudiantes repatriados de Argelia. La FER era fuerte en el Sur de Francia con cerca de 4.000 adheridos, mientras el resto de la FEN apenas tenía 500. Partiendo del renacimiento de la FEN durante la campaña electoral, era posible asegurar la columna vertebral del MNP.

Cuando tiene lugar la formación del MNP aparece por primera vez en Francia un nuevo tema de agitación y propaganda: la lucha contra la inmigración masiva. La consigna de “Alto a la invasión argelina en Francia” ya había sido tocada ocasionalmente en la revista Europe–Action con cierta habilidad y también el semanario Minute (que en los años posteriores a la guerra de Argelia alcanzará su mayor tirada, siendo el semanario sensacionalista más popular en el vecino país) insistirá en el mismo tema. Esto implica que el fenómeno de la inmigración ya era acusado en la Francia de 1965. Pero, aun así, el equipo militante de la FEN en París era excepcionalmente débil y el activismo frenético de Occident no les dejaba espacio para operar. Venner intentó una reaproximación a Occident justo cuando Sidos abandonó esta organización, luego volvió a intentarlo proponiendo la fusión de las dos ramas estudiantiles bajo el nombre de Occident. Se ofreció también incluir a varios miembros de la dirección de este grupo en el buró político del MNP, junto a los delegados de la FEN y los Volontiers d’Europe–Action, pero las conversaciones se interrumpieron antes del Congreso Constituyente del MNP (1 de mayo de 1966). Si bien el congreso mostró la seriedad y solidez del movimiento, pocos meses después, en noviembre desaparecía la revista Europe–Action a causa de problemas financieros y cerraban las Éditions Saint–Just. La trayectoria de la revista termina aquí, sin embargo, en los meses siguientes, como a los cadáveres a los que les sigue creciendo el pelo y las uñas, el equipo dirigente del grupo participó por primera vez en el nacionalismo francés de postguerra y en solitario en una campaña electoral.

A pesar del fracaso de la candidatura de Tixier, a pesar de la escisión que había debilitado a la FEN en París y a pesar de la aparición de Occidente, para el equipo dirigente que formaba en torno a Venner, sin embargo, el balance de Europe–Action era positivo: finalmente existía una línea política y un equipo de cuadros lo suficientemente amplio como para poder presentarse a las elecciones legislativas de 1967 con garantías de no pasar desapercibido. A pesar de los avisos en contra que alertaban sobre las pocas posibilidades de obtener resultados electorales apreciables, el MNP organizó una cobertura electoral, el Rassemblement Européen de la Liberté en marzo de 1967. El objetivo era presentar 75 candidatos para poder tener acceso a los medios de comunicación públicos (“no pretendemos obtener un diputado sino hacernos conocer e imponer nuestra existencia” había escrito Venner en el semanario Rivarol). Pero hacía falta presentar 10.000 francos por candidato (el franco se cotizaba entonces a 14 pesetas) y, finalmente, solamente pudieron presentar 27.

La campaña consiguió llamar la atención gracias a iniciativas espectaculares o que fueron observadas con curiosidad por los medios de comunicación. En la circunscripción de Metz, el REL presentó como candidato a Valentín González, alias El Campesino, el famoso general republicano español, miembro inicialmente del Partido Comunista de España y que luego desertó de la URSS. En Sète presentaron al candidato más joven de Francia. Otras listas mostraban fidelidad hacia la causa de la Argelia Francesa (figuraban varios exponentes de aquellos años de luchas), pero se introdujeron temas nuevos y se insistió en materia social. El programa compuesto por quince puntos evidencia una ruptura hacia todo lo conocido hasta ese momento en el nacionalismo francés. Se pedía la supresión de la ayuda a los países subdesarrollados, el aumento de las pensiones a los jubilados, la defensión de la emigración argelina, la unidad europea que respetase las tradiciones nacionales y adoptase una estructura federal, la lucha contra la omnipotencia de la banca ocupaba un lugar esencial exigiéndose la supresión de los intereses usureros, etc. Este aspecto bifronte de temas tanto “tradicionales” como “modernos” había sido puesta ya de manifiesto en el congreso de lanzamiento del MNP cuando se depositó una corona en el Muro de los Federados de la Comuna de París y, al mismo tiempo, los trabajadores nacionalistas de la Renault depositaron otra corona ante la tumba del Bastien–Thiry el héroe de la resistencia al abandono de Argelia: tradición y revolución, tal era la idea que se pretendía vender.

Los resultados fueron modestos, pero era, a fin de cuentas lo que se esperaba así que no sorprendieron a nadie: se obtuvo una media del 2’58% (Le Pen, desde entonces hasta 1983, apenas logró nunca superar la barrera del 1%) con unos “picos” del 4,40%, mejorando incluso los resultados de Tixier dos años antes. Sin embargo, planeaba la sensación de fracaso al haber podido presentar solamente a un número limitado de candidatos y no haber tenido acceso a los medios de comunicación. Además, algunos candidatos no tenían la más mínima experiencia electoral y una cosa era escribir artículos sobre ética, celtismo, realismo biológico y valores en Europe–Action y otra muy diferente empatizar con el electorado. Duprat anota: “La desaparición de Europe–Action había dejado un vacío que nada había sido capaz de llenar”. Buena parte de los dirigentes estaban cansados de los últimos 10 años de trabajo político y empezaban a dejar atrás su juventud: Venner manifestó su intención de retirarse mientras que D’Orcival pensaba transformar el MNP–REL en un “club político”. Para colmo, desde el exterior, tanto Occident como Sidos, multiplicaban sus ataques generando una suplementaria sensación de aislamiento y desánimo (Sidos y también Ploncard d’Assac, difundían la idea de que los dirigentes de Europe–Action eran “anticristianos, apátridas, materialistas y heréticos”, mientras que Occident les achacaba el prurito de “intelectualismo” y “pasividad”).

Así pues, 1967 será el año del final de la iniciativa que había partido con la publicación de Por una crítica positiva: una parte de los militantes mantendrán su independencia en los años siguientes formando el grupo Militant (cuyo boletín del mismo título aparecería hasta principios de los años 80), mientras que los restos de la FEN parisina se integrarán en Occident en el inicio del curso 1967–68… un curso decisivo para Francia y para la contestación. El curso del “mayo francés” en el que le corresponderá a Occidente el papel de detonante (ver artículo sobre el tema en la RHF–V). La aventura creativa habrá terminado.

¿La constatación de un fracaso?

Con el final de la experiencia de Europe–Action y de la FEN termina el segundo intento de constituir en Francia un gran partido “de la oposición nacional”. Infinitamente más interesante que el primer intento –Jeune Nation (véase artículo sobre el tema en la RHF–VI)– esta nueva experiencia contó con más medios, con un equipo mayor de cuadros y con mayores ambiciones doctrinales. Por primera vez se atrevió a plantear el combate en términos electorales y basar su acción en un estudio preestablecido tanto a nivel doctrinal como estratégico. De hecho, la experiencia de Europe–Action fue enriquecedora en todos los sentidos y se prolongó durante bastante tiempo. De ahí surgió el GRECE y a imitación suya veinte años después surgiría en España la revista Disidencias intentando también un esfuerzo de clarificación en la misma dirección, los grupos italianos Ordine Nuovo y Avanguardia Nazionale e incluso el Fronte della Giuventú de los años 70 fueron en cierta medida tributarios de esta revista que eligió como símbolo el casco espartano que luego recuperaría la revista hermane Nation Europa en Alemania. La mayoría de dirigentes de Europe–Action tuvieron una parte importante en los desarrollos posteriores de iniciativas político–culturales y, desde el punto de vista personal, se convirtieron en personalidades reconocidas en el mundo del periodismo y de la cultura: Benoist, D’Orcival, Venner, Vial, Valla, etc.

En el curso de las iniciativas posteriores simplemente se limitaron a perfeccionar y pulir los puntos de vista que habían sostenido en su juventud. De aquella época y de las columnas de Europe–Action surgió el “etno–diferencialismo” que sostiene todavía hoy el grupo que figura en torno a Alain de Benoist (ciertamente, esta fórmula estaba enunciada con tosquedad en los años 60). El intento que se había realizado en la revista de integrar a gentes que hasta ese momento nada tenían que ver con el nacionalismo, fue utilizado hasta la saciedad en la primera época del GRECE e incluso en iniciativas políticas posteriores como el Parti des Forces Nouvelles.

Ciertamente muy pocos de los puntos puestos de relieve por Venner en el acta de nacimiento de Europa–Action (Por una crítica positiva) pudieron ser puestos en práctica. Puede decirse que Venner identificó perfectamente las causas que habían motivado la esterilidad de Jeune Nation y la derrota de los partidarios de la Argelia Francesa, pero no estuvo en condiciones de sobreponerse a las inercias que habían adquirido los nacionalistas. Las regresiones, especialmente en el período de los Comités Tixier Vignancourt y en el REL fueron evidentes: se recurrió a los “notables” y a los “nacionales” estigmatizados por el propio Venner. El nivel intelectual del equipo dirigente fue muy alto, acaso demasiado para una lucha política. Las críticas que les depararon sus adversarios, a pesar de estar realizadas con evidente mala fe, respondían en buena medida a la realidad: había demasiado intelectualismo en Europa–Action, y ciertamente la dirección estaba formada por neopaganos, agnósticos y materialistas que no encajaban demasiado bien en el panorama del nacionalismo francés.

Oficialmente, la FEN se disuelve en 1967. Cerrada una etapa, empieza otra. La primera reunión del GRECE tuvo lugar el 4 y el 5 de mayo de 1968, cuando estallaban los primeros incidentes en el Barrio Latino y la asociación fue legalizada en Alpes–Marítimos el 17 de enero de 1968. El primer número de Nouvelle École aparecería en febrero–marzo de 1968, cyclostilado con una tirada de 500 ejemplares.

Europe–Action fue una etapa necesaria en la que un grupo de jóvenes señaló la naturaleza de los problemas del ambiente nacionalista, elaboró el basamento intelectual para alumbrar una nueva estructura política, pero cuando ésta se completó (hacia principios de los años 80), ya habían dejado atrás la fuerza de la juventud y con el mismo ahínco con que habían elaborado una doctrina coherente, encontraron justificaciones para no arrojarse de nuevo al ruedo político. La llegada de Le Pen y sus éxitos hicieron que algunos de aquellos jóvenes de los años 60, que luego habían participado en el GRECE, vieran reverdecer su voluntad de combate y se alistaran bajo las banderas del Front National. Cuando se produjo la escisión en 1998, la mayoría de ellos, se fueron con Bruno Mégret: la política no era para ellos. La política era –es– demasiado sucia, demasiado maquiavélica, demasiado desaprensiva para alguien que ha ido a la lucha política preconizando valores éticos. En los años siguientes, la mayoría de ellos, o volvieron al redil lepenista o abandonaron completamente la lucha política o dieron vida a iniciativas identitarias. Habían pasado cuatro décadas desde que en los mejores años de su vida alumbraron una revista única en calidad redaccional y que hasta ese momento no había tenido precedentes en el neofascismo.

© Ernesto Milá – infokrisis

 

En la muerte de Dominique Venner 

Dominique Venner: me alegro de haber traducido alguno de tus libros, me alegro de haberlos leído casi todos, me alegro de compartir contigo los mismos ideales y me alegro de que medio siglo después de que crearas EUROPE-ACTION, tus ideales siguen siendo aquellos por los que en otro tiempo luchaste, me alegro de que murieras pensando como viviste y me alegro finalmente de que tus enemigos hayan sido los míos y de que tu muerte haya sido como tu vida, un ejemplo para todos nosotros y un estímulo para no renunciar nunca a nuestros comunes ideales. A partir de ahora podemos decir que no solo Mishima se suicidó para llamar la atención por la decadencia de su Nación, sino que en la Vieja Europa también un hombre dio testimonio de esa decadencia y su fuerte fue un grito para el combate de nuestra generación y de las que vendrán.

Dominique Venner ha muerto porque no quería que su pueblo y su gente, entre ellos el creador de Notre Dame de París, fuera sustituido por pueblos alógenos llegados al continente para mayor gloria de la globalización y el neocapitalismo y a despecho de que en apenas unas generaciones su identidad sustituya a la nuestra. Su muerte es una vida entregada en defensa de la identidad de todos nosotros, de la de su familia, de tu identidad y de la mía.

He leído varias veces la carta de despedida de Venner. No es la de un depresivo que en el pozo de su enfermedad lo ve todo negro. Es la carta de alguien que quiere evitar con su testimonio la ruina de una identidad ancestral y plurimilenaria.

Oí hablar de Venner hace muchos años a antiguos miembros de Europe Action, de la OAS y de Jeune Nation que habían estado a los órdenes y con los que también había compartido tareas de dirección. Venner no era una vida fracasa, profesionalmente había alcanzado las más altas cotas de consideración en su profesión de historiador y sus libros están traducidos a muchos idiomas. Dirigía una conocida revista de historia en estos momentos y yo mismo le había traducido para la Revista de Historia del Fascismo, su obra Baltikum, una historia de los cuerpos francos alemanes y su folleto Por una crítica positiva que fue, en cierta medida, el documento en el que el neofascismo europeo apoyó su renovación en los años 60. Fue un militante durante su juventud, un líder comprometido que conoció la cárcel y la exaltación de los mítines, las reuniones y las manifestaciones en unos momentos terriblemente difíciles para su patria, cuando la República amputó el territorio argelino y arrojó a la ruina y a la muerte a millones de europeos que vivían en Argelia.

Al salir de la cárcel publicó Europe-Action, seguramente la revista más interesante e innovadora del neofascismo francés en la postguerra sin la cual sería incomprensible tanto el movimiento de la Nouvelle Droite, como la propia revista de historia que publicó Venner hasta su muerte. Participó, así mismo, en las tareas de dirección de Jeune Nation cuando apenas había cumplido los veinte años y se significó siempre, hasta su retirada como militante, como dirigente e inspirador teórico y estratégico de las organizaciones a las que perteneció, incluida la Federation des Etudiants Nationalistes.

Reproduzco a continuación la carta en la que indica los motivos de su suicidio:

Estoy sano de cuerpo y mente, y me lleno de amor por mi esposa e hijos. Amo la vida, y no espero nada más allá, si no la perpetuación de mi raza y mi gente. Sin embargo, en la noche de esta vida, frente a enormes peligros para mi país francés y europeo, siento el deber de actuar sin tener fuerzas. Creo que tengo que sacrificarme para romper el letargo que nos aqueja. Ofrezco el resto de mi vida con la intención de la protesta y la fundación. Escogí un lugar altamente simbólico, Notre Dame de París, que yo respeto y admiro, que fue construida por uno de los genios de mis antepasados, lugar de culto ancestral, recordando nuestros orígenes inmemoriales.

Mientras muchos hombres son esclavos de sus vidas, mi gesto encarna una voluntad ética. Yo doy la muerte para despertar la conciencia dormida. Me rebelo contra el destino. Protesto contra lo que envenena el alma y al individuo, contra los deseos invasores que destruyen nuestra identidad, incluido la familia, base de nuestra civilización milenaria. Mientras yo defiendo la identidad de todos los pueblos, también me rebelo contra el delito de reemplazar nuestro pueblo.

El discurso dominante puede dejar sus ambigüedades tóxicas, pero son los europeos los que van a asumir las consecuencias. El no tener una identidad que nos amarra a la religión, que compartimos desde Homero en su propia memoria, depositario de todos los valores en los que nuestro futuro renacimiento reconstruido con la metafísica de la fuente dañina ilimitada de toda deriva moderna.

Pido disculpas de antemano a cualquier persona que mi muerte va a sufrir, ante todo,a mi esposa, mis hijos y nietos, así como a mis amigos y camaradas. Pero una vez terminada la conmoción atenuada del dolor, no me cabe duda de que cada uno verá el significado de mi gesto y mi orgullo. Espero que los que trabajan en conjunto viendo el pasado. Van a encontrar en mis escritos algo presagiado y explicara mi acción.

Dominique Venner

Vale la pena leer desde el primer libro de Venner hasta el último y conocer también su historia como militante. Su muerte es una llamada a centuplicar los esfuerzos en defensa de nuestra identidad y un grito de combate y de movilización. Ahora le tocará a los esbirros de la prensa corrupta y miserable, lanzar cuántas difamaciones se les ocurran en sus laboratorios de operaciones psicológicas, no nos cabe la menor duda de que se tergiversarán los motivos que le llevaron a morir ante el altar de Notre Dame de París, en la isla de la Cité, allí mismo en donde hace miles de años, antes de la catedral ya existía un templo pagano. La única forma de defender su memoria es combatir por los mismos ideales que le llevaron a él a una vida de compromiso militante en defensa de la identidad europea. Porque si Dominique Venner fue algo, fue, sin duda, un combatiente, doctrinario y militante, que tuvo claro los motivos de su combate (contra la partitocracia, contra la plutocracia, contra el liberalismo, contra el nuevo orden mundial, contra el marxismo y su progresía, en defensa de un patriotismo social y nacional y de una Europa que, por supuesto, no es esta Europa miserable e inviable construida por los delirios de poder franco-alemanes, sino la Europa de los pueblos orgullosos de una identidad que se forjó desde Salamina hasta Lepanto y hasta el cerco de Viena y que, golpe a golpe.

Venner no creía –como nosotros no creemos tampoco- en un más allá venturoso. Lo que cuenta es el momento presente y no las evasiones idealistas de otros mundos tan desconocidos como irreales. Venner creía en la Tradición y en la Sangre. La tradición que nos lega arquetipos y modelos de comportamiento a los que debemos de ser fieles porque son los más acordes con la voz de la sangre. La tradición y la sangre es con lo único que llegamos a la tierra y lo único que legaremos. A eso le llamaba “identidad”.

Por eso murió y por eso otros estamos obligados a recoger su mensaje.

© Ernesto Milá – infokrisis

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